Cuando no se cobra al grito

escribe Fernando Santullo 

Cuando el año pasado Netflix estrenó las breves temporadas de Criminal, la apuesta por un formato muy específico parecía clara: una sala de interrogatorio, el cuarto de las escuchas y el pasillo/hall que une ambas. Era todo. Y los policías y los criminales, claro. Cuatro capítulos por país, cuatro países distintos: Inglaterra, Alemania, Francia y España. En términos de lo que se conoce como procedimiento policial, ese subgénero de la ficción policial que se centra en el procedimiento de las fuerzas del orden, ese total de 16 capítulos fue un golazo. Despojado de todo adorno, de todo giro argumental por fuera de lo que aparecía en esos interrogatorios, la agudeza de los diálogos y la solidez de las actuaciones dieron como resultado una muy serie policial potente en la que el procedimiento lo era todo.

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