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En marzo de 2021, Federica, una joven de 27 años, subió a su cuenta de Instagram un video en el que se filmaba en primer plano, de frente y de perfil mientras simulaba cantar una canción que sonaba de fondo. Acompañó ese video con un texto que decía: “Chau, naricita, me diste mucho carácter y amor propio”. La siguiente publicación en sus historias (que duran 24 horas) fue una imagen de su cara con la nariz vendada y ojeras pronunciadas del color del vino tinto.
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A partir de allí, empezó a compartir todo su proceso de recuperación tras su rinoplastia (operación de nariz). Y para que los videos e imágenes no se eliminaran al otro día de su publicación, los dejó en la sección de “historias destacadas” de su perfil. Con el correr de los días, las imágenes de Federica mostraban cómo la hinchazón descendía. Los hematomas hacían el mismo recorrido e iban cambiando de color.
Las imágenes causaban cierta impresión. Y en parte era eso lo que la joven quería provocar. “Me gusta, de alguna manera, generar ese impacto, que la gente vea el detrás de escena, jugar también un poco con esto de cómo nos hacemos ideas de los otros”, contó. Además, aclaró que lucía “mucho más horrible de lo que se sentía”. Tras una intervención ambulatoria, con anestesia local y sedación, el cirujano la envió a su casa y le indicó tomar un analgésico común.
“Es una locura, porque te rompen la nariz con un martillo y te dicen: ‘Tomá esto, andate a tu casa’”, dijo entre risas. Pero en seguida volvió a un tono más serio y admitió: “No sentís dolor. Cuando leía eso no podía creerlo, pensé que era un mito. Y no”. Solo 48 horas después de su rinoplastia percibió alguna molestia y se sintió algo débil. El posoperatorio de Federica duró unos 10 días, pero en sus historias de Instagram aclaró que la inflamación y los hematomas, que todavía se podían notar, seguirían descendiendo semana a semana. “De acá a dos o tres meses aún más y en un año, en teoría, te queda la nariz definitiva”, escribió en una de sus imágenes en la red social.
Con estas publicaciones, la joven también quiso “generar conversación”, según dijo a Búsqueda. La pregunta más frecuente que recibía de sus seguidores era: “¿Fue por estética o por salud?” A todos les contestaba que la operación había sido “por estética”, y el siguiente comentario habitual era “¡no sabía que te acomplejaba tu nariz!” o, en algunos casos, “para mí era lo que te diferenciaba”.
A partir de esas conversaciones, Federica comenzó a reflexionar sobre cómo la sociedad se “apropia” de los cuerpos. “En realidad no sé si me molestaba mi nariz. Pero eso no quería decir que no pudiera tomar ciertas medidas para cambiarla”, explicó.
La proliferación de las redes sociales fue otro de los hitos más importantes de la última década. Para la sociedad entera, y por supuesto también para los cirujanos plásticos, “vinieron a cambiar todo”, dijo a Búsqueda Gonzalo Fossati, actual jefe del Servicio de Cirugía Plástica del Hospital Maciel y director de una clínica privada que lleva su apellido.
Es que no solo los pacientes muestran detalles de sus cirugías estéticas, sino que muchos cirujanos comparten procedimientos y resultados. Las imágenes de “antes y después” son cada vez más frecuentes, y en algunos casos pueden ser engañosas. A través de las redes sociales, los potenciales pacientes pueden acceder a cuentas de profesionales de cualquier parte del mundo, y a veces los resultados, esos “después” pueden ser imágenes retocadas “para crear un efecto más a favor del cirujano”, advirtió a Búsqueda la vicepresidenta de la Sociedad de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética del Uruguay, Beatriz Manaro. Matizó que en Uruguay eso no ocurre tanto porque, en primer lugar, solo se exponen casos con la autorización del paciente y, en el segundo, “no hay retoques técnicos”.
Pero Manaro y Fossati difieren en la necesidad y utilidad de publicar imágenes en redes sociales. La primera sí publica casos, hablando antes con los pacientes para obtener su consentimiento. Publica fotos reales, sin edición, porque entiende que es una manera de “marcar” hasta dónde se puede llegar, qué resultados se pueden obtener. El segundo, en cambio, prefiere no hacerlo, y ni siquiera tiene cuenta en redes sociales. Opina que quienes publican imágenes o videos de casos “siempre ponen los mejores, no van a poner uno más o menos. Entonces, no es correcto”. “Sí es bueno educar a la gente, explicarle qué se puede hacer, pero eso es con educación y no porque le mostré la foto”, añadió Fossati.