Dentro de 10 años “proyectamos tener más de 220 kilos de carne por hectárea”, con 57% del campo natural mejorado, 8% de pasturas y verdeos, 5% de cultivos y 30% de campo natural, dijo Martín Weiszman, integrante de la empresa de la familia Stolovas, que tiene campos en Salto y Artigas.
Desde 2018 la empresa produce en promedio 160 kilos por hectárea (kg/ha), pero en los cinco años previos a 2018 era de 116 kg/ha. “La tendencia es ir en aumento, mediante mejoramiento del campo natural, manteniendo las praderas y verdeos, considerando que cualquier campo es mejorable”, acotó.
Actualmente las praderas y verdeos representan 8% del área del establecimiento, y generan el 27% de la carne producida. El mejoramiento del campo natural representa 13% del área y produce 11%, mientras que el campo natural representa el 73% del área y responde por 62% de la producción de carne.
Weiszman señaló que “el objetivo es mantener la superficie de praderas y verdeos, porque si pensamos en crecer necesitamos más área agrícola y estamos limitados, además de incrementar el mejoramiento del campo natural, porque la valoración del costo-beneficio es más favorable, aunque son opciones distintas”. Además, piensan seguir invirtiendo en aguadas y sombra.
En el establecimiento La Querencia –ubicado en Paso del León, Artigas–, se realizó la tradicional jornada Pasturas de PGG Wrightson Seeds. Allí se observó un sistema donde las pasturas tienen como objetivo lograr altas cargas, con buenas ganancias de los animales durante el invierno y nivelar la oferta de forraje a lo largo del año.
Hasta 2013 la base forrajera era el campo natural, en ese momento surgió la opción del arroz (en medianería) y luego pasturas. “Pensamos en la rotación para tener comida para la ganadería, tener buenas praderas”, comentó.
Recordó que el inicio fue con la clásica rotación a base de raigrás, trébol blanco y lotus durante cuatro años, para luego volver al arroz. “Se hizo por cinco años, no lográbamos buenas praderas y no nos convenció”, comentó. A partir de 2018 empezaron a probar nuevas opciones forrajeras, y el año pasado otras opciones de cultivos en el sistema. Weiszman recordó que se introdujeron praderas de pasturas perennes, en base a festuca, donde se tuvo que nivelar el terreno para sembrarla.
Describió que “se hizo el arroz, un raigrás al voleo el primer año y festuca de tres años. Y a partir del año pasado “se hizo una prueba en parte del área agrícola, donde además de arroz se introdujo maíz con riego por surcos”.
Valoró que “tenemos las praderas y el maíz para la alimentación del ganado. Esta rotación nos cierra más y este año se vuelve a sembrar maíz. Al arrocero le sirve porque diversifica rubros”.
La festuca
“Las praderas basadas en festuca tienen ventajas, como la calidad, la producción y la estabilidad. Se empieza a comer más temprano y es más segura frente a problemas de meteorismo. Hace unos años comenzamos a probar variedades nuevas, de mejor calidad y mejor producción”, indicó.
Weiszman marcó que en la festuca de primer año produce entre 350 y 500 kilos de peso vivo por hectárea (KgPV/ha)”, y en las de segundo o tercer año entre 500 y 600 KgPV/ha. Allí se considera un uso de ocho meses, desde abril hasta el 15 de noviembre, cuando la pradera se cierra, salvo que siga lloviendo. “Cuando podemos suplementar lo hacemos con granos energéticos, como maíz, sorgo o arroz, para darle otro escalón a la producción. Así llegamos a 600 y 700 KgPV/ha”, señaló.
Mejoramiento del campo natural
El mejoramiento del campo natural “es otra opción forrajera que estamos realizando”, comentó. En 2018 “descubrimos el Inia basalto y dos variedades de lotus (Inia E-tanin e Inia Gemma), que aportan varias ventajas”, dijo.
“Con el lotus basalto no se busca sustituir la pastura natural y hay mediciones que establecen que logra duplicar la producción. En suelos profundos y medios el incremento puede llegar a 60% o un 70%”, destacó.
“No hay cuenta que pueda derrotar la posibilidad de producir el doble con una inversión de US$ 100 por año. Es como si fueras a comprar media hectárea más de campo por US$ 100”, explicó. A propósito, dijo que “hay que aprovecharlo, patorearlo, con un sistema que lo permita. La idea es que en un campo de 100 hectáreas, para 100 vacas, se puedan poner entre 120 y 150 vacas con la inversión de US$ 100 por año”.
La evolución
Recordó que en el año 2000, “cuando comenzamos a trabajar, teníamos 12 potreros de casi 300 hectáreas de promedio. Hoy son 50 potreros de 60 hectáreas más parcelas, cuatro pozos de agua y 50 bebederos. Se han realizado muchas inversiones en electrificaciones y aguadas”, dijo Weizman, quien forma parte de la cuarta generación en la empresa.
La Querencia cuenta con 3.021 hectáreas y un índice Coneat (IC) promedio de 122, donde se realiza recría, invernada de vacas y recría de ovinos. Forma parte de un sistema integrado por ocho establecimientos, ubicados en Salto y Artigas, que totalizan unas 22.000 hectáreas, con un IC promedio de 75, el mínimo es 38 y el máximo 122.
“La empresa es muy diversa y tiene muchas aristas. Manejamos cuatro predios criadores, en dos se realiza recría de hembras y en otros dos se hace recría e invernada de machos. Todos los predios están relacionados. Muchas veces las decisiones que se toman sobre un predio surgen por necesidades u oportunidades de otro, nunca en las situaciones puntuales”, explicó.
En todos los establecimientos hay vacunos y ovinos, y más del 32% de las ventas de la empresa corresponden a los ovinos. La firma comercializa más de 20 productos, desde la producción de vacunos, ovinos y equinos, que incluye cabañas de las tres especies. “La idea es diversificar riesgo y no estar atado a un solo producto”, sostuvo.
Comentó que los recursos humanos “son muy importantes para nosotros”, porque “sin la gente el manejo y lo que queremos hacer es inviable”. Allí trabajan 60 personas, entre empleados fijos y técnicos.
Weiszman comentó que “La Querencia es uno de los primeros predios que adquirió mi abuelo en 1957. Era un campo donde se invernaban novillos de 4 o 5 años, con poca infraestructura y ciclos largos. De a poco se fue intensificando, se hicieron subdivisiones, se bajó la edad de faena y se ajustaron las cargas”.
También destacó que “se mejoró la recría, que era un debe”, y “se empezaron a recriar más hembras”, a campo natural y con suplementación; “para levantar ese escalón y bajar costos era necesario la inclusión de pasturas”.
Si bien la mayoría del área está destinada a campo natural, se han implementado mejoras estratégicas, como sistemas de riego y cultivos de verano, para aumentar la producción y asegurar la persistencia de las praderas.
“Tenemos un ganado con muchos años de selección genética y apuntamos a pasturas de alto potencial. Buscamos invertir en genética animal y en genética vegetal”, concluyó.