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    Con una “fuerte plataforma” agropecuaria, Alur pretende consolidar el proyecto sucroalcoholero para hacerlo “irreversible”

    El azúcar, que le dio origen al emprendimiento de Alur, dejó hace algunos años de ser el centro del negocio de esta empresa de capitales estatales uruguayos y venezolanos. De acuerdo con sus planes, hacia 2015 entre 160.000 y 200.000 hectáreas agrícolas estarán vinculadas a sus diferentes producciones

    Atrás quedaron los tiempos en que los cañeros de Bella Unión ocupaban tierras o cerraban el acceso al ingenio de la ex Calnu (Cooperativa Agraria Limitada del Norte Uruguayo) en reclamo de mejores precios por la caña de azúcar, entre otras reinvindicaciones. Esa es la visión que tiene el presidente de Alcoholes del Uruguay (Alur), Leonardo De León, quien opina que ya se lograron varios reclamos históricos de los denominados “peludos” ­—que en la década de los sesenta, nucleados en la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas (UTAA) realizaron manifestaciones— y ahora hay otra etapa que es necesario “consolidar” para que el proceso sea “irreversible”.

    Tras la renuncia de Raúl Sendic a la Presidencia de Ancap y de Alur, De León fue designado en su actual cargo en diciembre (hasta ese momento era director). 

    Alur es una empresa propiedad de Ancap (posee el 94% de las acciones) y Petróleos de Venezuela (6%). Su nuevo presidente señaló que el crecimiento del agro uruguayo representa una “plataforma fuerte” para avanzar en el agregado de valor, que vaya más allá de la producción de biodiesel y etanol, como la posibilidad de elaborar bioplásticos con la glicerina que queda de residuo de esas producciones.

    Con ese objetivo, a modo de ejemplo De León mencionó en diálogo con Campo un acuerdo que tiene Alur con el instituto argentino Bioceres para analizar enzimas que permitan producir biopolímeros (plásticos). Ese centro de investigación es liderado por varios empresarios de Argentina, como Gustavo Grobocopatel, conocido como el “rey de la soja”.

    Y existen planes de instalar en Uruguay un laboratorio de Bioceres, lo que “está encaminado”, contó.

    Negocio en expansión

    Basándose en proyecciones de la propia empresa, el jerarca estimó que en 2015 entre 160.000 y 200.000 hectáreas agrícolas estarán vinculadas a las diferentes producciones de Alur (actualmente son casi 100.000).

    “El modelo es distinto” con la generación de cadenas de producción “inclusivas”, aclaró. Es que para abastecer a la planta de bioetanol en Paysandú alcanzaría con dos grandes proveedores, pero la política de Alur es tener muchos agricultores que le vendan sus granos.

    Con las grandes graneleras del mercado existe una alianza estratégica, indicó. Mencionó algunos casos como la firma Prolesa, que pertenece a Conaprole y es la proveedora de insumos para los tamberos. Esa firma importa de Estados Unidos un producto derivado del procesamiento de maíz para hacer etanol llamado DDGS, para la elaboración de alimento destinado a las vacas. El objetivo es que para fines de 2014 se sustituya prácticamente toda la importación de proteína animal que utiliza la pecuaria local, dijo.

    Algunos grupos de origen argentino —como Agronegocios del Plata (ADP) y El Tejar— son proveedores de granos de Alur. Recientemente esa empresa estatal firmó un acuerdo con la Asociación de Productores de Cerdos para adquirir la grasa residual de la faena de porcinos para utilizarla de insumo en la fabricación de biodiesel.

    “Los socios que tenemos son estratégicos porque visualizan la sinergia que hay entre esta industria y sus actividades, como la agricultura, el engorde a corral, la lechería” y otras, enfatizó De León.

    El Estado y el privado

    Para el desarrollo de los planes de Alur el gobierno empleó varias alternativas con el propósito de diversificar las vías de abastecimiento y generar un impacto que favorezca la producción de predios de menor porte. Fue así que realizó gestiones con el Instituto Nacional de Colonización (INC) para que agricultores y trabajadores rurales puedan acceder a tierras para producir granos destinados a las plantas de Alur.

    “No solo en las plantaciones de caña de azúcar en Bella Unión” existe producción en tierras del Estado, que son del INC, sino “también en otras zonas del país” donde se proyecta la operativa de plantas de bioetanol, como Paysandú. Hay colonos que plantan sorgo en sitios cercanos a la capital sanducera y que son proveedores de Alur, explicó.

    Para el titular de esa empresa, con el negocio de los biocombustibles “no hay competencia” con las grandes graneleras exportadoras “sino más bien una oportunidad de complementariedad”.

    “La soja es la que está más ligada a la cadena agroexportadora. El resto de las materias primas que usamos, o no han tenido un desarrollo importante en el país, o es muy cautiva como la caña de azúcar, o es un producto muy variable en su mercado, como el sorgo”, explicó.

    Ahora esto le dará cierta regularidad a la demanda de sorgo y también de la canola, que hoy se plantan unas 16.000 hectáreas, dijo. Pero atendiendo a la creciente demanda de materia prima de las plantas de biocombustibles es posible “tener hasta 40.000 hectáreas de canola en dos años”, aseguró el ejecutivo de Alur.

    “Si usáramos solo soja necesitaríamos 200.000 hectáreas para cubrir la demanda de Alur”, resaltó. En cambio, la empresa diseñó un esquema “flexible, para usar soja, canola, sorgo, sebo vacuno y aceites reciclados”, explicó. Eso le permite no depender de un solo producto.

    Otro efecto que puede tener el desarrollo de estos emprendimientos de Alur es que “si llegaran a caer los precios internacionales de los productos agropecuarios”, habrá “varias industrias que generen cadenas de valor alternativas”, comentó.

    La caña y la conflictividad

    Alur tiene en la producción azucarera uno de sus giros de actividad centrales.

    Respecto a la evaluación de la producción de caña en Artigas, su titular informó que en la zafra pasada se llegó a un promedio de 62 toneladas por hectárea. Ese rendimiento estuvo por encima del promedio desde que inició la producción.

    La caña industrializada en la planta de Alur en Bella Unión fue de 440.000 toneladas, lo que permitió aumentar la producción de etanol de 22.000 metros cúbicos en 2012 a casi 31.000 en 2013.

    En 2006 el Estado, a través de Alur, tomó el control del ingenio azucarero de la ex Calnu, y los primeros años del emprendimiento fueron de conflictos. Enero era el mes elegido por los “peludos” para ocupar campos de Colonización o de privados en reclamo de tierras para producir.

    Esa tensión parece haber cedido un tanto en los años recientes. Consultado sobre el tema, De León consideró que “Bella Unión es una sociedad que avanza mediante los conflictos. Es como una parte de la cultura con la que no estoy de acuerdo”, dijo, pero aclaró que respeta el “derecho a reclamar”.

    Ese asunto fue abordado en varias ocasiones entre los directivos de Alur con los integrantes de las organizaciones sociales y de productores que participan en la producción cañera. El objetivo es “valorizar el proceso de cambios que hubo”, comentó. Y opinó: “ahora estamos en una etapa de consolidación para hacerla más eficiente”.

    “Este año tuvimos ocho meses y medio de actividad, mientras que en 2006 solo se trabajaba dos”, comparó.

    A partir de eso, el jerarca consideró que “ahora es momento de consolidar el proceso y no seguir con la mentalidad permanente de seguir con el conflicto”, porque “muchos de los objetivos históricos planteados ya se han logrado”. A modo de ejemplo, De León relató que “en este gobierno hubo procesos de inclusión de grupos de asalariados rurales en tierras y eso fue articulado con Colonización”. En Bella Unión hay 1.500 hectáreas que son producidas por trabajadores rurales, según datos de Alur.

    Destacó que en esas áreas se lograron los mayores rendimientos en productividad de caña de azúcar por hectárea.

    En Artigas hay 350 productores de caña de azúcar que en su mayoría son pequeños y medianos, comentó. Consideró que allí “no hay un proceso de concentración. Eso es un mito de plantear que en el cultivo cañero hay un grupo de terratenientes involucrado”.

    Para el jerarca, “eso de que había muchos brasileños o productores cañeros con otras actividades agropecuarias ya no es así. Ahora son muy pocos los que quedan” con ese perfil.

    “En la planta industrial de Paysandú, para producir bioetanol precisamos 200.000 hectáreas de granos y lo podemos hacer con dos empresas proveedoras de materia prima. La decisión es generar una cadena agroindustrial inclusiva que permita al pequeño productor participar. Pero para eso es necesario tener herramientas, ya que es muy fácil decir que el pequeño productor venga (a participar), cuando hay productores que no pueden pisar un banco para pedir un crédito”, dijo. Recordó que en 2006 “solo un productor de caña era sujeto de crédito y los demás no” lo eran.

    “Lo que hicimos fue crear un fondo de financiamiento y ahora hay bancos participando en esto y Alur actúa como agente de retención”, explicó.

    Aclaró que la “inclusión no quiere decir que venga cualquier productor; existen algunos parámetros establecidos en cuanto a eficiencia y otras condiciones”.

    Otros datos que muestran los cambios acontecidos en los últimos años es que hoy las ventas de azúcar refinado representan 20% de la facturación de Alur y en 2014 pasará a ser el 10%.

    Precio en alza para el productor de caña

    En la zafra 2013, Alcoholes del Uruguay (Alur) pagó $ 15,31 por cada kilogramo de azúcar obtenido de la caña recibida de los productores. En los años anteriores el precio había sido menor (de $ 13,80 en 2011 y $ 14,60 en 2012), según datos de esa empresa.

    Ese valor se fija en acuerdo entre la empresa y la Asociación de Productores, y es anual y único, de acuerdo con un informe de la Oficina de Programación y Política Agropecuaria del Ministerio de Ganadería publicado en diciembre.

    Alur cuenta con cuatro plantas para la producción de biodiesel, etanol, alimento animal, energía y azúcar, dos en Montevideo (Paso de la Arena y Capurro), una en Paysandú (la nueva fábrica estará operativa en 2015) y otra en Artigas. Emplea a unos 4.000 trabajadores en forma directa e indirecta, y desde 2006 hasta 2012 realizó inversiones por U$S 90 millones, según ese informe.

    El biodiesel producido en Alur se utiliza para la mezcla con el gasoil en hasta 5% y el etanol en las naftas en igual porcentaje, según lo que establece la ley de biocombustibles (18.195 de 2007). Esa norma fijó plazos para alcanzar una producción suficiente para realizar dicha mezcla, lo que ya se cumplió. Ahora el Directorio de Alur solicitará al Poder Ejecutivo un aumento en los procentajes, debido al crecimiento del volumen producido en sus plantas.

    En diciembre Alur empezó a enviar biodiesel desde su fábrica de Capurro a la de Ancap, en La Teja, por un oleoducto de 2.000 metros con capacidad para transportar 1,5 millones de litros por día (equivalente a unos 30 viajes de camiones), comentaron a Campo técnicos de esa firma estatal.