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En principio parece una típica historia de adolescentes, con bromas a los profesores, bailes de promoción, deportistas ganadores y jóvenes que sufren burlas o se sienten marginados. Sin embargo, todo es familiar y a su vez diferente en este relato de Stephen Chbosky. El escritor norteamericano (Pittsburgh, 1970) se hizo famoso en 1999 con su novela “The Perks of Being a Wallflower”, sobre un adolescente retraído y muy inteligente que le escribe cartas a un desconocido para contarle sus vivencias. La traducción al español de la novela con el título Las ventajas de ser invisible (Alfaguara, 2012) coincidió con el lanzamiento de la película escrita y dirigida por el propio Chbosky, que acaba de estrenarse en Montevideo.
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El primer logro de la novela es transmitir con veracidad la voz de un adolescente que en apariencia es igual a cualquier otro, aunque a través de sus cartas, escritas a modo de diario íntimo, se va mostrando como un ser especial: “Tú ves cosas. Te las callas. Y las comprendes”, le dirá uno de sus amigos. En eso consiste el poder y el sufrimiento de Charlie: su sensibilidad le permite captar la esencia de los otros, pero nadie parece percibir que él está allí. Tal vez por eso elige un destinatario real y a la vez desconocido para enviarle sus cartas, a quien nunca vio, aunque sintió hablar de él en una conversación. De esta forma, Charlie le puede contar todo a alguien imparcial y también “invisible”, del que no espera respuestas ni consejos.
Cuando comienza a escribir sus cartas, el personaje está iniciando su primer año de preparatorios y apenas ha podido superar el suicidio de Michael, su mejor amigo. Aún con ese duelo y con su timidez casi patológica, desde el primer día se convierte en “el raro” de la clase y en centro de bromas de mal gusto. Con el único con quien consigue relacionarse es con su profesor de Literatura, que de inmediato se da cuenta de que ese estudiante es diferente a los demás y que vale la pena prestarle libros para que los comente por escrito.
Charlie lleva una vida solitaria en una familia sin mayores problemas: sus padres tienen una relación sin conflictos, su hermana es sociable y muy popular y su hermano mayor es una estrella del fútbol americano en la universidad. Pero esa familia carga con algunas sombras pesadas, que el personaje irá develando en su relato. En especial la muerte de su tía Helen va creciendo en importancia hasta que se descubre un hecho sórdido que ha marcado a Charlie y que es la explicación de sus temores y de su soledad.
Son constantes las alusiones a una época pasada, que a través de las fotografías se muestra como la etapa feliz de la infancia, aunque ese sentimiento es solo una ilusión que transmite la imagen: “Las fotos antiguas parece que son muy toscas y juveniles, y la gente de las fotos siempre parece mucho más feliz que tú. (...) Solo espero acordarme de decirles a mis hijos que ellos son tan felices como yo parezco en mis viejas fotografías. Y espero que me crean”, le cuenta Charlie a su “querido amigo” en una carta.
Cuando el protagonista conoce a Patrick y a su medio hermana Sam, alumnos del último año de preparatorios, comenzará a vivir nuevas experiencias. Ellos también cargan con sus propios traumas, pero saben disfrutar con entusiasmo de un grupo de amigos singulares en el que Charlie se sentirá a gusto. Asiste a varias fiestas, prueba diversas drogas, se incorpora al fanzine “Punk Rocky” y a las representaciones que el grupo realiza en un teatro under mientras proyectan la película de culto “Rocky Horror Picture Show”.
También se enamora de Sam, y el suyo es un amor idealizado e ingenuo, como suele ser el primer amor adolescente: “Si te soy sincero, quiero a Sam. Aunque no es como un amor de película. Solo la miro a veces y me parece que es el ser más bonito y más amable del mundo entero”, cuenta en otra carta.
El libro de Chbosky tiene ecos de “El guardián en el centeno”, novela en la que J.D. Salinger captó como pocos la voz de un adolescente enfrentado a la hipocresía del mundo adulto. Ese es uno de los libros que Charlie lee y sobre el que escribe con entusiasmo para su profesor de Literatura. Y sus lecturas se van enriqueciendo con otras novelas como “Matar un ruiseñor”, “El Gran Gatsby”, “El extranjero” o “El almuerzo desnudo”.
Y junto con los libros aparece la música, porque esta novela tiene una gran banda sonora que la versión cinematográfica sabe explotar muy bien. Los jóvenes escuchan canciones como “Smells Like Teen Spirit”, de Nirvana, “Asleep”, de The Smiths, “Gypsy”, de Susan Vega, “Daydream”, de Smashing Pumpkins, “Dusk”, de Genesis, y sobre todo “Something”, de los Beatles, adquiere un significado especial para el personaje, que así lo relata: “Solía escucharla todo el rato cuando era pequeño y pensaba en las cosas de los mayores. Me iba a la ventana de mi dormitorio y contemplaba fijamente mi reflejo en el cristal y los árboles detrás de él y escuchaba la canción durante horas. Decidí entonces que cuando conociera a una persona que me pareciera tan bonita como la canción se la regalaría”.
Con anécdotas muy simples, Chbosky escribió una novela atractiva que se apoya en personajes creíbles, que viven sus dilemas sexuales y familiares sin perder la vitalidad juvenil. Ese mismo espíritu entre risueño y dramático lo capturó en la película, la primera que dirige, en la que dejaron su huella los mismos productores de “La joven vida de Juno”, otra historia con una adolescente “especial” como protagonista.
En Las ventajas de ser invisible, Chbosky, guionista de la serie de televisión “Jericho”, encontró un elenco joven que resulta perfecto para su trama. Entre ellos se destaca el trío protagónico: Logan Lerman, que interpreta a un Charlie sobrio, emotivo y muy querible; Emma Watson (la actriz de “Harry Potter”), en el papel de Sam, y en el rol de Patrick, el versátil Ezra Miller, un actor que ya había sorprendido con su interpretación en “Tenemos que hablar de Kevin”, en la que realmente daba miedo. Hay una química agradable entre estos tres actores, que llevan con naturalidad una historia sobre las buenas y malas decisiones y sobre las viejas y nuevas cicatrices.
Ambientada en los inicios de los 90, sin celulares ni computadoras, la película sigue con fidelidad la historia de la novela, aunque no profundiza en algunos personajes que en el libro son importantes y trata con mayor sutileza los momentos más escabrosos. Lo que sí rescata es el mismo tono reflexivo sobre las relaciones humanas, y una pregunta fundamental: “¿por qué las personas buenas eligen siempre a las personas incorrectas?”, encuentra en el sensible Charlie su respuesta: “Aceptamos el amor que creemos merecer”.