En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
Un clásico de Jorge Denevi: una comedia de enredos en verano en Montevideo, desafiando al calor, al éxodo del pueblo oriental hacia el este o hacia el departamento de origen de cada cual. Así como “La cena de los tontos” hace ocho años” o “Las conquistas de Norman” hace dos, “Se busca un tenor”, del norteamericano Ken Ludwig, vuelve a apostar a la comedia anglosajona clásica del siglo XX, género donde se mueve como pez en el agua.
, regenerado3
¡Registrate gratis o inicia sesión!
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
Este título es un peso pesado de las dos catedrales del teatro en inglés: en Broadway, Nueva York, estrenado originalmente por Andrew Lloyd Webber (“El fantasma de la ópera”, “Evita”), versión que obtuvo nueve nominaciones a los premios Tony, y fue repuesta en 2010, y en el West End en Londres, donde recibió varias nominaciones a los premios Olivier. Fue traducida a más de 20 idiomas y estrenada en más de 30 países de todo el mundo, según consta en el sitio web de su autor, www.kenludwig.com.
Elena Zuasti dirigió la primera versión uruguaya en 1990, en el teatro de la Alianza Uruguay - Estados Unidos.
Un archifamoso tenor italiano (en esta versión a cargo de Humberto de Vargas) es contratado para dar un recital en un pequeña localidad del interior de Estados Unidos. En ese aire pueblerino, la estrella se siente a sus anchas para dar rienda suelta a su afición por las comidas pantagruélicas, el alcohol, las pastillas para dormir y las mujeres, pero esos mismos excesos lo dejan fuera de combate poco antes de la función, por lo que uno de los promotores locales (Franklin Rodríguez), incapaz de entonar hasta en la ducha, debe sustituirlo en el escenario para evitar el escándalo. Con este menú servido, la mesa se llena de enredos y equívocos para todos los gustos, con una troupe de personajes secundarios —esposas y amantes despechadas, empresarios, botones de hotel, policías— todos confundidos por la artimaña de hacer pasar a un impostor por el artista.
Denevi sabe dirigir actores de comedia y sabe hacer fluir el humor. Básicamente, los deja ser, apela a la creatividad de cada uno y oficia de soporte, para ir guiando el cauce del río hacia su destino natural, apenas sugiriendo, y sobre todo estimulando la libertad del actor para componer su rol. “No le voy a enseñar a Franklin Rodríguez a hacer reír”, dijo en una entrevista radial días atrás. Su mano aparece en la puesta en escena, condicionada con gran potencia por la doble escenografía de Nelson Mancebo, un corte longitudinal de esa suite de hotel, que hace cómplice al espectador de la acción simultánea entre el dormitorio y el living.
El director imprime el ritmo ágil que la narración pide, pero claro, no estamos hablando de una historia demasiado compleja, cuyo argumento por momentos se vuelve tan obvio y repetitivo, que se torna indefendible hasta para el mejor comediante. La inverosimilitud implícita en gran parte de las escenas obliga a los actores a descollar en su labor cómica, para que el espectador acepte gustoso el pacto tácito implícito en casi todas las comedias de enredos: “Mirá, yo te voy a contar algo que es un bolazo insostenible; cualquier gil se da cuenta de que ese flaco con la cara pintada de negro no es el mismo Otello que ese otro más panzón y de voz claramente diferente; pero te lo voy a contar de un modo tan gracioso que vos vas a olvidarte de la lógica, vas a comprar este juego y te vas a desternillar de risa”.
Como suele suceder, algunas individualidades están a la altura de la altísima exigencia que acarrea lograr colocar a la platea en un estado de ensoñación histriónica e hilarante. Para ello no alcanza con un buen decir, sino que el gesto corporal debe acompañar en todo momento al facial, como un todo. Pepe Vázquez lo logra con honores, Cecilia Sánchez demuestra que está tan dotada para el teatro contemporáneo de vanguardia como para la comedia comercial tradicional. En cambio, De Vargas y Rodríguez entran y salen de esa fina cuerda. Por momentos logran la química perfecta que arranca la carcajada y el aplauso —especialmente Rodríguez—, pero en otros, el gag resulta levemente desafinado. Cuando esto se repite, al decir de Denevi, el espectador comienza a pensar en lo que pedirá dentro de un rato en La Papoñita, o revisa el celular a ver si cayó un mensaje nuevo... y se desconecta del escenario. Otros integrantes del elenco quedan lejos de esa zona de calidad actoral aceptable, y repiten un mismo esquema actoral durante toda la noche.
Cristina Morán tiene un rol bastante limitado, pero acorde con su estatus de “actuación especial”. Es una de esas pocas personas a las que el público dedica una breve salva de aplausos cuando entra en escena, algo muy poco frecuente en el teatro uruguayo, cuyas figuras más emblemáticas no cuentan con el favor televisivo de ser rostros conocidos y populares a nivel mediático. Y si no, hay que preguntarle a Roberto Fontana, Alma Claudio, Juan Jones, Dahd Sfeir, Graciela Figueroa, Alberto Restuccia, Jorge Curi o Estela Medina.
“Se busca un tenor”, de Ken Ludwig. Dirección y Traducción: Jorge Denevi. Producción general, escenografía y vestuario: Nelson Mancebo. Elenco: Humberto de Vargas, Pepe Vázquez, Franklin Rodríguez, Cecilia Sánchez, Félix Correa, María Clara Vázquez, Micaela Gatti y Cristina Morán. Teatro El Galpón, Sala Campodónico. Viernes y sábados, 21 horas; domingos, 20 h. Entradas: $ 300 (socio espectacular gratis). Duración 120’ (con intervalo).