La información que recolectó Taraciuk le permite concluir que la crisis actual que vive Venezuela “no tiene precedentes” en la región en el último tiempo. Y agrega que “nadie que sea decente” puede desconocer la represión y la violación a los derechos humanos que ejerce el goberno de Maduro. Quienes no creen que es una dictadura, dice, no ven “la realidad sobre la base de los hechos, sino de un lente ideológico”.
—Venezuela enfrenta una crisis aguda que tiene una combinación de elementos sin precedentes en la región en el último tiempo. Trabajamos en tres grandes áreas: una es la arremetida contra opositores y la represión, que incluye las detenciones arbitrarias, procesos penales, torturas contra detenidos, la brutalidad en las calles contra manifestantes, que es algo que, si bien no es algo que llega a la tapa de los diarios, como llegaba antes cuando estaban matando gente en las protestas, sigue muy vigente. El otro tema es la emergencia humanitaria. Acabamos de publicar un informe con datos sobre enfermedades prevenibles que habían sido erradicadas del país y que hoy están de vuelta, como el sarampión y la difteria; hay un aumento enorme de casos de malaria, tuberculosis. Todo esto de la mano del crecimiento de los índices de desnutrición, una combinación letal. La tercera área es la consecuente crisis de refugiados que está generando la crisis venezolana: según las Naciones Unidas, ya van más de cuatro millones registrados en el último tiempo.
—¿Cambió algo la situación en los últimos meses?
—La evolución fue que hace unos dos años la respuesta regional había sido vergonzosamente silenciosa. Cuando se inició la represión del 2017 y comenzaron a matar gente en la calle, una represión brutal muy visible, se generó una atención en los medios internacionales y en los gobiernos de la región que nunca había recibido la crisis venezolana. No era que la crisis fuera algo nuevo. Desde entonces lo que ha pasado es que ha habido más atención y se sabe lo que está pasando, lo que lleva a que la presión internacional sea más alta. Hoy estamos ante un escenario distinto: nadie que sea decente, que haya pisado Venezuela o que esté en contacto con la realidad venezolana puede negar lo que está ocurriendo en el país. Los hechos hablan por sí solos.
—Pero no parece haber un consenso total, porque hay distintas evaluaciones sobre los responsables de esa crisis.
—Hasta hace un tiempo había una discusión de si efectivamente en Venezuela había o no escasez de comida, si había o no escasez de medicamentos o problemas para acceder a servicios de salud. El principal actor que negaba esa realidad era el gobierno de Maduro; eso ha ido cambiando porque la realidad es inocultable. La lectura distinta es sobre quién causó la escasez. El argumento de las autoridades venezolanas —ahora que no pueden negar la crisis— es que esto tiene que ver con las sanciones de Estados Unidos. Ahí hay que hacer una distinción importante, y es que es distinto hablar de las sanciones individuales que de las sanciones sobre el sistema petrolero. Las últimas sanciones que impuso Estados Unidos en enero son sanciones que, al limitar las posibilidades de Pdvsa de hacerse de dinero, limitan la capacidad que tienen las autoridades venezolanas de comprar medicinas e insumos y comida en el exterior, en un país que casi no los produce. Eso sí podría, eventualmente, empeorar la situación humanitaria. Pero esas sanciones las impusieron en enero de este año y la crisis humanitaria es claramente anterior a ellas.
—Las autoridades de Estados Unidos pusieron sobre la mesa una intervención militar para derrocar a Maduro. ¿Comparte ese planteo?
—El argumento de la intervención militar lo vinculan con lo que se llama en la diplomacia la responsabilidad de proteger, que establece una obligación de los gobiernos de proteger a las poblaciones en situaciones de extrema necesidad. Pero la responsabilidad de proteger se aplica en circunstancias muy especiales y muy excepcionales: genocidio, crímenes de guerra, limpieza étnica y crímenes contra la humanidad. No hay un diagnóstico, hasta el día de hoy, que establezca que en Venezuela hubo crímenes contra la humanidad. Nuestra posición es que en Venezuela pasan cosas terribles, pero no hay un genocidio. Y si hay o no crímenes contra la humanidad es algo que está evaluando la Fiscalía de la Corte Penal Internacional, que tiene un examen preliminar abierto sobre la situación en Venezuela. Pero aun quienes piensan que sí, que está determinado que hay crímenes contra la humanidad, la responsabilidad para proteger es gradual y el estándar no es “Si hay crímenes contra la humanidad, invadimos”. El paso previo son todas las gestiones diplomáticas posibles para proteger a la población, y eso es lo que está pasando hoy.
—La Unión Europea, Uruguay y varios países de la región impulsan un esfuerzo diplomático para encontrar una salida al conflicto que incluya elecciones, mientras que negociaciones incipientes se desarrollaron en Noruega. ¿HRW apoya alguna de estas salidas diplomáticas?
—Nuestra postura es que es indispensable mantener la presión fuerte contra las autoridades venezolanas a través de todos los mecanismos que haya, incluyendo las sanciones sobre los funcionarios, y alimentar la investigación de la Corte Penal Internacional sobre Venezuela con información. Es indispensable que esta presión sea multilateral y liderada por la región, y que se mantenga en el tiempo.
—No mencionó las sanciones impuestas por Estados Unidos a Pdvsa. ¿No las comparten?
—Apoyamos las sanciones dirigidas contra funcionarios públicos, no apoyamos sanciones que tengan un impacto en la población.
—Pareciera que la presión interna y externa sobre Maduro está bajando. ¿No?
—El tiempo desgasta.
—El gobierno de Maduro pareció tambalear, pero ahora luce más firme.
—Creo que el tiempo juega a favor de Maduro. Pero también creo que nunca estuvo tan aislado como está ahora. Y eso es gracias a este consenso multilateral, que viene principalmente de la región, que es lo que logró cercarlo y mantener ese cerco, lo que lo obliga a negociar.
—En Uruguay hay una campaña electoral y los precandidatos del oficialista Frente Amplio hablan de una democracia en dificultades, pero no de una dictadura en Venezuela. ¿A qué lo atribuye?
—Creo que hay una cuestión equivocada de no ver la realidad sobre la base de los hechos, sino de un lente ideológico. Y un lente ideológico histórico, porque ni siquiera tiene que ver con Maduro. Maduro no es una persona que esté pensando en el bienestar de la población, de los que más sufren en su país. El gobierno de Chávez surgió en Venezuela por un abandono casi total de los más pobres por parte de los partidos tradicionales, que se pasaban el poder uno a otro ignorando las necesidades del pueblo. En los primeros años de su gobierno, Chávez genuinamente generó un montón de cambios inéditos para esta gente, de acceso a medicinas, educación, porque tenía a su favor un montón de dinero producido por el petróleo. Pero, además, Chávez tenía un carisma que le permitía hacer ese tipo de cosas. Maduro no tiene ni el dinero ni el carisma; lo único que le queda es la mano dura. Quien no pueda ver esa realidad cuando en Venezuela hay cientos de presos políticos, hay gente que se está muriendo de hambre y chicos que no pueden ir a la escuela, no es una cuestión de derecha o de izquierda.
—¿Una salida a la crisis incluye elecciones?
—El restablecimiento de la democracia solo puede empezar a través de elecciones libres, en las que puedan participar todos los candidatos que quieran y que tengan una adecuada observación internacional. Lo que ha pasado en Venezuela es que la concentración de poder del Ejecutivo es absoluta, entonces no quedan instituciones independientes en pie que puedan hacerle contrapeso al Ejecutivo, incluyendo las autoridades electorales. Entonces, una salida democrática tiene que partir de elecciones libres que tengan una observación internacional que pueda dar todas las garantías.
—La crisis en Venezuela provocó, como usted dijo, millones de refugiados. ¿HRW trabaja con esa población?
—Lo que hacemos es documentar la situación que enfrentan los venezolanos que salen y tratamos de trabajar para que puedan obtener documentación para poder vivir en el país al que llegan. Apoyamos, por ejemplo, el estatus de protección temporaria de los venezolanos en Estados Unidos. Trabajamos para que consigan los papeles y se les reconozcan las excepciones especiales que los llevan a salir. Queremos evitar que sean explotados por no tener documentación y también que haya situaciones de xenofobia como las que están surgiendo.
—Al comienzo la recepción de los migrantes venezolanos parecía buena, pero han aparecido casos de xenofobia en varios países. ¿A qué lo atribuye?
—Es porque es una situación imposible para economías que no tienen capacidad de recibir a tamaña fuerza laboral.
Recuadro de la entrevista
? “Brutalidad extrema” en Nicaragua
Información Nacional
2019-06-20T00:00:00
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