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    Cantando pese a todo

    Se presentó el Coro del Sodre en la Iglesia San Juan Bautista

    Son escasas las oportunidades en que se puede escuchar al Coro del Sodre actuando fuera de su marco habitual que es como coro de ópera y de obras sinfónico-corales.

    Un público variopinto prácticamente llenaba la iglesia, en la puerta un sacerdote daba la bienvenida y entregaba el programa. El concierto estaba anunciado a las 20.30 horas y —asombro de los asombros— a las 20.28 comenzaron a instalarse en el altar los numerosos integrantes del cuerpo. Pero lo que empezó en hora no fue propiamente la música sino una proclama gremial de los integrantes del coro donde expresaron su queja por el atraso en pago de salarios (en algunos casos más de dos meses), por el hecho de estar muchos de ellos trabajando en negro, sin contrato, sin cobertura médica y sin que se hagan los concursos para llenar las vacantes. Todos reclamos lícitos, como los de la Ossodre, como los del Ballet Nacional.

    Y entonces uno se hace dos preguntas inevitables: ¿qué están haciendo las autoridades del Sodre y del Ministerio de Educación y Cultura? Como el problema es viejo y reiterado la respuesta es obvia: no están haciendo nada. O, si se prefiere, no están haciendo nada eficaz, constructivo, práctico. Todo sigue igual. Pero la segunda pregunta es más inquietante que la primera: ¿cómo es posible hacer arte en estas condiciones? ¿Cómo es posible cantar, sentir, transmitir, matizar, modular, emocionarse y emocionar, si se está viviendo a domicilio una situación de apremio y angustia económica? Y esto no es mera literatura, porque a diferencia de un instrumentista cualquiera —que tampoco cobra el sueldo hace dos meses—el instrumento de un cantante no es ajeno y externo a su cuerpo sino que es parte de su propio cuerpo, su voz, sus cuerdas vocales, su garganta, que seguramente sufren más todo ese stress que lo que lo sufre un piano, un violín o un corno.

    Pero el Coro canta igual, y lo hace bien. Hay varias circunstancias que de alguna manera pueden haber conspirado para que la velada no fuera más redonda. En primer lugar, el hecho de que fuera todo Brahms (1833-1897), quitó posibilidades de matizar el oído con otros lenguajes, otras sonoridades. Sobre todo la primera de las dos obras ejecutadas, las “Doce canciones y Romanzas para coro femenino a cuatro voces y piano, opus 44” es una obra de enjundia menor, compuesta entre 1859 y 1860, con algunos momentos amables y otros pocos donde asoma la vena melódica del autor. El conjunto femenino denotó cierto desbalance en favor de las voces más agudas, que además por efecto de la reverberación, consecuencia de una acústica inadecuada, muchas veces resultó agresivo al oído. “El campamento” fue quizás la canción más lograda del ciclo.

    En la segunda parte se hicieron las “Canciones de amor o Valses de amor op.52 para coro mixto y piano a cuatro manos”, compuestas entre 1868 y 1869. Es esta una obra más madura y de mayor interés que la anterior. Es crucial el hecho de que Brahms, harto de las disputas musicales con la vanguardia de entonces representada en Wagner y en Liszt, se marchara de Alemania y se radicara en 1862 en Viena, entorno que le brindaba la paz y tranquilidad necesarias para componer. Este grupo de 18 “liebeslieder” son entonces de esa época y es palpable el disfrute del autor mezclando momentos de hondura y de noble grandeza brahmsiana, con la ligereza y la alegría de los valses vieneses.

    Una vez más también aquí la acústica conspiró contra el resultado. La reverberación trató mejor al sector masculino cuando cantó por momentos solo (por ejemplo en “Oscuro amor” un punto alto de la noche, o en “No te aventures”) que cuando se unió en el tutti con las mujeres.

    Esteban Louise es un excelente director de coros, ya lo ha probado, y no es responsabilidad suya que las condiciones acústicas del lugar no sean apropiadas. De todas formas, la impostación operática-sinfónica del Coro parecería requerir una cierta disminución de decibeles en función del lugar en que se va a cantar. Por otra parte, y esta es la otra cara de la moneda, es bueno que el Coro del Sodre abandone algo los escenarios clásicos y salga a otros puntos de la ciudad y del país, aunque las condiciones de sonido no sean las más perfectas. Acompañaron con corrección en el piano Eduardo Alfonso y Andrea Cruz Fostik.

    El programa se repite hoy jueves 13 a la hora 20 y 30 en la Iglesia Sagrado Corazón (ex Seminario) y el sábado 15 de marzo a la misma hora en la Sala Hugo Balzo del Auditorio Nacional Adela Reta. En ambos casos la entrada es libre y las cuestiones acústicas muy probablemente mejoren en el Sagrado Corazón y seguramente lo harán en la sala Hugo Balzo.