Uruguay tuvo en 2022 una tasa récord de 23,08 suicidios cada 100.000 habitantes. El mundo del fútbol no escapa a esa realidad, la peor referida a la salud mental. En 13 días terribles de julio de 2021, el mismo año en el que se mató Santiago Morro García, tomaron la misma decisión Williams Martínez, Emiliano Cabrera y Maximiliano Castro. Tenían respectivamente 30, 38, 27 y 46 años. Estaban en actividad o retirados.
En un tema multicausal, las presiones del entorno, familiares, vinculares, económicas, tiene su fuerte incidencia en una actividad donde uno ya es “el experiente” o “el veterano” que debe pensar en el retiro a una edad en la que el resto todavía está acumulando experiencias vitales y laborales. En los ya retirados, sobre todo en aquellos que no pudieron (o no tienen herramientas para) desprenderse del mundo de la pelota, el largo día después puede ser extremadamente difícil.
“Muchos niños y jóvenes que arrancan el fútbol tienen la presión de las expectativas de la familia, que sea el salvamento económico. Y además de esa presión exacerbada se da algo particular: a medida que va desarrollándose como futbolista se le van ‘amputando’ habilidades, formales o no formales, en todo lo no futbolístico: lo alientan a desatender el estudio por ir a entrenar o a un partido, le hacen los trámites y ellos no aprenden a sacar la cédula o el pasaporte, le hacen la comida y no aprenden a cocinar”, dice a Búsqueda el psicólogo deportivo Nicolás Bava, coordinador del programa Más Mutual de la Mutual Uruguaya de Futbolistas Profesionales (MUFP).
Los responsables de estas amputaciones, señala, pueden ser familiares, técnicos, directivos de los clubes o representantes. “Y el 99,9% de estos jóvenes, que no llegarán a ser futbolistas, a los veintipocos años su proceso formativo fue solamente en el fútbol. En todo lo demás ha sido deformativo”, afirma este psicólogo.
Al sueño del pibe solo llega una minoría. Según datos de la mutual, uno de cada mil jugadores que arranca divisiones inferiores llega a Primera División en Uruguay. De estos, solo 1% podrá lograr la tan ansiada “diferencia económica”: los Luis Suárez o Federico Valverde son una excepción. “Entonces, cuando el fútbol toma la decisión por ellos, se encuentran con un mundo en el que no saben manejarse. Esto es un caldo de cultivo para la depresión y otros temas de salud mental. Así estamos generando todas las condiciones para que haya más depresión, cuando el fútbol tiene todo el potencial para ser un ámbito de salud”, agrega Bava.
Uno de los ejes del programa Más Mutual, iniciado en setiembre de 2021, es la salud mental. En tres meses ya habían concurrido 90 jugadores; muertes como las del Morro destaparon una necesidad. Hasta ahora trabajaron con unos 600 futbolistas, en procesos individuales y grupales.
La presión familiar es una causa importante de las consultas, pero también lo son el desarraigo (sobre todo en los que vienen del interior), la ludopatía y las adicciones. “Pero lo que está atrás es la falta de sentido, la falta de un proyecto de vida”, concluye el coordinador. Ahora están tratando de “mapear” la situación del fútbol para contrastarla con las tasas de suicidio respecto al resto de la sociedad.
Para Bava, episodios como los de Victorino y Machado hacen que sea necesario trabajar en prevención. Esto es similar al proyecto de los gatekeepers, “guardianes”, que también impulsa el Grupo Interdisciplinario de Prevención del Suicidio de la Universidad de la República.
“Hay que formar a todo el sistema del fútbol para que sea el primer nivel de atención, estar alertas. Hay que capacitar a las 300.000 personas vinculadas al fútbol infantil, multiplicar el mensaje. Los clubes también tienen su responsabilidad; esto es un tema mal diseñado desde el vamos”, sostiene.
Un plan B
En algún momento, el necesario plan B para cuando el fútbol se termina se corta. Bava señaló que en Más Mutual detectaron que el 50% de los jugadores profesionales tiene Ciclo Básico como techo educativo, lo que complica cualquier futura inserción laboral. Sin embargo, el 90% de los 3.500 varones (y 750 mujeres) que juegan en las divisiones inferiores del fútbol uruguayo están hoy dentro del sistema educativo, según datos del programa Gol al Futuro de la Secretaría Nacional del Deporte (Senade).
“Yo hace mucho que trabajo en formativas, donde siempre se apunta a que estudien. Hay un sinfín de chances que los lleva a tener una vida deportiva corta, ya sea por lesiones o falta de oportunidades”, dice a Búsqueda el psicólogo deportivo Martín Bergaló, que trabaja tanto en Wanderers como en este programa de la Senade.
Igual que su colega Bava, menciona las presiones del entorno como una de las causas de consulta más frecuentes y suma el manejo del estrés. “Hay jugadores que me han dicho: ‘Yo juego para comprarle la casa a mi madre’”, cuenta. Ahí, en lo mental, está el origen de muchas lesiones, añade.
El trabajo de este profesional no se limita a las formativas. En los jugadores retirados la identificación con su pasado, haya salido en los diarios o no, es tan grande que aún se asumen futbolistas. “Te dicen: ‘Yo soy jugador de fútbol’, y ya están retirados hace tiempo pero quedaron pegados a ese rol. Es cierto que es parte de tu esencia, pero es bueno desde el inicio ir trabajando ese tema”, señala.
Para algunos eso es un muro imposible de sortear.
El día después
“Es importante una contención. Me operaron de la rodilla y a los 32 años no pude jugar más. Cuando me quisieron llevar a un psicólogo, no quise porque en esa época se consideraba que eso era para locos. Tal vez, si hubiera aceptado esa ayuda, no hubiera llegado a tomar esa decisión”. Así le habló Ruben Suñé a un periodista de la revista argentina Un Caño en febrero de 2006. Se refería al peor momento de su vida: en 1984, mientras sufría una gran depresión, se tiró de un séptimo piso en el porteño barrio de Pompeya. Milagrosamente, quien hasta hace muy pocos años era uno de los mayores ídolos de Boca Juniors vivió para contarlo.
El día después puede ser muy complicado. “Hay gente a la que se le apagan los focos y sufre”, resume el exjugador Domingo Cáceres, tesorero de la asociación civil Nostálgicos del Fútbol, cuyos inicios se remontan a 2012.
La organización, impulsada por el ex-Peñarol y selección uruguaya Nelson Marcenaro, nació como un grupo de colegas que se juntaban a comer cada tanto y recordar tiempos de gloria. Luego los planes cambiaron.
“En febrero de 2012, en uno de los tantos encuentros, nos enteramos de que un viejo colega andaba mal. Juntamos plata y lo ayudamos. A los 15 días nos enteramos de otro. Hicimos lo mismo. Luego otro más... Le dije a Nelson que no podía poner plata todas las semanas, ninguno de nosotros podía. Buscamos la forma, una fundación resultaba carísima y decidimos formar una asociación”, cuenta a Búsqueda su actual presidente, Roberto Namús.
Dice que son 10 locos que se juntaron y salieron a “mangar a todo el mundo”. En todo este tiempo han ayudado a un centenar de jugadores. Hoy colaboran con surtidos, medicamentos, ropa de cama, pañales u ortopedia a unas 50 personas. Son reacios a dar nombres, pero muchos de ellos estuvieron en las primeras planas. Entre los casos más conocidos estuvieron el de Juan Vicente Morales, campeón de América y del mundo con Peñarol en 1982, al que encontraron en situación de calle, y el de Fabián O’Neill, que entre 2000 y 2001 llegó a jugar en la Juventus de Italia. Han asistido a campeones uruguayos, continentales y mundiales, que también defendieron clubes extranjeros. Tampoco quieren dar muchos datos sobre las empresas que colaboran con ellos, pero entre ellas están El Clon, la Asociación Española y Tenfield.
“Nosotros nunca miramos cómo estuvo, sino que miramos cómo está. Mucha gente lo que precisa no es plata sino una conversación, tomar un mate. A veces la soledad es brava”, dice Namús.
Igual que los psicólogos, pone al “día después” como uno de los principales desestabilizadores: “Se hace bravo. Capaz pudiste guardar algún peso, pero la cabeza se te va: ‘¿cómo puede ser que yo salía en los diarios, estuve en tal lado y ahora no me conoce nadie?’. Otros no se ubican en otro lado: ‘Yo soy del fútbol, yo no puedo manejar un taxi’. Y en el fútbol no hay trabajo para todos”.
Victorino, que había sido compañero de Marcenaro en la selección campeona del Mundialito del 80, estaba vinculado a Nostálgicos. Un mes antes de su muerte lo habían invitado a un evento, al que se excusó de participar. “Nos sorprendió mucho lo que pasó. No fue por problemas económicos, fue por otro lado, pero no lo llegamos a conversar. Él era medio reacio a conversar ese tipo de cosas, lamentablemente”, dice Namús.
Justamente, hablar de lo que no se quiere hablar es una de las mayores medidas preventivas del suicidio, sostienen en la ONG Resistiré.
Información Nacional
2023-10-11T23:29:00
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