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    El Poder Ejecutivo está dispuesto a discutir la ley de ocho horas; la jornada laboral está en “crisis”

    Al mismo tiempo que se fortalecía el movimiento obrero, el Uruguay de José Batlle y Ordoñez prohibía el trabajo a los menores de 13 años y garantizaba un día de descanso cada seis. También fijaba un tope de ocho horas a la jornada laboral para “obreros de fábricas, talleres, astilleros, canteras, empresas de construcción de tierra o en los puertos, costas y ríos; de los dependientes o mozos de casas industriales o de comercio, de los conductores, guardas y demás empleados de ferrocarriles y tranvías; de los carreros de playa, y, en general, de todas las personas que tengan tareas del mismo género de las de los obreros y empleados”, en una ley —la 5.350— que esta semana cumplió 100 años.

    Hoy, un siglo después, varios de esos oficios desaparecieron y cambiaron las condiciones laborales.

    La masividad del celular y la cultura del “estar siempre conectados”, así como las nuevas formas de trabajo, han llevado a una “crisis” de la jornada laboral de ocho horas, señalaron ayer miércoles 18 varios académicos al exponer en un seminario que conmemoró los 100 años de la ley 5.350.

    La posibilidad de acotar la joranda, reivindicada tiempo atrás por el PIT-CNT, resurgió en ese foro y un jerarca del gobierno aceptó considerarlo. “No hay que rehuir a las discusiones”, afirmó el director de Trabajo, Juan Castillo, y aludió al debate que hubo sobre la Ley de Responsabilidad Penal Empresarial: “Todo lo que se decía, y no pasó nada”.

    Consideró que están dadas las condiciones para abrir una discusión al respecto porque hay varios ámbitos para hacerlo.

    “En el Estado lo sufro desde adentro. Todavía quedan jornadas de 6, 6:30, 7:15, 7:45 y 8 horas y hay de 4 también. Porque con las concepciones neoliberales los gobiernos de la época no daban aumento salarial y reducían la jornada. Era la forma de intercambio que tenían”, señaló Castillo, un ex dirigente sindical.

    Héctor Zapirain, que participa en representación de los trabajadores en el Consejo Superior Tripartito, opinó que una eventual reforma de la ley debería ir por el horizonte de las 35-40 horas semanales, sin que ello implique reducción de salario del trabajador.

    Desde el sector empresarial, Juan José Fraschini —quien también integra el órgano superior de negociación colectiva— defendió la jornada de ocho horas, pero consideró que el “tiempo de trabajo es necesario regularlo de un modo un poco distinto”. Planteó que es preciso evaluar con “equilibrio” los intereses de las partes y dijo que el mejor instrumento para ello es la negociación colectiva.

    Overol y taxis

    “Se van erosionando las seguridades porque cada vez es más complejo diferenciar el tiempo de trabajo del de descanso. Antes el obrero metalúrgico se quitaba el overol y comenzaba sus 16 horas de descanso. Yo hoy no recuerdo tener 16 horas de descanso porque todos estamos en una cultura en la que entregamos todo nuestro tiempo a este artefacto terrible”, dijo, señalando su celular, Juan Raso Delgue, catedrático de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad de la República (Udelar).

    Comentó que para los conductores de taxímetros “no existen” las ocho horas y tampoco para las vendedoras de tiendas de ropa durante las jornadas de descuentos que organizan los shopping centers, que “ese día quizás atendieron a 1.000 o 1.500 personas”.

    “Perdimos la diferenciación de la vida laboral y familiar. En Europa hay nuevos movimientos de trabajadores que reclaman la libertad de desconexión. Estamos frente a una ley que dice que hemos progresado (la de las ocho horas), pero en otras vías vamos como el cangrejo: un paso hacia adelante y dos hacia atrás”, graficó.

    “El trabajo cambió sustancialmente. Hoy creo que estamos trabajando en nuestras casas. Tenemos ocho horas de oficina, pero nos llevamos los problemas. Y la referencia deja de ser el trabajo material”, agregó el sociólogo Marcos Supervielle, de la Udelar.