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    El “mal resultado” de América Latina en las pruebas PISA se debe, sobre todo, “a un problema de motivación”

    “Para tener una vida próspera, sana y feliz es necesario contar con ciertas herramientas”, afirma el Reporte de Economía y Desarrollo 2016 de la CAF-Banco de Desarrollo de América Latina. La región, según el estudio, ha establecido algunas de esas herramientas con la intención de lograr prosperidad y felicidad para la población. Por ejemplo, lo hizo a través de la cobertura de servicios sociales a los sectores más vulnerables y con la consolidación de sus democracias en los últimos treinta años.

    Pero el estudio también desnuda una falencia elemental que tiene Latinoamérica, y que le impide alcanzar ese ideal: mejorar su capital humano, que supone otorgar a las personas no solo el conocimiento tradicional que se dicta en cualquier escuela, sino también proveerles características de personalidad, creencias y hasta destrezas físicas.

    Para profundizar en esa falla, Búsqueda entrevistó al argentino Pablo Sanguinetti, director de Investigaciones Socioeconómicas del CAF, quien estuvo en Montevideo el 28 de setiembre para presentar en la Torre Ejecutiva, ante distintos jerarcas del gobierno, el Reporte de Economía y Desarrollo 2016.

    El informe del CAF sostiene que cada época histórica requiere habilidades diferentes para lograr el desarrollo pleno de un país. ¿Qué habilidades se requieren hoy?

    —A grandes rasgos, el informe destaca la importancia de la calidad y la cantidad del capital humano. El énfasis actual en las políticas es mejorar el acceso a la educación o aumentar el período de tiempo del alumno en la escuela. Nosotros lo que decimos es que hay que ir a una definición más precisa de capital humano que incluya esas habilidades cognitivas, pero también las socioemocionales y físicas. Entonces hay que pensar si nuestros niños, jóvenes y adultos están teniendo esas tres habilidades que son las que les permiten acceder a buenos trabajos, buena salud y buenas relaciones interpersonales.

    —¿Las están teniendo?

    —Aún hay que medirlas más. A través de una encuesta del CAF que realizamos anualmente medimos esas tres habilidades para 10.000 hogares de Latinoamérica, en personas de entre 15 y 55 años. Hemos hecho test psicológicos, de inteligencia, de motivación, de autodeterminación, de salud mental y psicométricos, todo para poder medir esto. Y mostramos evidencias de que esas habilidades efectivamente están relacionadas con el trabajo, el ingreso, la salud, las relaciones...

    —¿Pero qué tan atrasada está Latinoamérica en habilidades socioemocionales?

    —Para lo socioemocional todavía no hay un test estandarizado para todos los países, como las pruebas PISA, que permiten la comparación internacional. Pero aun las pruebas PISA, que están más enfocadas en lo cognitivo, a través de determinada interpretación nos pueden decir algo de las habilidades socioemocionales. Porque para dar un buen examen de Matemática no solo basta con saber las reglas de gramática sino también tener la voluntad, el empeño y la motivación. Encontramos que el mal resultado de Latinoamérica en las pruebas PISA no solo se debe a que las escuelas enseñan mal Matemática, sino fundamentalmente a que hay habilidades socioemocionales descendidas que hacen que nuestros alumnos no rindan bien.

    —¿Cómo se percataron de eso?

    —Por ejemplo, encontramos que el 25% de los alumnos latinoamericanos no respondió bien la primera pregunta en comparación con los alumnos de los países desarrollados. Pero a la última pregunta no la respondió bien el 50% de los alumnos latinoamericanos. Y eso no se debe a que la primera pregunta fuera más difícil que la última, se debe a un problema de motivación.

    —¿Cómo se ubica Uruguay en ese contexto?

    Uruguay está un poquito descendido en algunos aspectos socioemocionales respecto a los otros países latinoamericanos, pero no le va tan mal en lo cognitivo. La idea, de todas formas, no es tanto compararse con otros sino compararse uno mismo. Lo mejor es hacer tests en el tiempo y seguir a las personas en el tiempo.

    ¿Hay una habilidad más importante que otra?

    —La realidad es que las tres habilidades son importantes, pero hay toda una tradición de enfatizar las habilidades cognitivas y resulta que para muchas cosas las habilidades socioemocionales y físicas son más importantes. Para conseguir trabajo la habilidad socioemocional es la más relevante; para progresar en ese trabajo la habilidad cognitiva es la más determinante; y la física es la más fundamental para sentir satisfacción en tu vida.

    Menciona una relación directa entre lo socioemocional y el trabajo. ¿Por qué?

    —Al contrario de lo que tradicionalmente se cree, cuando miramos los trabajos en que se emplea la gente en Latinoamérica uno ve cierta correlación positiva con las habilidades socioemocionales: aquellos empleos que demandan más habilidades cognitivas también demandan más habilidades socioemocionales. Esta relación es interesante pensarla también hacia el futuro, hacia los efectos de la revolución tecnológica sobre los trabajos. Justamente los trabajos que exigen menos habilidades socioemocionales son los más propensos a automatizarse. Hay muchos trabajos que los robots no van a poder hacer porque necesitan cada vez de más relaciones interpersonales. Las posibles salidas laborales no son solamente cognitivas, no solamente es leer y calcular, también importa trabajar en equipo, saber autocontrolarse. Muchos chicos latinoamericanos no saben tener una relación de jerarquía con otra gente.

    —¿Qué rol debe asumir el sistema educativo para mejorar las habilidades?

    —Estas habilidades se acumulan no solo en la escuela sino en el ciclo de vida de las personas y a través de varias instituciones como la familia, la escuela y el mundo laboral. Ya no se puede tener toda la presión en las instituciones educativas, pues hay que entender que si otras instituciones no hacen su trabajo, el desarrollo de las personas no es el adecuado.

    Pero algo debe cambiar en el sistema educativo.

    —Se necesita un enfoque más integral en todos los sectores públicos, porque esta idea de que las habilidades se acumulan a lo largo del ciclo de vida genera muchísimas demandas, no solo al Ministerio de Educación. Una evidencia que muestra el informe es que los niños llegan a la escuela, ya con seis años, con una muy alta disparidad en las tres habilidades. Y la escuela reduce muy poquito esas disparidades. Entonces quizás lo que debe hacer el ministro de Educación es hablar con el ministro de Desarrollo Social para que haya programas de acompañamiento familiar, programas que permitan a las madres tener más tiempo de dedicación a sus hijos, programas que les enseñen qué tipo de estímulos necesitan los niños en su temprana edad, que establezcan cuáles son las reglas de convivencia fundamentales en una familia para que estos niños, cuando lleguen a la escuela, no tengan tantas disparidades entre ellos.

    —¿La falta de ciertas habilidades en las personas puede relacionarse con que las familias se descansan demasiado en el sistema educativo?

    —Totalmente, totalmente. Los padres dicen “yo ya llevo al niño a la escuela, que se encarguen ellos”. Eso pasa en familias de todo nivel de ingreso económico. Y no es verdad, porque en la etapa de desarrollo de un niño conviven la escuela y la familia, ambas deben cumplir su función y potenciarse. Los tiempos de convivencia de los padres con los hijos son importantes, en calidad y en cantidad. Muchos padres creen que no sirve hablarle al hijo de pequeñito porque no entiende nada. ¡Todo lo contrario! Esas cosas son muy básicas y muchos padres se dan cuenta, pero no todos. A veces hay familias a las que nadie les dijo eso y ellos creían que era normal no hablarle al hijo hasta los tres años. Se trata, como mencioné, de generar programas que les enseñen qué tipo de estímulos necesitan los niños en su temprana edad.

    —¿Las familias de nivel económico bajo tienen más problemas para desarrollar esos estímulos?

    —Cuando uno mira cómo está distribuido el panorama nota que esas habilidades cognitivas y socioeconómicas están mucho más descendidas en familias más pobres. Es cierto que uno puede ser un buen padre aún siendo pobre, pero en promedio lo que uno ve es esa realidad.

    Información Nacional
    2016-10-13T00:00:00