“No me levanté nunca en mi vida antes de que terminara una película. Nunca. Me banqué los bodrios —que han sido unos cuantos— sentado. No quiero exagerar, pero es como una especie de compromiso. Tampoco me fui de un partido de fútbol antes de que terminara, así fuéramos perdiendo cuatro a cero y faltaran dos minutos. Claro, me fui caliente muchas veces, pero nunca me levanté. Es algo inexplicable, lo reconozco”, relató años atrás en una entrevista en la sección cultural de Búsqueda (Nº 1.397). El cine es un gusto que comparte con Claudia Hugo, su tercera mujer, quien lo acompañó en la secretaría en el Parlamento y ahora en el ministerio.
El académico y el político
Danilo Ángel nació el 23 de abril de 1940 en Montevideo; fue el mayor de los tres hijos de la pareja Astori-Saragosa, una familia de clase media asentada en una casa con poco de lo que se conoce como el Prado residencial.
Recibió educación salesiana en el Colegio Maturana y en el Seminario, antes de entrar, con 16 años y sin la vocación totalmente definida, a la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de la República. Lo recuerdan como un alumno “brillante”, “disciplinado” y con una memoria “prodigiosa” que le permitía citar textualmente lo que leía.
Con Ricardo Zerbino, compañero de la carrera de economista, y Julio César Porteiro, que estudiaba para contador, se juntaban a preparar materias en sus casas. En la residencia de Carrasco del años después ministro colorado el recreo era jugar frontón. También hacían partidos de fútbol en la playa del Buceo. Con Porteiro, Astori se divertía interpretando personajes de la historieta del Flaco Cleanto que aparecía en el suplemento Lunes de El País. El contador Jorge Perazzo, hoy titular de la Corporación Nacional para el Desarrollo, es otro de sus “hermanos de la vida”.
En 1963 Astori se graduó con una tesis sobre Vinculación entre educación y desarrollo económico y social hecha junto con Zerbino, Alberto Couriel y José Santías.
Apenas recibido de contador-economista entró a trabajar en lo que se conocía como la CIDE-Agropecuaria, antecesora de la Oficina de Política y Programación Agropecuaria (Opypa). El ministro de Ganadería de la época, Wilson Ferreira Aldunate, fue uno de sus “grandes maestros”, según dijo para el libro Astori. Vida y pensamiento político de Miguel Ángel Campodónico.
A fines de los años sesenta con Zerbino coincidió en Santiago de Chile formándose en el Instituto de Planificación Económica y Social de Naciones Unidas. Por esos años siguió viajando a distintos países de la región, dictando cursos y haciendo consultorías. Astori ya se había casado con su primera novia, Norma, vecina del barrio.
De vuelta en Montevideo, fue docente en Ciencias Económicas. Llegaba a las clases, se sentaba y esperaba con las piernas cruzadas aguardando silencio. Los estudiantes enseguida se callaban, relató a Búsqueda un compañero de facultad de Astori. Ya imponía respeto. También dictaba un curso teórico, pero iba a clases de práctico y se acomodaba en el fondo a escuchar.
En 1972 asumió como decano de esa facultad por aproximadamente un año, hasta que lo corrió la dictadura acusado de confabulación por no reprimir las actividades gremiales del centro de estudiantes. Volvió al cargo con el restablecimiento democrático. En el interín hizo consultoría privada desde Uruplan Sociedad de Consultores, que había creado en 1969 con Porteiro y dos socios más; tras el cierre del emprendimiento, Astori fundó junto con otros el Centro Interdisciplinario de Estudios sobre el Desarrollo del Uruguay (Ciedur).
No tenía militancia partidaria y su aproximación a la política se dio, en parte, por Líber Seregni, quien lo convocó junto con otros jóvenes para participar en la elaboración programática de la naciente coalición de izquierda. Hasta entonces no conocía al líder histórico del Frente Amplio, que se transformaría, según aseguró, en su otro “gran maestro”. Por él sentía cariño y admiración.
Ya metido de lleno en la política, encabezó primero los Núcleos de Base Líber Seregni. Al general (r) lo acompañó en la fórmula del Frente Amplio en las elecciones de 1989 que ganó el blanco Luis Alberto Lacalle, pero entró al Senado gracias a un acuerdo que lo ubicó como cabeza de todas las listas del Frente Amplio.
Con los años la concepción ideológica de Astori fue pasando de posturas de izquierda más clásicas a otras socialdemócratas. Estaba convencido de que la coalición debía renovarse para tener chance de desplazar del poder a los partidos históricos. Para algunos de sus compañeros de partido, ciertas posturas lo ubicaban “con la derecha”, como cuando apoyó la reforma electoral que instaló el balotaje.
En 1994 creó su propio grupo, Asamblea Uruguay, para dejar de ser un “frenteamplista a secas” y poder incidir en la orientación partidaria, recogió Campodónico. Como senador fue reelecto en ese año y otra vez en 1999, después de haber perdido con Vázquez en el estreno de las internas presidenciales obligatorias.
Su modo de hablar profesoral cautiva a los habitantes del mundo de los negocios —empresarios, inversores, analistas— pero suena soberbio y distante para los devotos de los caudillos. Quizás por eso las urnas siempre han sido un desafío para él.
El ministro y el vice
Con el triunfo de Vázquez en 2004, Astori asumió al frente del Ministerio de Economía, tal como se había anunciado en la campaña electoral. Se rodeó de técnicos solventes, fogueados en la militancia estudiantil —Fernando Lorenzo, Mario Bergara, Andrés Masoller— y con posgrados afuera. Con ellos tenía muy poca relación previa, pese a lo cual el grupo logró la solidez de una roca.
Apenas recuperó el aliento tras la crisis de Cofac —resuelta con el apoyo del gobierno venezolano de Hugo Chávez, que a través del banco estatal Bandes absorbió a esa cooperativa financiera e instaló una sucursal en Uruguay con más sentido político que comercial—, el ministro ya estaba sumergido en una compleja discusión sobre el primer Presupuesto quinquenal. Astori tuvo que poner en juego todo su peso político buscando impedir que, como defendía el presidente Vázquez y el ministro de Educación, Jorge Brovetto, el compromiso de llevar el gasto en educación a 4,5% del Producto Bruto Interno comprometiese las finanzas públicas e hiciera caer el acuerdo recién alcanzado con el Fondo Monetario Internacional. El equipo estuvo a punto de acabar tempranamente su gestión, pero finalmente se revió el artículo de la polémica. Aunque se erosionó la relación con el mandatario, Astori y sus economistas salieron fortalecidos. Tras ese episodio, en esos años se “aseguró la sustentabilidad fiscal” del país, evaluó uno de los protagonistas de la época, consultado por Búsqueda.
Con una reforma tributaria ya en marcha —que eliminó varios impuestos e introdujo el prometido gravamen a la renta personal—, Astori dejó el cargo en setiembre de 2008 para volver al Senado y hacer campaña. Perdió en las internas presidenciales y terminó secundando en la fórmula a Mujica. Otra vez fue convocado para mostrar equilibrio (aunque no se sentía cómodo con el estilo del exlíder tupamaro).
En ese período como vicepresidente de la República la economía fue monitoreada por técnicos que le eran afines. Ese equipo fue desafiado por economistas que rodearon a Mujica en la Torre Ejecutiva; sin embargo “ganó Harvard”, aunque no todas. Por ejemplo, Astori discrepó con el “impuesto a la tierra” gestado desde el entorno mujiquista ya que lo consideraba “un error” que cambiaba las “reglas de juego”. Pero terminó apoyándolo, dijo, por disciplina (Nº 1.625).
Por entonces debió, más de una vez, ratificar el “rumbo” de la política económica e instar a evitar “atajos”, cuando algunos veían que su equipo perdía batallas. “¿Qué sería un corrimiento a la izquierda? ¿Aumentar las funciones del Estado como empresario? Cometeríamos un grave error si lo hiciéramos. ¿Estatizar las actividades privadas? Cometeríamos otro gravísimo error”, declaró en enero del 2012 (Nº 1.646).
Astori fue uno de los embanderados detrás de la idea de integrar más a Uruguay al mundo —mediante, por ejemplo, la negociación de un tratado comercial amplio con Estados Unidos y el acuerdo para la liberación de los servicios conocido por la sigla TISA—, un posicionamiento que varias veces lo encontró con pocos aliados en el oficialismo. En palabras de Mujica, en esta área, hasta ahora, “perdió Harvard”.
Y su insistencia con la importancia de atraer inversión —nacional, pero necesariamente, también la extranjera— para generar empleos no contagia a comunistas y emepepistas, entre otros grupos del Frente Amplio que consideran demasiado generosos los beneficios fiscales otorgados.
Durante el mandato de Mujica, la gestión de las empresas públicas se escapó del control del equipo económico astorista, que otra vez estuvo a punto de desintegrarse.
Un aval del Banco República gestionado políticamente a favor de una empresa española para facilitarle la compra de aviones de la cerrada aerolínea Pluna, salpicó al Ministerio de Economía. Lorenzo, su titular, terminó renunciando y procesado por “abuso innominado de funciones”. En las elecciones de 2014, el Frente Líber Seregni —que nuclea a Asamblea Uruguay y otros grupos— perdió cerca de 100.000 votos respecto a 2009, pero para Astori el “caso Pluna” influyó “muy poco” y sólo golpeó en “círculos menos masivos y más informados”.
Vázquez volvió a confiarle la gestión de la economía en su actual gobierno, dándole, una vez más, continuidad a las políticas.
Astori ha dicho que, en general, está conforme con lo hecho por los gobiernos frenteamplistas —“la gente vive hoy mejor a como vivía en 2005”—, aunque es crítico con los resultados en la educación. También admite que el déficit en infraestructura de transporte limita el crecimiento; un “involucramiento muy grande (de Economía) para hacer posible avances” en esas áreas era la prioridad de su gestión para el actual período, según dijo a Búsqueda en noviembre de 2014 (Nº 1.790).
Por otro lado, ha cuestionado la falta de renovación de los liderazgos dentro de la izquierda. De hecho, él forma, junto con Vázquez y Mujica, la tríada de políticos más influyentes de los últimos 15 años, lo que en su caso puede prolongarse si decide volver a correr la carrera presidencial y, esta vez, además de ganas, tiene éxito.