Más que en el manejo de las artes de pesca, Lula demostró ser un experto en la persuasión de su interlocutor para que el proyecto de una alianza comercial con Estados Unidos por fuera del Mercosur quedara encajonado bajo promesa, entre otras cosas, de fuertes inversiones brasileñas.
De gendarme a hermano mayor.
Desde 1964 y por dos décadas, Estados Unidos asignó a los militares brasileños en el poder el papel de “gendarme” en América Latina. Apenas comenzar el siglo XXI, luego de tres intentos fallidos en democracia, Lula llegó al Palacio del Planalto al frente del Partido de los Trabajadores (PT) gracias a una alianza con sectores de la industria nacional y el compromiso de sacar a millones de brasileños de la pobreza con su exitoso plan Hambre Cero.
Para insertarse en la región y el mundo, es decir, en los mercados donde colocar productos nacionales, Lula, de la mano de Marco Aurelio García, desarrolló dos estrategias en paralelo: el Mercosur y el Brics.
En noviembre de 2006, poco antes del viaje a Anchorena, los ministros de Relaciones Exteriores de Brasil, Rusia, India y China se habían reunido en Nueva York para formar el Bric, un grupo de economías emergentes al que en 2010 se sumó Sudáfrica.
Para pesar en la alianza, Brasil tenía que hacer valer su influencia regional, pero a su vez no aparecer como una potencia imperial ante los demás países latinoamericanos.
Un aliado clave para esa política era Argentina, el país que precisamente estaba en conflicto con Uruguay a raíz de las plantas de celulosa.
La actitud de Brasil respecto al conflicto que mantenía los puentes binacionales cortados y los problemas más estructurales de la integración regional habían puesto a Vázquez a un paso de abrazarse con Washington en un Tratado de Libre Comercio (TLC). Era un modo de hacer crecer al país, en la línea desarrollada por Chile, y cumplir con el programa del Frente Amplio.
No por casualidad, la visita de Lula se produjo poco antes de la del presidente estadounidense George W. Bush a Uruguay.
“Al estribo”.
Durante el camino al gobierno, el contador Danilo Astori y el propio Vázquez se habían mostrado cercanos a Lula, al que habían visitado durante la campaña de 2004. Pero una vez llegado al Edificio Libertad (entonces sede del gobierno uruguayo) el concepto “regionalismo abierto” comenzó a ser repetido con mayor frecuencia y, sin cambiar la admiración por el modelo brasileño, marcar matices.
Durante su visita a la estancia presidencial, Lula había dicho que “Brasil tiene que asumir su responsabilidad de mayor economía del Mercosur y, por lo tanto (...) generar las condiciones para que el comercio sea el más equilibrado posible” y sin imponer “una relación de hegemonía” (Búsqueda Nº 1.396).
Mientras Lula decía esas frases de tono político, Brasil se consolidaba como principal socio comercial de Uruguay con el 16% de las exportaciones, un puesto que mantuvo con los años y que solo fue desplazado por China en 2015 y 2017.
Varios integrantes del oficialismo participaron en la marcha que organizó el PIT-CNT frente a la Embajada de Brasil en Montevideo en apoyo al expresidente encarcelado.
José Mujica, que fue ministro de Ganadería de Vázquez y luego su sucesor, se había expresado de forma más frontal que Vázquez y Astori. El viejo caudillo tupamaro había mantenido largas conversaciones y tomado copas hasta la madrugada con el petista y a todas luces se habían entendido, porque Mujica decidió que lo mejor para Uruguay era “ir al estribo de Brasil”.
Mientras que para los diplomáticos develar una estrategia es lo último que se debe hacer, Mujica se mostró, sin vueltas, afín a profundizar los lazos con el vecino norteño e incluso confiaba en que el “hermano mayor” respaldaría un puerto de aguas profundas en Rocha.
No todos eran tan optimistas como Mujica.
Una prueba de las dificultades es la interconexión de 500 megavatios entre ambos países. Más allá del deseo de Lula y de las afinidades ideológicas entre el PT y el FA, la venta de electricidad no pudo realizarse hasta hace poco, ya con Michel Temer en el gobierno, debido a los intereses económicos en juego.
Mujica tenía conciencia de las dificultades de la integración, pero estaba convencido de que era un camino a recorrer junto a Brasil.
“Lula ha tenido una gran preocupación en el concierto internacional (...), más bien con una visión muy planetaria y no atendió, probablemente, al barrio con la misma eficacia”, reconoció Mujica a fines de 2006.
Corrupción añeja y petista.
Ya en el primer año, cuando el Frente Amplio recién se estaba asentando en el gobierno, la Mesa Política tuvo que emitir la primera declaración de solidaridad con el PT ante “supuestos” actos de corrupción denunciados por el diputado Roberto Jefferson que hizo rodar las cabezas del jefe de la Casa Civil, José Dirceu y del ministro de Economía, Antonio Palocci. Ambos jerarcas muy cercanos a Lula estaban involucrados en el mecanismo de compra de votos de parlamentarios conocido como mensalão, por las mesadas de unos US$ 12.000 que cobraban bajo cuerda para aprobar los proyectos de un gobierno sin mayoría parlamentaria.
En esos días en la Cancillería uruguaya se discutía si Brasil se acercaría a Washington o seguiría, como hasta entonces, en una actitud fría para negociar un TLC que, entre otras cosas, afectaría a la industria farmacéutica.
Los caminos de desarrollo propio transitados por Brasil explican, para muchos militantes de la izquierda uruguaya, que los sectores más conservadores y relacionados con Estados Unidos se hayan puesto en el camino de Lula y de Evo Morales en Bolivia.
A pesar de las dificultades, Vázquez y Mujica insistieron en construir mejores vínculos con Brasil.
Sin embargo, para la cultura política uruguaya resulta difícil de entender el camino emprendido por el PT de utilizar el viejo mecanismo de comprar votos en lugar de cambiar las reglas de juego, sobre todo cuando Lula logró la reelección.
El traje de Mujica.
Lula y Vázquez volvieron a brindar en Brasilia en noviembre de 2009, cuando la crisis económica internacional agitaba hacia rato las aguas y el brasileño se preparaba para seducir a Barack Obama.
En esos días, Lula había aconsejado a Mujica ponerse un traje. “Yo perdí tres veces sin traje. La cuarta me lo puse y gané”, le dijo.
Mujica le hizo caso. Cuando en agosto viajó a Brasilia vestía su indumentaria informal, pero en la valija llevaba un traje gris pizarra hecho a medida por Studio Muto con el cual posó para el fotógrafo Juan Ángel Urruzola en la zona de Itamaraty, en Brasilia.
Más allá de la moda italiana, Mujica tuvo al expresidente brasileño como referencia. “Para mí, el modelo (de Lula) es un modelo muy interesante, que enseña mucho de lo que se puede hacer desde una perspectiva de izquierda en el contexto del mundo actual”, dijo.
Carlos Amorín, embajador uruguayo en Brasilia, abrió el paraguas ante un optimismo desmedido. “La afinidad ideológica creo que ayuda cuando el contexto de la relación bilateral es buena, pero nada es automático. Como ya lo vivimos en estos últimos años, los países tienen sus propios intereses”, dijo el diplomático en una entrevista luego de la elección que ganó Mujica en Uruguay. (Búsqueda Nº 1.537).
Astori no acompañó la semana pasada una resolución redactada por José Bayardi en rechazo a la prisión del viejo dirigente de los metalúrgicos y votada de forma unánime por el resto de los integrantes de la Mesa Política del FA.
Cuando el segundo mandato de Lula llegaba a su fin, Mujica lo alentó para liderar la Unasur, pero al mismo tiempo dejó abierta la posibilidad de levantar el veto a Néstor Kirchner impuesto por Vázquez por el bloqueo de los puentes.
Además de avanzar en los contactos con Argentina, Mujica logró que se eliminaran restricciones al ingreso de productos uruguayos a cambio de levantar las trabas para el ingreso a Uruguay de la producción avícola brasileña, que serviría a los norteños más por imagen que por la facturación que dejó el pollo Ronaldinho, como se le llamó popularmente en el pequeño mercado nacional.
En esa línea de seguir en “el estribo de Brasil”, Mujica llamó a la presidenta Dilma Rousseff para felicitarla por su triunfo y comenzó a construir un vínculo hasta entonces inexistente entre ambos exguerrilleros.
La situación interna de Brasil no era la misma cuando Vázquez volvió a Suárez y Reyes en marzo del 2015.
Para ese entonces, el bloque que había permitido al PT liderar una serie de transformaciones sociales estaba roto y los efectos de la operación Lava Jato, que investiga sobornos millonarios en Petrobras, habían hecho saltar por los aires a un grupo de petistas y a la propia Rousseff, a la que, sin embargo, no pudieron probar corrupción.
Astori, que no se había sentido tan solidario con Lula en los últimos tiempos, no acompañó la semana pasada una resolución redactada por José Bayardi en rechazo a la prisión del viejo dirigente de los metalúrgicos y votada de forma unánime por el resto de los integrantes de la Mesa Política del Frente Amplio.
Varios integrantes del oficialismo participaron el miércoles 11 en la marcha que organizó el PIT-CNT frente a la Embajada de Brasil en Montevideo en apoyo al expresidente encarcelado.
?? Lula, el tenaz nordestino
?? Brasil, Lula, el Lava Jato y Uruguay