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El Partido Nacional de los contrastes: el candidato millonario que viaja en avión y el que recorre el país arriba de un ómnibus
Juan Sartori oficializó su precandidatura hace apenas semanas y ya tiene 2% en intención de voto; Carlos Iafigliola largó hace un año y sigue estancado en el 0%
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Carlos Iafigliola es un hombre de fe. Por eso cuando llegó a Tres Cruces y se subió al ómnibus de la empresa Turil rumbo a Artigas, intuía que algo bueno podía pasar. Era octubre. Iba solo con su mochila y dos nombres anotados en su bolsillo. Dos referentes locales, dos dirigentes blancos con los que alguna vez tuvo contacto pero no veía hacía años. Estaba terminando de armar su agrupación para cumplir con los requisitos formales que les exige el directorio blanco a todos los precandidatos del Partido Nacional. Necesitaba generar una mínima estructura en el departamento más alejado de la capital. Iba a golpear puertas, como lo hace un predicador. Y era tanta la fe que se tenía Iafigliola que parece que se vio recompensado. Porque se encontró con las dos personas que buscaría en Artigas ahí mismo arriba del ómnibus. A uno lo vio cuando se subió, mientras intentaba ubicar su número de asiento; al otro se lo cruzó cuando bajó en la calurosa terminal de la ciudad fronteriza, después de algo más de ocho horas de viaje.
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Juan Sartori no demora tanto en llegar a los destinos que marcan su agitada agenda en el interior del país. Ni siquiera pierde mucho tiempo cuando tiene que hacer viajes más largos, desde el exterior. Es un ejecutivo. De los que tienen su vida cronometrada. Cuando vino al Uruguay, después de que se anunciara su intención de presentarse como precandidato blanco, bajó de un jet privado que rentó en Buenos Aires y salió por la sala vip del Aeropuerto internacional de Carrasco. Afuera lo esperaban decenas de micrófonos de los principales medios periodísticos del país. Aún no era oficial su candidatura. Había dirigentes del Partido Nacional que decían que no lo conocían. Pero Sartori acaparaba la atención de todos. Las cámaras lo seguían adonde fuera. Sartori en los informativos mirando un partido de la divisional C: Bella Vista- Colón, en una tarde gris y lluviosa en Montevideo. Sartori en el prime time, filmado en una tribuna del Estadio Centenario durante el clásico del fútbol uruguayo. “¿Lo conocés a Sartori?”, se preguntaba un grupo variado de personas en un aviso publicitario que se colaba a cada rato en la televisión, en la radio, en YouTube y en todas las plataformas digitales posibles. Sartori en todos lados. Y Iafigliola volvía en ómnibus desde Artigas saboreando el pequeño triunfo de dos dirigentes confirmados para su agrupación nacional y con una anécdota para contar: cuando salió de una entrevista en la Radio Cuareim vio que en la vereda había un despliegue de periodistas locales prontos para hacer preguntas. Iafigliola los saludó y siguió de largo. “Deben estar esperando a alguien importante”, pensó. Le tuvieron que avisar que estaban ahí para reportearlo a él. Y cuenta que, todavía encima, en el momento en que lo entrevistaban, pasó el intendente Pablo Caram y le dijo: “Carlitos, después pasá por mi despacho a conversar un rato”. Una jornada de victorias para Iafigliola.
Cuando Sartori tomó la decisión de meterse en política vendió sus acciones en unas 10 empresas de todo el mundo para estar liberado y con tiempo suficiente para dedicarse de lleno. Hace un año, antes de decidir lanzarse como precandidato, Iafigliola renunció a su trabajo como jefe comercial en una empresa de televisión para abonados en la zona rural.
Carlos Iafigliola, 55 años, diputado suplente, habitante de un complejo de viviendas en Malvín Norte, católico fervoroso, defensor del concepto de familia, militante antiaborto, militante contra la ley trans, empezó a mover la idea de ser precandidato en noviembre de 2017. Primero se independizó del sector del precandidato favorito en las encuestas, el senador Luis Lacalle Pou. Después empezó a armar estructura en los 19 departamentos del país. Le llevó más de 12 meses hacerlo. El 3 de diciembre le comunicaron en el directorio que era el tercer precandidato, además de Lacalle Pou y Jorge Larrañaga, en cumplir con todos los requisitos formales para competir en la interna.
Cuando Iafigliola oficializó su precandidatura, hace más de un año, Juan Sartori era un nombre totalmente ajeno al Partido Nacional. Multimillonario, 37 años, empresario, residente en Europa, accionista y director del club de fútbol inglés Sunderland, casado con la hija de un magnate ruso, fundador de la empresa agrícola Union Agriculture Group. Todo el sistema político conocía a Sartori. Pero la gran mayoría de los dirigentes no sospechaba ni remotamente de sus aspiraciones presidenciales. Y menos con el Partido Nacional como plataforma. No lo veían venir hace un año, cuando Iafigliola anunciaba que sería uno más en la carrera de las elecciones internas, ni tampoco hace unos meses, cuando salió la noticia en Búsqueda. Fake news, fue la respuesta por reflejo. Pero hubo algunos movimientos cronometrados: una llamada a la sede nacionalista en setiembre, una afiliación telefónica de un nuevo adherente de apellido Sartori, un registro de una vieja agrupación liderada por el exdiputado rochense Alem García. Y listo. Ocurrió Juan Sartori. Un nuevo precandidato en la siempre competitiva, polarizada y atractiva interna blanca.
La última encuesta de Equipos reveló que ya hay 2% de los electores blancos que piensan votar a este último competidor, a alguien que lleva apenas semanas como hombre del Partido Nacional. La misma encuesta le arrojó un lapidario 0% a Iafigliola, el que milita con los blancos desde el año 1988, el que hace un año trata de asomar la cabeza como puede en la interna nacionalista.
Los pasacalles y las gigantografías
En la noche del martes 18, mientras el politólogo Ignacio Zuasnabar presentaba los datos de la última encuesta de Equipos en Subrayado, Iafgliola estaba ayudando a unos jóvenes militantes a colgar pasacalles con su nombre. Invirtió en 100 de esos carteles chicos, que se atan de un árbol a otro, y tienen un costo de $ 300 cada uno. Dice que ni se gastó en averiguar precios para colocar gigantografías en edificios o en la vía pública. En la última campaña poner un cartel de esos no bajaba de los US$ 2.500 al mes. Para esta, ya están todos los espacios disponibles ocupados. Sartori fue uno de los que invirtió fuerte en este tipo de publicidad. Cuando Iafigliola terminaba de colocar uno de sus 100 pasacalles, le sonó una notificación de WhatsApp. Era un amigo que estaba viendo Subrayado y le pasó la captura con el amargo 0% en intención de voto. “Ese cero me impactó mal, me generó bronca, confusión, me deprimió. Y así me fui a dormir”, cuenta el precandidato a Búsqueda. Al otro día, “luego de reflexionar y reflexionar”, acomodó “el cuerpo y la cabeza” y se dijo a sí mismo: “Mi vida ha sido siempre así , luchar, caer, levantarme y volver a luchar”, y escribió un tuit avisando que no pensaba bajarse.
Cuando Sartori tomó la decisión de meterse en política vendió sus acciones en unas 10 empresas de todo el mundo para estar liberado y con tiempo suficiente para dedicarse de lleno. Iafigliola tuvo que hacer algo parecido. Hace un año, antes de decidir lanzarse como precandidato, renunció a su trabajo como jefe comercial en una empresa de televisión para abonados en la zona rural.