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    “Queríamos pasar a Dickens por la trituradora de Carmen Mola”

    Tiene todos los ingredientes del best seller: acción sin tregua, aventura que combina el thriller con la novela histórica, un poco de sexo, personajes heroicos, conspiraciones y rituales siniestros de sociedades secretas y una grieta profunda entre pobres y ricos. En este escenario se mueve La Bestia, novela ganadora del Premio Planeta 2021, firmada por la enigmática escritora de novela negra Carmen Mola. Popular por su exitosa trilogía — La novia gitana, La Red Púrpura y La Nena, protagonizadas por la inspectora Elena Blanco—, Mola se había mantenido como un misterio, aunque se la identificaba con una profesora universitaria. El 15 de octubre del 2021, en la ceremonia de entrega del suculento premio de un millón de euros, se supo que detrás de Mola había tres novelistas: Jorge Díaz (1962), Agustín Martínez (Lorca, 1974) y Antonio Mercero (Madrid, 1969). Ambientada en Madrid en 1834, La Bestia cuenta la historia de Lucía, una niña de pelo rojo encendido y una gran fortaleza para sobrevivir en la miseria, detrás de la muralla que protege la ciudad. Allí golpea fuerte una epidemia de cólera, a la vez que aparecen los cuerpos descuartizados de niñas. La gente atribuye esos asesinatos a una presencia aterradora a la que llaman La Bestia. Hay un periodista en busca de fama que se embarra para tener la primicia, un policía en declive que perdió un ojo y gusta de los burdeles y un fraile guerrillero. Ellos ayudarán a Lucía a encontrar a su hermana pequeña desaparecida. La novela tiene un ritmo ágil y se lee como si se estuviera viendo una serie, lo que no es extraño porque los autores son guionistas de series de televisión. Pero en esa vorágine narrativa, la elaboración literaria tiene sus altibajos y aparecen algunos lugares comunes o personajes poco verosímiles. De paso por Montevideo, “los Mola” tuvieron la siguiente entrevista con Búsqueda.

    ¿Cómo surgió Carmen Mola?

    —Jorge Díaz (J. D.): Los tres tenemos la doble vertiente de guionistas y novelistas y hemos trabajado en varias series juntos. Un día estábamos en una reunión de guionistas, en esas en las que uno larga una idea y otro la completa. Entonces pensamos por qué no hacer eso mismo con las novelas. Y lo hicimos: en 2017 acabó siendo Carmen Mola. En 2018 salió La novia gitana, que enseguida encontró muchos lectores. Y así fuimos escribiendo las otras novelas hasta que llegó el premio con La Bestia, cuando Mola tenía cuatro años de una vida muy intensa.

    —¿Por qué ese nombre y por qué una mujer?

    —J. D.: Por casualidad, nos gustó el nombre de Carmen, que es muy español. Alguien dijo “me mola”, que en España significa “me gusta”, y allí quedó. Así de tonta y rápida es la explicación. No pensamos que tenía que ser mujer para ganar ventaja en el mercado.

    —Se podría pensar que aprovecharon el momento en que la literatura escrita por mujeres se está publicando más y está siendo premiada…

    —Antonio Mercero (A. M.): Tengo muchas amigas escritoras que firman con su nombre y no venden libros. Me imagino que se tienen que sentir muy mal cuando leen que esto es tan fácil como estampar el nombre de una mujer en una portada para vender porque no es así. Queremos salir al paso de estas insinuaciones porque en el éxito de Carmen Mola hay muchas horas de trabajo y mucho sacrificio, muchas decisiones tomadas que son cruciales. No se puede reducir el éxito de Carmen Mola a su nombre. De verdad que no es así y es insultar a muchas mujeres.

    —El género policial está teniendo mucho éxito. ¿Cómo lo explican?

    —Agustín Martínez (Agustín M.): En una época en que la literatura necesita encontrar lectores, que surja un género que los encuentra hace que las editoriales quieran alimentarlo. La novela negra o el thriller genera algo muy interesante, son novelas inmersivas, hacen partícipe al lector en el misterio y por otro lado permiten una crítica de la sociedad y del mundo contemporáneo. Pero esto que ahora lo hemos sistematizado un poco más y es más visible en las librerías es algo que siempre estuvo con las novelas de Agatha Christie, Dashiell Hammett o Raymond Chandler, o incluso con títulos como La familia de Pascual Duarte de Camilo José Cela, que ahora pasaría por un true crime. Creo que el éxito de ahora es la buena conexión con el lector y la habilidad de las editoriales de situar las historias en la etiqueta de la novela negra.

    —Últimamente en estas historias los crímenes son cada vez más truculentos. ¿A ustedes los llevó a pensar en asesinatos más crueles?

    —A. M.: Hay una necesidad de distinguirse, porque el mercado está saturado de propuestas tanto en el audiovisual como en la literatura. Si no quieres ser un librito más en la mesa de novedades, más vale que encuentres cómo distinguirte, aunque no necesariamente por la truculencia. No quisimos ser los más violentos del mundo, pero sí distintos. La primera historia que se nos ocurrió sí partió de algo muy violento por el tipo de asesino y nos posicionó por ahí. A partir del éxito de esa novela no quisimos bajar la apuesta. Encontramos una forma de llamar la atención. Pero nunca tuvimos una reunión para decir: “Vamos a ser muy violentos”.

    —J. D.: El mismo Pierre Lemaitre dice que la gente le comenta que está haciendo novelas cada vez más violentas. Él responde: “Bueno, sí, las empiezo por un crimen…”.

    —Agustín M.: Tengo la sensación de que ese tipo de crueldad es cíclica. Si miras hacia atrás, películas como El silencio de los inocentes, que ya tiene sus 30 años, o Seven o Psicópata americano, o incluso las novelas negras de Jim Thompson, todas tienen historias ultraviolentas.

    —¿Cómo es el proceso de escritura entre tres? Debe de ser difícil encontrar un estilo unificado cuando cada uno tiene el propio…

    —Agustín M.: Sí nuestras novelas personales no tienen nada que ver con Carmen Mola en el estilo. Para estas historias todos escribimos todo. Por eso trabajamos tres veces más que solos. Es un proyecto de creación colectiva horizontal, no hay una jerarquía en la que alguien decide. También hay un poco de mito que viene de las series, que tal guionista hace un personaje y otro piensa en la trama. Nosotros no trabajamos así, somos contadores de historias, el trabajo del tema y diseño de personajes lo discutimos entre los tres y luego hay un proceso técnico en el que se reparte el trabajo y la escritura. Anteponemos la novela a nuestros egos: no importa que la idea que queda sea la mía sino que sea la mejor. De esa mezcla surge el estilo.

    —¿Por qué pensaron en niñas heroínas para La Bestia?

    —J. D.: Teníamos en la cabeza una historia muy dickensiana, queríamos pasar a Dickens por la trituradora de Carmen Mola. Pensamos en un personaje desfavorecido, y lo más desfavorecido en el siglo XIX era una niña pobre. Entonces escribimos una novela de aventuras: la de una niña que busca a su hermana. Esta niña necesitaba ir encontrando ayuda, colaboradores, y no le podíamos poner colaboradores de lujo, entonces le pusimos a un periodista fracasado, que quiere ser Larra pero no lo consigue, y a un guardia que ha sido expulsado del Ejército, perdió un ojo y es un borrachín. Además está la dueña de un burdel. Estos perdedores encuentran un motivo para ser alguien en la vida por primera vez.

    —En la novela aparece una sociedad secreta, los carbonarios. ¿Existieron en Madrid en esa época?

    —Agustín M.: Partimos de una sociedad secreta real que ahora puede parecer extravagante, pero en esa época había tertulias conspirativas en varios lados. Los carbonarios surgieron en Italia en el trabajo del carbón, de ahí el símbolo de las dos mazas cruzadas.  Pero la realidad es que  llegaron a España en forma muy esporádica. Hay un rumor que conectaba a los carbonarios con la masonería. Ellos aspiraban a ideales progresistas pero a través de la violencia. Partimos de esa sociedad para crear la nuestra: una mezcla de rituales de la masonería, los anilleros, que también existían en España, y de otra sociedad que se llamaba El Ángel Exterminador, un grupo terrorista muy violento. Pero el discurso, la parafernalia y algunos rituales los tomamos de la masonería.

    —En la historia hay una epidemia de cólera. ¿Les influyó el coronavirus para escribir la historia?

    —J. D.: Empezamos a escribirla durante el confinamiento y al leer sobre la época nos encontramos con una matanza de frailes en Madrid. Nos preguntamos por qué había pasado y descubrimos que había sido porque algunos responsabilizaron a la Iglesia por la epidemia de cólera. También descubrimos medidas que en aquel entonces se tomaron y que son muy similares a las que hubo con el Covid. Por ejemplo, se recomendaba taparse la boca con mascarillas. También habían construido un hospital solo para enfermos de cólera, y mientras escribíamos la novela en Madrid se estaba construyendo uno solo para enfermos de Covid. Entonces íbamos viendo que podíamos ponerle al año 2020 un espejo como los de Valle Inclán, que transmitía una imagen deformada de la realidad. Entonces el de 2020 era el espejo de 1834.

    —También hay una crítica hacia los poderosos y hacia la Iglesia…

    —Agustín M.: El viaje de la heroína es un viaje por la crítica social. Se enfrenta a las injusticias de la Iglesia y de los sectores más poderosos de la ciudad. Quisimos retratar los males de esa sociedad, que tienen su correlato con el presente. Esa cerca de Madrid que separaba a pobres y ricos hoy se puede identificar con el mar Mediterráneo. Estamos dejando que los más pobres se mueran en el camino. También en la novela hay una lucha política entre carlistas e isabelinos, los dos extremos del arco político, que sigue muy presente en España. Esa lucha por el poder hace que les dé igual qué pasa con los que están más abajo.

    —¿Carmen Mola seguirá siendo la misma?

    —J. D.: Queremos que siga siendo la misma. Algunos lectores se enfadaron con nosotros, pero ahora nos dicen que no paremos de escribir porque les da igual quién sea Carmen Mola, les importan sus novelas. Veremos qué pasa cuando salga la última, que se publicará pronto y continuará la trilogía de Elena Blanco.