Señalan que “el propio hecho de estar ante una situación extraordinaria, fuera de cualquier cálculo optimista, nos hace comprender la magnitud de la oportunidad para dar un paso firme hacia la consolidación del negocio”.
“Puede ser el momento de cambiar maquinaria y equipamiento ya obsoleto o en el final de su vida útil, o puede ser la oportunidad para nuevas inversiones, aquellas que no producen un retorno a corto plazo, pero apuntalan el crecimiento de la empresa, aquellas que se venían posponiendo por falta de capacidad financiera”.
Así lo proponen los técnicos de la unidad de economía aplicada del INIA, Bruno Lanfranco, Enrique Fernández, Bruno Ferraro y Juan Manuel Soares, que en referencia al ejercicio 2021/22 enfatizan: “Todo indica que este acabará siendo excepcional en sus efectos positivos en el resultado económico y financiero de las empresas”.
“Los factores psicológicos, culturales o actitudinales son muy importantes en la adopción de tecnología, pero solo podrán manifestarse si el productor tiene espalda suficiente para hacer frente a los costos, percibe que el contexto económico y político es relativamente seguro y las reglas de juego son claras”, advierten.
Consideran que “si el productor no lo ve factible, no va a invertir, sobre todo si los márgenes son exiguos”.
“Mantener e incrementar la capacidad productiva implica reponer el capital ya invertido y generar excedentes para incorporar nueva tecnología”, comentan. Y aclaran que en caso contrario, “el capital se irá consumiendo y la producción terminará cayendo, inexorablemente”.
Luego de resaltar que “los precios de la ganadería han alcanzado, durante el año en curso, niveles nunca vistos en décadas”, los técnicos apuntan que “es importante reconocer que las mieles recogidas no son fruto de un aumento de la producción sino de un factor totalmente externo y que no sabemos, a ciencia cierta, hasta cuándo se mantendrán los precios”.
“Es muy probable que estemos frente a relaciones de precios muy favorables en términos del poder de compra del productor, permitiéndole hacer frente a las inversiones con dinero propio”, sostienen.
Mover la aguja
Los técnicos del INIA explican que para el análisis realizado, “el modelo de simulación no representa situaciones particulares, ni de los criadores (ganaderos), ni de los ciclos completos”.
“Para ciertos productores los resultados serán un poco menores y habrá otros (nos permitimos inferir que los más) que tendrán resultados mejores e incluso muy superiores”, indican.
Consideran que “sin embargo, caracterizan de buena manera una serie de productores que, por cantidad y nivel tecnológico, pueden ‘mover la aguja’, cuando se habla de la necesidad de una intensificación sostenible y rentable de la producción ganadera nacional”.
Para el sistema criador analizado, “el ejercicio 2020/21 no arrojó muy buenos resultados, en términos de acumular reservas para el mantenimiento de capital y nuevas inversiones”, pero “de todos modos, se puede decir que el resultado de caja le permitió, más o menos, cubrir las necesidades presupuestales de su familia”, afirman.
En cuanto al caso del ciclo ganadero completo, el INIA sostiene que “si bien los resultados fueron inferiores al año anterior, igualmente le permitió cubrir la cuota de amortización del capital empleado en la producción y acumular un fondo de inversión por un 2,3% del valor de ese capital”.
Un ejercicio (2021/22) que “tuvo un comienzo poco auspicioso debido a la sequía que afectó prácticamente a todo el país, está culminando con otra perspectiva”, resaltan.
Y proyectan que para el sistema de cría de vacunos, “el resultado sería muy similar al registrado en 2019/20”. Durante ese ejercicio, “los altos precios de la ganadería se reflejaron un poco mejor en las categorías de reposición que en las de faena”, recuerdan.
Señalan que “si bien el resultado de caja en 2021/22 seguramente sea algo superior al de ese año, el poder de compra del dólar resulta algo inferior al de entonces”.
Pese a ello, “el nivel alcanzado por los precios de la reposición, sobre todo de los terneros (machos y hembras) está dando por seguro un resultado positivo para la cría, en términos generales”, aseguran.
Concluyen que “en el caso particular del modelo, se estaría cubriendo ampliamente la amortización del capital invertido previamente y el presupuesto familiar, quedando un excedente para inversiones nuevas, del orden de 2,5% del valor estimado de ese capital”.
Ahorro y reinversión
Los técnicos simularon los resultados de dos sistemas productivos (criador y ciclo completo) con un nivel tecnológico “mejorado” para siete ejercicios (2013/14 a 2019/20), bajo condiciones reales de precios de insumos y productos.
“Lejos de representar un tipo de predio particular para cada sistema, procuramos recrear, de una forma realista, las condiciones generales del sector durante esos años”, aclaran.
Plantean que a partir del resultado de caja, se suele deducir contablemente una partida de “reserva” o “fondo de amortización” para hacer frente al mantenimiento y reposición de capital.
“Del monto resultante (renta o resultado neto), el productor puede optar por retirar las eventuales ganancias o reinvertirlas, parcial o totalmente, en la empresa”, indican.
Y consideran que “también es posible contar con un fondo para nuevas inversiones, sujeto a eventuales excedentes, luego de atender las necesidades del productor y su familia, asumiendo que vive enteramente de la actividad ganadera”.
Para “satisfacer el presupuesto familiar, muchos productores se vieron obligados a consumir cualquier ahorro destinado al mantenimiento de inversiones ya realizadas, en varios de los ejercicios”, reconocen.
En algunos años, según los técnicos, “este ahorro ni siquiera alcanzó, obligando a muchos productores a ‘apretarse el cinturón’, (y) menos que menos fue posible disponer de fondos para nuevas inversiones”. En el ciclo completo de la pecuaria uruguaya, “el panorama fue menos severo que en la cría, entre otras cosas, por la escala de producción”, afirman.
Sostienen que ante esta situación, “fue muy difícil si no imposible, que el sector pudiera mejorar su nivel de inversión y adopción de tecnología”.
Los resultados analizados “pusieron también de manifiesto las dificultades enfrentadas por aquellos productores ganaderos que debían hacer frente a deudas previamente contraídas”, advierten.
El equipo de economía aplicada del INIA alude además a que las condiciones iniciales de “encierro” e “incertidumbre” generadas por la pandemia afectaron “negativamente” las economías a nivel global, con una caída en la demanda internacional de “muchos productos”.
“Aunque no se detuvo, el sector ganadero uruguayo sufrió dichos efectos”; y “a partir de los primeros meses de 2020, la evolución a la baja de los precios del ganado para faena afectó los resultados del ejercicio 2020/21”, señala.
Considera que “la normalización paulatina, no sin dificultades, de la actividad económica, en un mundo ya con las primeras vacunas disponibles contra el Covid-19, se trasladó a los precios del ganado”.
“Recién comenzado el ejercicio en curso, los precios de faena habían recuperado los niveles de noviembre de 2019, a la sazón, los máximos desde 2009”, resalta. Y puntualiza que “si bien era previsible una recuperación acompañada de un cierto efecto rebote, pocos podían prever que los precios iban a seguir subiendo en forma casi ininterrumpida”.
“En 2022, los precios continuaron en fuerte ascenso, alcanzando en mayo valores récord, no registrados durante los últimos 40 o 50 años”, destaca.
Los técnicos del INIA enfatizan que “la oportunidad está ahí”, y “dependerá de cada productor tomar la decisión que más se ajuste a sus necesidades”.