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Por el hueco de un árbol podrido / pasa el verde silencio del Quetzal, dice un verso del poeta mexicano Carlos Pellicer. Y es justamente ese verso el que le da nombre a esta muestra de fotografías de fauna autóctona del fotógrafo Marcelo Casacuberta. El verde silencio reúne una veintena de curiosas y atractivas imágenes que se alternan con poemas de autoras uruguayas y autores mexicanos y se puede visitar hasta mediados de octubre en el Espacio Cultural de la Embajada de México (25 de mayo 512) de 10 a 17 horas. “Tal vez y sin saberlo, saco fotos de fauna para poder reencontrarme con ese animal interno al que cada uno en su interior también debería intentar salvar de la extinción”, escribió Casacuberta en un texto de presentación para esta muestra.
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Fotógrafo y realizador audiovisual, nació en Montevideo en 1965, pero vivió en México desde los 8 hasta los 18 años. Fue en tierras mexicanas donde empezó a sacar sus primeras fotografías. Y desde entonces no paró. Durante 17 años fue fotógrafo de prensa, pero su atracción por capturar la naturaleza, y también las conductas humanas, lo fue atrapando más.
En el 2021 exhibió en el Museo Figari la muestra Nocturno, fotografías tomadas en la noche, y dejó su peculiar mirada de personas y objetos sin alterar la luz natural. Y su primer libro de fauna fue Bitácoras (2019), que tomó con Guillermo Kloetzer, su socio en la productora De la Raíz Films, con la que realizan rodajes para documentales y series de televisión.
“Fui bichero desde chico, y pensé en ser biólogo, pero después me atrapó la prensa. Para alguien joven, a quien le gusta la fotografía, es muy motivante porque sacás fotos y las ves al otro día en el diario. Pero siempre mantuve el interés por los bichos. Cuando me empecé a dedicar más a la fauna, también me puse a leer mucho más porque cada foto supone una investigación previa”, explica Casacuberta a Búsqueda en un recorrido por su muestra que sigue el ciclo de la vida: comienza con el nacimiento de una mariposa que salió recién de la crisálida, y termina con un venteveo muerto.
Casacuberta va renovando sus fotos porque su trabajo es continuo. Además de sus trabajos con Kloetzer, en Lento, suplemento de la diaria, publica artículos sobre las variedades en la naturaleza y la fauna de distintos lugares del país. Por su parte, en el Instituto Clemente Estable registra en videos y fotos investigaciones y salidas de campo, y charlas didácticas o visitas guiadas con escolares y liceales.
En El verde silencio se exhiben fotos de especies curiosas o con comportamientos pocos conocidos. Es extraño encontrar a dos cangrejos violinistas en plena lucha, sin embargo, los machos de esta especie pasan la mayor parte del día peleando entre ellos. Poseen dos pinzas, una es enorme y la usan para combatir y conquistar a las hembras; la otra es pequeña y con ella se alimentan. Las hembras son pacíficas y solo tienen pinzas pequeñas. La foto tomada en la desembocadura del arroyo Maldonado muestra a dos de estos cangrejos guerreros en pleno enfrentamiento con sus pinzas de color anaranjado más grande que sus cuerpos. Otra danza y otra guerra es la del ñandú macho que despliega sus alas como un pavo real para impresionar a la hembra (ver foto).
Para encontrar el instante justo, el fotógrafo tiene que tener paciencia. Hay una imagen de una abeja sobre un plumerillo, con un hermoso juego de color y luz, que le llevó unos 15 minutos, pero puede pasar horas esperando, cubierto con una capa, tirado entre arbustos o sentado. “A veces esperás y esperás y no llega el gavilán que estás esperando y terminás fotografiando un naranjero. Siempre trato de que en la foto esté el animal en su ambiente natural. Es una combinación entre lo estético y la divulgación. Pero no siempre es posible lo estético porque no se puede ubicar al animal para que, por ejemplo, le dé mejor la luz”.
Prefiere el día para fotografiar la fauna, sin embargo, la noche es para él el mejor momento para retratar personas. “Voy a la plaza Independencia de día y no se me ocurre nada, pero de noche es otra cosa. Con los animales ocurre lo contrario. No puedo estar a un metro de un zorro o un carpincho porque se mueven o se espantan. Trabajar de noche con fauna es complicado, se hace, pero con muchos aparatos y tecnología de luces”. A veces sí la noche le permite acercarse a algunas especies, como lo hizo con las ranas monito. “Estos hermosos anfibios están acostumbrados a la acrobacia. Pasan casi toda su vida trepados a arbustos y árboles, atrapando langostas y cucarachas. (…) Hasta se reproducen trepando”, dice el texto de la foto. Y así, en plena reproducción, con el macho subido a la espalda de la hembra, que es más grande, los capturó Casacuberta.
Otra rareza es la araña lobo que en la fotografía se ve enorme sobre una hoja marrón. Su peculiaridad es que no teje una tela, sino que se mueve para atrapar a su presa, la esperan al acecho, la emboscan y la atrapan rápidamente. También curioso, y bellísimo, es el hornero blanco. El texto que acompaña su foto indica que no es albino, sino que le falta pigmentación en sus plumas.
Casacuberta trajina el territorio uruguayo buscando estas especies raras, pero también se asesora con expertos. “Los conozco a todos, a los expertos en reptiles, escorpiones, peces, lagartijas… Me dicen en qué departamentos pueden estar, en qué ambientes, a qué hora comen”. De estas investigaciones y de su poder de observación descubrió, por ejemplo, que el surucuá está en Cerro Largo en una zona muy específica y que es un ave pariente del quetzal del sur de Brasil, por donde entró a Uruguay.
Están los peces anuales que también son peleadores y se atacan cuando impulsan olas con sus aletas. Está el gecko de las piedras, que es un reptil pequeño y sigiloso que pasa inmóvil, como meditando entre las rocas. Está la araña de la arena que sale de su cueva cuando baja el sol para buscar comida y pareja, pero si tiene la mala suerte de desagradar al macho, puede terminar engullida.
“En México sacaba fotos de bichos en el Zoológico y en casa siempre tenía alguna lagartija o culebra en una pecera. Fueron mis primeras fotos de animales, también las primeras filmaciones”, recuerda Casacuberta. Ahora tiene solo peces o temporalmente alguna especie para filmar y fotografiar que después devuelve a su lugar natural.
Las fotos de la exposición se complementan con una proyección en la que aparecen otros 40 animales más. El sonido de los pájaros rompe de a ratos el silencio, que es verde, como un poema.