—¿Cuál es el perfil de la Federación Internacional de Semillas?
—La ISF tiene más de 70 asociaciones nacionales de productores y comercializadores que representan a una cantidad casi similar de países y unos 260 socios entre empresas privadas, organizaciones y pequeñas firmas desde las grandes multinacionales hasta los pequeños grupos de productores de semillas.
El comercio de semillas en el mercado internacional comprende unos U$S 13.000 millones anuales, a lo que se suma el movimiento económico local en cada país que equivale a un monto igual al mundial, por lo que el negocio de las semillas asciende a casi U$S 30.000 millones.
No hay una zona donde se concentre el negocio. Norteamérica es uno de los mercados más importantes para los híbridos de maíz, para la soja y los cultivos de hortalizas. En la región noroeste de Estados Unidos hay gran producción de semillas forrajeras.
Europa es otro mercado importante con un alto valor agregado a las semillas.
En algunos casos el precio de la semilla puede ser diez veces superior al del commodity, pero para producir semillas se precisan inversiones, un ciclo anual de producción y control de calidad.
El mercado europeo es fuerte en cereales, trigo, cebada y maíz. Europa tiene cerca de 10 millones de hectáreas de cultivos, que no es tan significativo si se lo compara con Estados Unidos, pero es importante. Si se incluyen Rusia y Ucrania, se duplica esa superficie.
La UE es la región más importante en la producción de semillas hortícolas, específicamente por las empresas francesas y holandesas que cubren un gran porcentaje de ese tipo de productos que se comercializan en el mundo. Eso significa que no toda la producción se realiza en Europa pero sí toda la investigación en ese rubro. Los holandeses son líderes en esto.
El mercado asiático también es muy importante en semillas hortícolas, que tienen una variedad y una riqueza de especies únicas. Nunca vi tantas verduras en países como India, Tailandia, Indonesia y China, que es un jardín botánico.
Creo que una enciclopedia no tiene tantas variedades de semillas como las que vi en China, durante una exposición de hortalizas y otros productos.
—¿Qué papel está jugando China en el negocio de las semillas?
—China tiene una enorme superficie pero no toda es cultivable, y tiene una población que crece muy rápidamente, que quiere comer más y mejor. Tiene una tradición en el consumo de frutas y hortalizas; además producen arroz, trigo, cebada y maíz.
No llegan a cubrir toda la demanda interna con su producción propia, entonces deben comprar del exterior.
Hay acuerdos entre China y países de América del Sur para asegurarse el suministro de maíz y soja, pero los chinos también hicieron contratos con otros países, como Ucrania, para alquilar tierras y producir maíz en esos lugares. Esta también es una de las razones por las que el comercio mundial de semillas se va para arriba como un cohete.
El último negocio que hizo China con Ucrania abarca 1,6 millones de hectáreas. En 2013 esos países establecieron un contrato por el arrendamiento de 3 millones de hectáreas a ser explotadas en 50 años; el proceso comenzó con unas 100.000 hectáreas para la plantación de maíz y la cría de porcinos.
—¿Ese tipo de negocios cuenta con respaldo del Estado chino?
—Seguro. Tiene el apoyo estatal y hay una tendencia a que sean las empresas privadas las que realicen estos negocios. Para China asegurar el suministro de alimentos para su población es estratégico. Necesita hacer todo lo posible para conseguirlo.
—¿Es recomendable que países como Uruguay tengan un banco de semillas, pensando en esa estrategia futura de seguridad alimentaria?
—En Noruega hay un banco de semillas que es un proyecto internacional, que es como una caja fuerte de toda la genética disponible, con semillas conservadas en condiciones especiales de todas las especies y variedades.
En caso de necesidad por una catástrofe climática mundial se puede disponer de los recursos genéticos para recuperar la producción de alimentos.
En cada país existen bancos genéticos, Gen Bank, que pueden ser públicos o privados.
Hay Estados o gobiernos que lo hacen para el bien público.
El Tratado Internacional sobre los Recursos Genéticos, manejado por la FAO, y el Protocolo de Nagoya son temas muy importantes porque está creando una serie de reglas y normas que las empresas privadas deben respetar cuando utilizan algunos recursos genéticos (semillas).
—En los últimos tiempos capitales chinos compraron importantes empresas semilleristas. ¿Qué impacto tiene eso en el sector?
—China tiene mucho respaldo del poder público, hasta hace 15 años hubo una industria de semillas local.
Cuando empezaron a caer las barreras políticas y económicas, China se dio cuenta de que es más fácil y rápido comprar los alimentos disponibles en vez de empezar por el suelo. Hicieron acuerdos con empresas privadas extranjeras para compartir tecnología, técnicas de mejoramiento y material genético. Y luego los chinos saltaron la barrera y comenzaron a comprar empresas enteras, que de un día a otro pasaron a ser chinas. Entonces, toda la genética que existe pasa a los chinos.
Entendieron muy bien que es un ciclo completo, que empieza con la semilla y que todos los tipos de cultivos son estratégicos. Si quieren producir alimentos, precisan la base de harina pero también el aceite y la carne, puede ser cerdo y pollo. Pero importan vacas de Australia y Nueva Zelanda.
Es una situación muy particular que está teniendo un impacto importante en el sector de las semillas.
—En poco más de una década la soja se posicionó como el principal cultivo en Uruguay y en la región. ¿Cuál es la semilla que puede jugar un papel similar en el futuro?
—La soja seguirá siendo un cultivo relevante, pero también otras como colza o canola, son todas las que producen aceites. Las proteoleaginosas. Porque la demanda más importante para el futuro es la de aceites de origen vegetal para la alimentación humana, para fabricar alimento animal y para producir biocombustibles.
El aceite vegetal es la mejor base para producir biodiesel. Hay una infinita serie de opciones para utilizar el maíz.
Los cultivos hortícolas también tienen importancia en el presente y futuro del negocio semillerista. Considerando que hay dos tipos de población mundial, los que están creciendo y que tienen una alimentación mayoritariamente vegetal, casi no comen carne, por precio y por otros motivos, culturales o religiosos.
Y otros consumidores, principalmente europeos, que optan por la compra de frutas y verduras en busca de una mejor calidad de alimentación.
Hoy el sur de Estados Unidos, buena parte de Europa y Asia son los mayores productores de hortalizas, que tienen buenos precios.