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El flujo de inversiones y personas argentinas “seguirá siendo volátil”, con idas y vueltas en función de cuán amenazada se vea en origen. En Uruguay, hoy la “perla de Sudamérica”, encuentran seguridad y estabilidad, además de un gobierno “pronegocio, proempresario, que lo hace más atractivo”, afirma Santiago Mignone, socio a cargo de PwC Argentina desde hace siete años.
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Sobre su país, este contador dice que hasta el 2023, año electoral, el escenario se mantendrá con “cierta inestabilidad y en donde no van a haber procesos de inversión” por parte de las empresas. En la Argentina de los planes sociales, es lo que medios de prensa llaman con ironía el “Plan Aguantar”.
El lunes 4, el mismo día que asumió Silvina Batakis como ministra de Economía en lugar del renunciado Martín Guzmán, Mignone estuvo en la oficina de PwC Uruguay en la Ciudad Vieja (ver recuadro). Lo que sigue es una síntesis de la entrevista que mantuvo con Búsqueda.
—En los últimos años más argentinos se radicaron en Uruguay, aunque el politólogo Sergio Berensztein aseguró en Búsqueda la semana pasada que ese flujo se habría frenado porque espera que haya un cambio político en 2024. ¿Qué percibe usted?
—La integración de muchos argentinos con Uruguay viene de largos años y se fue dando básicamente por vacaciones y su estadía en Punta del Este se fue estirando. Lo que quebró un poco esa vivencia más natural es que, por cuestiones de seguridad fiscal, jurídica y física, algunos decidieron mudarse y residir en Uruguay, sin dejar de tener su operación en Argentina. Y estando a una hora de viaje para lo que tengan que hacer.
Esto seguirá siendo volátil: habrá alguna ola que vendrá cuando se sienta amenazada y volverá cuando ese sentimiento se revierta. Yo le quito dramatismo: lo relevante es que mantengan la operación tanto en Argentina como en Uruguay. Y este movimiento que hacemos en PwC tiene que ver con hacer que las barreras económicas entre los dos países se vayan licuando con el tiempo. Lo ideal sería que el Mercosur contribuyera a eso, aunque no será a corto plazo. Pero el sol no se tapa con las manos y en algún momento la realidad social trasciende a las realidades jurídicas.
—Acaba de renunciar el ministro de Economía en su país, que viene de meses de alta inestabilidad en medio de serias dificultades económicas y políticas. ¿Cómo ve la situación en lo inmediato y a mediano plazo?
—De acá al nuevo período electoral será un escenario similar al actual, con cierta inestabilidad y en donde no van a haber procesos de inversión. En Argentina, los procesos de inversión son básicamente de mantenimiento: “Espero y veo a ver qué pasa en el país”.
Sí estoy convencido de que las fuerzas políticas están entendiendo que determinadas cuestiones deben cambiar y son casi básicas; soy optimista a corto plazo. Que hay que administrar bien y que el Estado no puede seguir gastando como lo hace hoy, por encima de sus posibilidades y su recaudación, y que el sector privado no lo puede seguir financiando; la presión impositiva se debe modificar porque es la única forma en que se puede generar empleo y dotar de racionalidad a la economía argentina. Hay cierto consenso, no en el gobierno, que va a continuar con este proceso; hoy, aunque tuviesen voluntad, no creo que puedan cambiar mucho. La situación seguirá este rumbo al menos hasta que estén los candidatos y se pueda estimar cuál será su criterio de gobierno.
—Su optimismo parece sustentarse en que el giro vendrá con que Juntos por el Cambio ganará las elecciones presidenciales de 2023. ¿Es así?
—Puede ser también una fuerza peronista pero más lejana al actual gobierno.
—¿Quién?
—Los gobernadores en Argentina tienen una visión mucho más razonable del manejo. De hecho, hay provincias que tienen economías mucho más ordenadas.
—¿Qué posibilidades de crecimiento tiene la figura del economista liberal Javier Milei?
—No soy politólogo, pero Milei tuvo una gran virtud, que fue poner temas en la agenda que hasta ahora eran tabú: déficit fiscal, privilegios, impuestos. Descreo de las figuras de extremo —en Argentina la historia ha demostrado— y finalmente quienes ganan las mayorías son aquellos de centro, que convocan hacia alguna moderación, si bien después, en el gobierno, podrán ser más o menos moderados.
Me podrá decir que ha sucedido en otros países que las minorías han ido ganando. Tengo la sensación de que Argentina no irá por ese lado; si la configuración de candidatos está armada sobre dos o tres grandes fuerzas, ganará una de ellas. No hay espacio para los extremos; solo habría lugar para eso en un escenario de gran atomización como hubo en 2003, pero que hoy no está dada.
—El presidente Alberto Fernández parece cada vez más debilitado. ¿Terminará el mandato?
—Creo que sí. Va a terminar administrando la situación, que no es fácil y tendrá sus vaivenes. Porque la inflación no es fácil de bajar y eso en Argentina lo sabemos bien. La situación cambiaria no es buena. Pero en la medida que pueda ir administrando todo esto —y tiene herramientas para hacerlo— va a terminar.
Sobre la economía en el corto plazo no soy optimista porque es la administración de la complejidad, tanto del sector privado como del público. No es una economía donde hoy se vea inversión. Pero sí soy optimista pensando en un nuevo gobierno, que entra con la capacidad de generar confianza y con las herramientas para poder hacer ciertos cambios.
—¿Y a Uruguay cómo lo ve?
—Uruguay nos da una sana envidia por la estabilidad jurídica, la seguridad fiscal y la seguridad física, que espero que mantenga. Tiene una gran civilidad en términos de comportamientos políticos y de administración pública, y una capacidad de crecimiento mayor y atracción de inversión: hoy es la perla de Sudamérica. Además, tiene un gobierno que es pronegocio, proempresario, que lo hace más atractivo.
—Si es la perla de la región, como dice, ¿por qué la economía uruguaya tiene una historia de modesto crecimiento promedio y una tasa potencial también baja, de poco más de 2% anual?
—Probablemente le falte escala.
—Hay otras economías chicas que crecen más.
—Sí, está bien. Una mayor integración real del Mercosur debiera ser una buena plataforma para economías como la de Uruguay y también las otras. El problema es que en el Mercosur hemos vivido peleándonos en vez de integrarnos entre cuatro economías que debieran volar. El problema es que somos las cuatro economías más cerradas del planeta. En algún momento nos daremos cuenta del error: siendo productores de energía o de alimentos, es difícil entender cómo se pierden las oportunidades como la actual, de altos precios de los commodities.
Suena razonable la estrategia de Uruguay de poner en discusión el tema de cómo nos abrimos a otros mercados en lugar de quedarnos encerrados dentro del perímetro del Mercosur. Me alegra que ponga eso sobre el tapete; después, lo que se hace lo resolverá la política.