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    Al maestro, con cariño

    Antonio “Taco” Larreta

    Fue uno de los más importantes nombres del teatro y de la cultura en el Uruguay. Y no es exageración. A una temprana edad había comenzado a ejercer la crítica de cine y de teatro en Marcha y El País, aguzando la vista y el oído, aprendiendo y también afinando la sensibilidad para luego ser él mismo un creador, como intérprete en las tablas, como dramaturgo con cantidad de obras premiadas, como escritor con la sorprendente Volaverunt (Premio Planeta en 1980, luego llevada al cine por Bigas Luna), que recreaba con conocimiento y minucia la España convulsionada y sangrienta en los tiempos de Goya. El jurado creyó fehacientemente que su autor era un cultísimo hombre de letras español, de pura cepa. No podía no serlo. Cultísimo era, pero la sorpresa se la llevaron cuando se enteraron de que era uruguayo. Claro, por esos días —que resultaron varios años— estaba residiendo en España porque en nuestras tierras también eran tiempos convulsionados.

    Antonio Taco Larreta murió ayer miércoles 19 a los 92 años. Casi un siglo de muchas luces y algunas sombras, porque por más talentoso y exitoso que pueda ser alguien, también debe soportar el imprevisto ataque de la oscuridad o de la soledad en algún momento de su existencia. Hacía tiempo que se había retirado de la vida pública y su salud era precaria. Si tenía que ir a recoger algún premio (para Taco siempre había uno), subía al escenario y decía, sencillamente, muchas gracias.

    Fundador del Club del Teatro en 1949 (en el cual mostró obras de su autoría) y del Teatro de la Ciudad de Montevideo a partir de 1960, junto a las primerísimas figuras de China Zorrilla y Enrique Guarnero, hizo sus primeras armas en la dramaturgia española y universal pisando fuerte. En España presentó La zapatera prodigiosa de García Lorca y otras piezas de Lope de Vega que le valieron gran reconocimiento. Ya era una de las figuras fundamentales del teatro uruguayo, por lejos.

    El idioma castellano no agotaba sus autores preferidos. También tradujo, dirigió y representó obras de Pirandello, Chéjov, Strindberg, Shakespeare y Albee. Fue director artístico de la Comedia Nacional y antes aiuto-regista de Giorgio Strehler en el Piccolo Teatro di Milano. Experiencia y conocimientos no le faltaban.

    El teatro es tan delicado y maravilloso como efímero. Quien no vio actuar a Tacto en vivo y en directo, no lo vio. Le podrán hablar del Hamlet que hizo, de la singularidad o intensidad para interpretar tal o cual papel, pero si no hay registros, es necesario apelar a la imaginación. Como Taco era inquieto, también incursionó en el cine y en la televisión, y siempre con éxito. Y allí sí hay registros.

    Colaboró en el guión de la notable película española Los santos inocentes (1984), de Mario Camus, adaptando la novela homónima de Miguel Delibes. Y son de su autoría 29 de los 40 capítulos de la serie Curro Jiménez, además de libretos para María Luisa Bemberg, Jaime Chávarri y Pilar Miró. Él mismo se animó a dirigir una película, Nunca estuve en Viena (1989).

    Esto nos lleva a lo que podría considerarse su última gran intervención, que es el papel central para la película La ventana (2008), del argentino Carlos Sorín. El director, al mejor estilo Tarkovski, quería que Taco actuara del modo más natural posible, captando detalles, miradas y silencios de lo que encierra la vida cotidiana detrás de sus anodinas costumbres. Y Taco, con 85 años, una vida completa sobre sus espaldas, una impronta teatral grabada a fuego, no podía cambiar al gusto de Sorín, que deseaba sacar todo el jugo posible a su actor. Hubo una secuencia que la repitieron hasta el cansancio, hasta que Taco se sinceró y le dijo basta, con su habitual honestidad, eso no lo puedo hacer, entiendo lo que me decís pero no lo puedo hace. Sorín, que por algo lo había elegido, esperó. Y Taco quería irse del rodaje, pero viejo lobo de mar, se quedó. Todavía podía esconder alguna llave para asombrar. La actuación fue soberbia, porque el argentino se salió con la suya y el experimentado actor uruguayo sacó a relucir toda su capacidad.

    Precisamente por esta película hizo una de sus últimas apariciones públicas. Ocurrió en el XII Festival Internacional de Cine de Punta del Este, en 2009. Taco fue acompañado por su sobrino Facundo, hijo de Matilde Gutiérrez. Fue allí cuando subió al escenario a recibir un premio. Y fue allí donde dijo, únicamente y con toda naturalidad, gracias.

    Ahora es tiempo de que el resto de los mortales se lo digamos a él: muchas gracias.

    Vida Cultural
    2015-08-20T00:00:00