Al analizar el contexto en el que se movió la producción ganadera en esos años, específicamente en cuanto a menor extensión, puede parecer “preocupante” pero cuando se profundiza en lo acontecido “en la interna” productiva, lo que tuvo una mayor caída es el área de campo natural (626.000 hectáreas), y hubo un aumento de la superficie forestada de casi 400.000 hectáreas y de las tierras de labranza de unas 126.000 hectáreas, indica.
Destaca que en ese período también hubo un aumento en el área de cultivos anuales forrajeros de 234.000 hectáreas y de praderas permanentes de algo más de 100.000 hectáreas. “O sea que, si bien el área de pastoreo es menor, tiene mayor porcentaje de pasturas mejoradas”, advierte el técnico de ese organismo, Esteban Montes, quien es el autor del trabajo al que accedió Búsqueda.
En números gruesos
El estudio repasa algunos otros cambios registrados en ese tiempo analizado, como un aumento del stock bovino de algo más de 1,5 millones de cabezas, o sea de 15%. “En números gruesos”, esa cantidad de vacunos de más representan “aproximadamente 1,2 millones de unidades ganaderas”, calcula.
Y comenta que en ese mismo período “hubo un descenso de casi 7 millones de cabezas ovinas, lo que equivale a alrededor de 1,2 millones de unidades ganaderas”.
“Sabemos que hay diferencias en el tipo de pasturas que consumen unos y otros (vacunos y ovinos), pero en cierto modo hubo una compensación entre una especie y otra”, explica.
Otro aspecto que ese técnico plantea es que en el aumento en el número de vacunos de Uruguay hubo también un cambio en la estructura del stock vacuno.
En 2000 había 3,5 millones de vacas de cría entoradas e ingresaban al sistema 2,1 millones de terneros, o sea 60%; mientras que el año pasado los productores declararon 4,3 millones de vacas de cría entoradas e ingresaron 2,9 millones de terneros, o sea 67%, detalla.
En la cantidad de novillos, las cifras totales se diferencian en unos 120.000 menos en 2021, en un total de 2,2 millones de cabezas. El informe del Plan Agropecuario describe que también la composición de los novillos es diferente. En 2000 había 26% de novillos de más de tres años, 33% de dos a tres años y 41% de uno a dos años, indica. Compara que hoy esa estructura es 18%, 30% y 52%, respectivamente.
En la categoría de las vaquillonas también hubo cambios, pasando de algo más de 1,5 millones a casi 1,8 millones de cabezas, con mayor porcentaje de vaquillonas de uno a dos años.
La faena total de vacunos en ese período tuvo un aumento de 780.000 cabezas, lo que representa un incremento del 42%, pasando de 1.853.000 cabezas a 2.683.000 cabezas.
Y hay que tener en cuenta que solo el 36% de los novillos que se faenaban en 2000 eran diente leche y de dos a cuatro dientes y en 2021 esas categorías representan el 65% de la faena de novillos, según el informe en cuestión.
Considera además que las vaquillonas representan un porcentaje importante de la faena total en la actualidad (13,2%), frente al 8,2% que representaban en 2000. Es un cambio considerable y más teniendo en cuenta que el peso en pie de faena pasó de 414,5 kilos a 475 kilos, o sea un 15% de aumento.
Y en ese período “la exportación de ganado en pie estuvo bien operativa, con valores muy bajos en el 2000 a valores de casi 250.000 reses en 2021 y pasando por años, como en 2018, con más de 400.000 cabezas exportadas”, destaca.
Uso de la tierra
Los cambios en el objetivo a darles a las explotaciones de los campos agropecuarios es otro de los puntos abordados en el informe del Plan Agropecuario, a ser publicado en la edición de setiembre de su revista.
La agricultura comenzó con “empujes importantes” en el año agrícola 2008/09, llegando a unas 600.000 hectáreas de trigo y cebada y 700.000 hectáreas en 2009/10, indica ese organismo, basándose en datos de la Dirección de Estadísticas Agropecuarias (Diea).
Recuerda que en ese momento “la soja había comenzado a dar sus primeros saltos” en el año agrícola 2003/04 con casi 250.000 hectáreas, para llegar a casi 600.000 en 2008/09 y casi 900.000 hectáreas en 2009/10.
En los años siguientes se mantuvo en esas cifras hasta 2013/2014, que llegó a superar apenas en 50.000 el millón de hectáreas, para en 2014/15 “dar el salto” para llegar a superar las 1,3 millones de hectáreas, resalta.
Luego la extensión sojera se mantuvo en el entorno del millón de hectáreas hasta llegar a la zafra 2020/21 con 908.000 hectáreas y los cultivos de invierno (trigo, cebada y colza) en 400.000 hectáreas.
Es que la valorización récord que alcanzó la oleaginosa en la Bolsa de Chicago, de unos US$ 650 por tonelada en 2012, le dio un fuerte impulso al boom agrícola, pero cuando cayó su precio el área destinada a producir granos sufrió un retroceso significativo, principalmente en zonas que no eran tradicionalmente explotadas para esa actividad.
El técnico del IPA alude también a que el área dedicada a las plantaciones forestales tuvo “importantes movimientos” en todo el período, y comparando el 2000 con el 2020, hubo un “aumento sustancial de más del doble, pasando de 685.000 hectáreas a casi 1,3 millones de hectáreas”.
Señales y confianza
“No hay que desconocer que la decisión como país de liberalizar el mercado de la carne bovina que regulaba todo el proceso de aquel lejano, y no tanto, 1978 fue el puntapié inicial de todo este proceso”, señala Montes.
Considera que “la ganadería se liberó de las maneas que tenía para comenzar un proceso de mejoras que se gestaron de acuerdo a las señales que se fueron dando”.
“Todos estos movimientos tienen sus vaivenes y más por tratarse de un proceso biológico a cielo abierto y también, en la medida que las señales se afianzaran y dieran la confianza suficiente”, sostiene.
Advierte que se “vienen momentos desafiantes, con una ganadería liberalizada de sus ataduras y respondiendo a las necesidades de los mercados con altas demandas”.
“Estamos pasando por momentos en donde están dadas muchas condiciones favorables para la aplicación de tecnologías para lograr aumentos en la producción, pero también incrementos en los ingresos”, afirma. Y enfatiza que “de nada sirve tener buenos números a nivel país a costa de malos resultados económicos de los productores, como sucedió en la década de los 90”.
“Los mercados están firmes pero hay que estar atentos a los cambios que puedan llegar a ocurrir y tratar de ser proactivos para mantenerlos y, en lo posible, lograr mejorar los precios”, sugiere.