“Entonces llegó Chávez, un golpista militar convicto y confeso, aunque nunca condenado, y en la desesperación, la gente optó por él”, explicó.
—En setiembre se conoció la sentencia definitiva de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que ordenó al gobierno de Venezuela devolver la frecuencia y los equipos de Radio Caracas Televisión (RCTV), confiscados en 2007 por orden del ex presidente Hugo Chávez. ¿Cuál es su reflexión general sobre este fallo?
—El fallo de la Corte es el resultado de ocho años de lucha. Agotamos todas las instancias legales en Venezuela. Pero como los tribunales ni siquiera querían conocer el caso, acudimos a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y de ahí derivamos a la Corte. Es una sentencia muy importante porque sienta jurisprudencia útil para todos los periodistas y medios de comunicación de las Américas. Lo que dice el fallo sobre el ataque a la libertad de expresión, sobre la desviación de poder, sobre la discriminación y sobre la transparencia en la actuación pública es extremadamente importante. Fue una satisfacción obtener justicia después de tantos años. Pero la lucha apenas comienza porque el capitán Diosdado Cabello, quien comparte el poder con Nicolás Maduro, ya declaró “inejecutable” este fallo de la Corte.
—¿Cómo definiría al gobierno actual en Venezuela?
—Podría decirse que es tanto un régimen casi comunista como militar, aunque quizá es algo peor: es un régimen amponil, mafioso, que cree que la República es un botín que ellos se merecían por haber militado en las Fuerzas Armadas venezolanas. Hugo Chávez era un hombre muy temeroso; Fidel Castro entendió eso muy bien y lo manipuló muy hábilmente. Lo rodeó de gente que lo hizo sentir más seguro. Hay entre 60.000 y 100.000 cubanos trabajando para el gobierno en Venezuela, muchísimos de ellos en las Fuerzas Armadas. De todos modos, el gobierno se siente inseguro respecto a las Fuerzas Armadas. Hay un alto mando muy corrompido, pero en los escalafones inferiores los militares son tan venezolanos como cualquiera y rechazan esta situación.
—¿Cómo ha reaccionado la gente?
—Según las encuestas, hay un 80% de rechazo al presidente Maduro y al capitán Cabello, pero usted no ve en las calles ese estado de protesta. La gente está harta de la inseguridad, de la escasez, de la inflación y de la corrupción, pero no se ve la protesta pública. ¿Por qué? Porque reina la desconfianza y el miedo. La represión ha sido muy selectiva, pero muy ejemplarizante. Cuando encarcelan a Leopoldo López o le quitan su representación parlamentaria a María Corina Machado, están enviando un mensaje muy claro que el pueblo decodifica así: “si ellos, que son políticos muy importantes, no pueden protestar, ¿cómo voy a hacerlo yo que soy un simple ciudadano?”. Durante este gobierno ha habido 250.000 homicidios y en las calles andan 245.000 asesinos libres, que no han sido sometidos a juicio. ¿Cómo no va a tener miedo la gente?
—¿Cuál es, a su juicio, el proyecto chavista? ¿Qué persigue?
—El proyecto político consiste en apoderarse de los recursos de Venezuela per sécula seculórum. Es la primera vez que se ha visto en Venezuela cómo unas mafias políticas y jefes militares se han apoderado del país, destruyendo todas las instituciones, dañando seriamente la confianza necesaria para que una sociedad funcione y entronizándose en el poder, sin rendirle cuentas a nadie. Hace pocos meses se descubrió que habían pasado por el HSBC 12.000 millones de dólares, en operaciones que involucraban a altos funcionarios y algunos militares, y nadie pidió cuentas de eso. Después, hubo otro descubrimiento similar en unos bancos de Andorra por 4.000 millones de dólares y tampoco hay alguna averiguación pendiente. Por eso, la verdadera vocación es controlar los recursos de Venezuela, no para repartirlos mejor sino para enriquecerse ellos.
—¿Cómo vive el pueblo común la situación económica?
—La Constitución asigna claramente al Banco Central de Venezuela la función de proteger el valor adquisitivo de la moneda y la capacidad de compra de los habitantes. Eso está destrozado. Cuando Chávez llegó al poder, el tipo de cambio era más o menos 500 bolívares por dólar. Ahora está a punto de llegar a un millón de bolívares por dólar. Ese es un ejemplo de las penurias que pasa la mayoría de la población, sobre lo cual abundaré durante mi conferencia en Montevideo.
—En este clima, ¿es posible que las elecciones parlamentarias del 6 de diciembre sean limpias? ¿O usted cree que habrá fraude?
—El fraude es consustancial al régimen chavista.
—Pero, aun en la hipótesis de un fraude, ¿existe la posibilidad de un triunfo de la oposición?
—Sí, aun bajo este régimen.
—¿Y el gobierno reconocería un eventual resultado adverso?
—En la cúpula del gobierno, es decir, en el grupo mafioso que controla al país, no existe esa voluntad. En cambio, sí creo posible que ante un resultado adverso, dentro de los mismos factores políticos y militares que apoyan al régimen, se abra una grieta. Va a llegar un momento en que a pesar de que la pequeña cúpula mafiosa se oponga a entregar el poder, sus apoyos se van a ir resquebrajando. Entre otras cosas, porque Cuba le ha dado la espalda a Venezuela de una manera olímpica. El desprecio de los hermanos Castro por Chávez, Maduro y lo que ellos representan se puso en evidencia cuando nos enteramos al día siguiente del acuerdo entre Cuba y Estados Unidos. Al decaer la consistencia del apoyo cubano, se van a abrir grietas en el partido de gobierno y en los factores de poder. También creo que la vergüenza cada vez mayor que sienten los militares que no están involucrados ni en tráfico de drogas, contrabando y otras operaciones delictivas, eso va a pesar. Hay fuerzas morales capaces de derrotar al régimen, que nunca va a reconocer una derrota.
—¿El gobierno chavista puede irse “por las buenas” (perdiendo elecciones) o solo se iría “por las malas” (golpe de Estado militar, revuelta popular, etc.)?
—Descarto el golpe de Estado militar. Pero una revuelta popular es posible. El gobierno ha abusado tanto de la gente, que un día la gente puede decir: “basta, se acabó, no más”. Ese día lo sabremos al día siguiente de que ocurra, si es que ocurre. Porque, en todo caso, sería algo muy espontáneo.
—El gobierno ha acusado a RCTV y a usted de haber apoyado el golpe de estado contra Chávez en el año 2002. ¿Cómo fue eso?
—Yo diría “cómo no fue eso”. Porque ni RCTV ni yo apoyamos ningún golpe de Estado. Mire: yo no vivo en el exterior, exiliado. Yo vivo en Caracas. Ojalá hicieran un juicio y me acusaran de eso. Yo llevo más de una década diciéndoles, primero a Chávez y ahora a Maduro, que si piensan que yo soy golpista o que apoyé algún golpe, pues que vayan a los tribunales, que además ellos los controlan. ¿Creen que soy o fui golpista? Pues vamos a los tribunales y vamos a discutirlo. Así yo tendré derecho a defenderme y no sigamos en este sistema donde ellos lanzan acusaciones irresponsablemente, uno no tiene la menor posibilidad de probar su inocencia y la cosa queda en el aire. Ese es un método muy totalitario, de tratar de desacreditar a la gente desde el poder sin permitirle la defensa. Yo los reto a que si piensan eso, vayan a los tribunales. Por supuesto, soy consciente de que a los jueces los controlan ellos. Pero, aun así, estoy dispuesto a correr ese riesgo. Yo vivo y trabajo en Venezuela. Y los reto a que hagan eso en los tribunales que ellos mismos controlan.
—¿Cómo pudo el chavismo llegar al gobierno? ¿No hubo responsabilidad de los viejos partidos tradicionales? ¿La gente se hartó de la corrupción del Copei y de Acción Democrática?
—¡Claro! La crisis del Copei y de Acción Democrática pesó mucho. La gente, a fines de los 90, estaba muy molesta y muy cansada por las reiteradas fallas de los dos partidos y por la falta de renovación, por la tolerancia hacia la corrupción. En las elecciones de 1998, cuando gana Chávez, el 95% de los votos fueron de protesta: 50 y pico por ciento para Chávez y 40% para Henrique Salas Römer. Todos votos de protesta contra los partidos tradicionales. Los problemas de Venezuela empezaron en la primera Presidencia de Carlos Andrés Pérez, cuando el Estado se agigantó y se volvió muy ineficiente, el país comenzó a perder cada vez más, la deuda se hizo intolerable, la corrupción creció, las empresas del Estado se deterioraron y la gente veía cómo su calidad de vida empeoraba día tras día. Entonces llegó Chávez, un golpista militar convicto y confeso, aunque nunca condenado, y en la desesperación, la gente optó por él. Fue el resultado de una República que en su momento no tuvo los reflejos republicanos para salir de la crisis sin apelar a un mesías. Así nos fue.
Información Nacional
2015-10-15T00:00:00
2015-10-15T00:00:00