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Desde su estreno el 17 de febrero, una nueva serie argentina de comedia se instaló en el lugar anhelado por cualquier realizador audiovisual cuando su título aparece en una pregunta que sirve como cualquier otro rompehielos: “¿Ya viste División Palermo?”.
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Un judío, una mujer en silla de ruedas, un enano, un boliviano, una mujer trans, un ciego y un anciano sordo integran esta serie, una de las más vistas en Netflix. Escrita, codirigida y protagonizada por el realizador y actor argentino Santiago Korovsky, División Palermo va más allá de las sonrisas para provocar lo que nunca viene mal, pese a que no siempre aparezca: risas a troche y moche. Son ocho episodios de media hora cada uno que se consumen en forma maratónica. Una aspiración que varias comedias tienen pero que no todas alcanzan.
La premisa, de arranque, es pura irreverencia. Korovsky, un rostro familiar para quienes hayan visto las series argentinas Casi feliz y El reino (ambas producciones de Netflix), interpreta a Felipe Rozenfeld, quien tras tocar fondo en lo que se supone debe ser uno de los puntos más disfrutables de su vida adulta, termina, por culpa de un error burocrático, integrando una nueva guardia urbana en la ciudad de Buenos Aires. El grupo, compuesto por minorías y personas con diferentes discapacidades, es un intento descarado por lavar la cara de la fuerza policial bonaerense mediante el flameo de la bandera de la inclusión.
A Korovsky se lo puede presentar bajo un estado cuántico en la escena rioplatense de la comedia, con un recorrido conocido por algunos e ignorado por otros. Su rostro no es extraño para quienes han seguido la obra artística de creadores polifacéticos como Martín Piroyansky o Martín Garabal. Como artistas todoterreno que crecieron profesionalmente entre la reconversión de los medios tradicionales de comunicación y el ascenso de las redes sociales y la cultura de creadores de contenidos, Korovsky, Piroyansky y Garabal cuentan con una carpeta variopinta: mezclan proyectos independientes que han crecido en popularidad con los años —como las divertidísimas series web Tiempo libre y Famoso —, así como también producciones recientes de un público más popular, como el programa radial Últimos cartuchos o la serie Porno y helado, disponible en Amazon Prime Video.
Luego de participar en películas en las que tuvo papeles de reparto con la misión de aliviar la trama con alguna que otra broma, Korovsky se pone en primer plano con División Palermo, en lo que puede considerarse como su verdadera carta de presentación.
El primer chiste es más revelador de lo que parece. Todo comienza con una cama y una pregunta hecha por una voz femenina que surge fuera del cuadro. “¿Qué sentís?”, escucha Felipe, el protagonista, con la mirada perdida en el techo. “No sé”, responde, con la incertidumbre célebre de toda una generación de millennials. La conversación continúa y lo que aparentaba ser una pareja en crisis en plena intimidad de su habitación se convierte en otra cosa. Felipe y su futura exnovia se encuentran probando un colchón en una tienda de muebles. Es un remate clave para definir una parte de la serie en dónde nada, y en especial nadie, es lo que parece.
Como otras comedias ambientadas en espacios de trabajo, División Palermo parte de un grupo de personajes con una relación adversa que con una misión en conjunto evolucionarán hacia una unidad. Se conocerá a estos integrantes del peculiar comando, que tiene a Pilar Gamboa y Daniel Hendler entre sus intérpretes más célebres, a medida que lo hará el personaje de Korovsky.
Sus desventuras por diferentes rincones porteños, en donde son destratados por ser vistos como un desperdicio del dinero de sus contribuyentes, provocan también la fuerza en su ensamble. A la par, una trama criminal encabezada por un trío de rufianes sensibles (Carlos Belloso, Iair Said y Alan Sabbagh) va cobrando fuerza y también lo hace la ambición de la serie en explotar una faceta con ecos que recuerda a las comedias policiales de los ochenta: la comedia física.
Si bien el fuerte de la serie está en utilizar los diálogos como plataforma para su humor, con la incomodidad, la burla y la incorrección política como sus caballitos de batalla, también aprovecha locaciones para, cada tanto, desplegar secuencias disparatadas de acción. Mención aparte merecen Garabal y la actriz y comediante Charo López, que como dos policías “rivales” de la división logran algunas de las mejores escenas.
División Palermo recuerda por momentos a los primeros episodios de la versión estadounidense de The Office, cuando creadores e intérpretes intentaban continuar con la acidez que la versión original de Ricky Gervais tenía, y no tanto con el sentimentalismo con el que fue ganando adeptos su hermana menor. De todas formas, la presentación estética de la ficción argentina no remite al lenguaje audiovisual crudo del falso documental y se acerca más al brillo optimista de Brooklyn 99, comedia policial encabezada por Andy Samberg.
A diferencia del detective Jake Peralta de Samberg, el ¿oficial? de Korovsky carece inicialmente de cualquier motivación profesional. Basta con que a este protagonista neurótico y de poca confianza en sí mismo se le rompa el corazón en mil pedazos para emprender su camino como héroe. Sumándole una plétora de personajes secundarios bien construidos y con intereses diferenciados, tenemos pronto a un equipo listo para la aventura y el desparpajo.
Aquella pregunta inicial planteada por la serie (“¿Qué sentís?”) también juega con un chiste recurrente en donde Felipe hace terapia aprovechándose del coma de uno de sus compañeros en la división. Revela, en tanto, una parte crucial del encanto detrás de División Palermo: su empatía por sus personajes. La serie no se centra exclusivamente en retratar a este grupo por sus cualidades positivas. Por lo contrario, todos ellos demuestran falencias en episodios de egoísmo o soberbia. Hay también, desde el comienzo, un impulso por reírse de sí mismos, tanto por las dificultades para alguien con una discapacidad como por la discriminación positiva que se da entre sus círculos sociales cercanos.
Tras dos primeros episodios en los que termina de definir su ritmo, sus intenciones y sus personajes, la serie no suelta el pie del acelerador dentro de una ruta de carcajadas. Korovsky dio en el clavo en muchas de las decisiones, siendo su elenco y guion dos de las mejores. Aún no hay una segunda temporada confirmada pero será cuestión de tiempo. Si hay algo que este grupo de entrañables inexpertos encargados de salvaguardar las calles de Buenos Aires nos enseñó es que todo es posible, en especial reírse de lo que uno, a primera vista, no debería.