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    El momento de “fuerte baja” de la inflación retrotrajo a Arbeleche y a Bensión a su etapa en la Facultad de Economía

    Su monografía para graduarse analizó el impacto inflacionario en las finanzas públicas: “El otro día nos acordábamos y no podíamos creer”, afirma la directora de Política Económica del Ministerio de Economía

    Azucena Arbeleche y Marcela Bensión se conocieron en el colegio, aunque no compartían clase. En la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración, ya avanzada la carrera de economista, empezaron a estudiar juntas y se recibieron con una monografía hecha entre ambas. “Con 25 años, estudiábamos y nos preguntábamos qué impacto tendrían las cuentas fiscales con una baja de la inflación. Eso es el efecto Olivera-Tanzi. Hoy justamente estamos en una situación de fuerte baja de la inflación, que obviamente tiene un impacto en las cuentas fiscales. Increíble. El otro día nos acordábamos y no podíamos creer”, dijo el mes pasado a la revista Galería de Búsqueda Bensión, actual directora de Política Económica del Ministerio de Economía y Finanzas (MEF). La titular de esa cartera es su compañera en ese trabajo académico y su amiga.

    Por estos meses, Uruguay registra los menores niveles de inflación —el alza generalizada de los precios al consumo— en períodos anuales desde agosto de 2005; el índice con el cual se la mide, el IPC, aumentó en setiembre 3,9% respecto a un año atrás. Es un dato mejor de lo esperado que celebran las autoridades económicas, lo opuesto a lo que sucede con el resultado fiscal, la variable macro con la que hoy se sienten menos cómodas: sin computar los ingresos extraordinarios por el colectivo de los “cincuentones” al salirse de las AFAP y volver a aportar solo al Banco de Previsión Social (BPS), el déficit fiscal anual está estabilizado en torno a 4% del Producto Bruto Interno (PBI).

    La inflación —o, estrictamente, una hipotética variación nula del IPC— y la influencia que tendría sobre las finanzas públicas son el centro de la monografía presentada por Arbeleche y Bensión para licenciarse como economistas. Está fechada en 1996, un año en que los precios minoristas aumentaron 28%, aunque al inicio de la década de los 90 lo habían hecho más de un 40% e incluso por encima del 100%. Entonces, la cuestión inflacionaria era un problema serio para la economía uruguaya.

    Plan de shock

    El tutor del trabajo monográfico de las hoy jerarcas del MEF fue Daniel Vaz, un profesor y reconocido funcionario del Banco Central (BCU). En los agradecimientos por la colaboración recibida, las autoras mencionan, entre otros, al actual director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, Isaac Alfie.

    “El pensamiento tradicional” sobre la relación entre el déficit fiscal y la inflación se centra fundamentalmente en el efecto que ejerce sobre esta última el desequilibrio en las cuentas públicas, explican Arbeleche y Bensión. Agregan, sin embargo, que en las décadas previas se había determinado que no existía una causalidad unidireccional entre ambas variables: los rezagos entre el devengamiento de un impuesto o una tarifa pública y el momento de su cobro —entonces, de más de 60 días para los ingresos totales— lleva a que una disminución en la tasa inflacionaria aumente la recaudación en términos reales. Es lo que en la literatura se conoce como el efecto Olivera-Tanzi.

    Por otra parte, el incremento de los precios de los bienes y servicios en la economía provee de una fuente de financiamiento al sector público a través del llamado “impuesto inflacionario”, un componente del señoreaje. “La causalidad no es, pues, únicamente de déficit a inflación, sino que existe una relación bidireccional entre ambas variables”, añaden las autoras.

    En la monografía analizaron cómo repercute un abatimiento inflacionario sobre las cuentas públicas (la causalidad de inflación a déficit), un enfoque considerado por ellas relevante “a los efectos de establecer las consecuencias previsibles de un plan de estabilización que busque reducir” al ritmo de un dígito el incremento anual de los precios minoristas. “El resultado fiscal de un shock que reduzca la tasa de inflación a cero debe ser correctamente medido para poder analizar la incidencia que ejerce sobre la demanda global y los mercados financieros. Es preciso conocer cuáles son las necesidades de financiamiento del sector público, es decir, la magnitud de recursos que el gobierno debe captar del sector privado o de fuentes del exterior” por encima de los ingresos corrientes, argumentan para fundamentar la relevancia de su trabajo académico, desarrollado en nueve capítulos.

    Efecto Olivera-Tanzi

    Las hoy jerarcas ministeriales calcularon la incidencia del efecto Olivera-Tanzi en las partidas fiscales para el caso uruguayo en los años 1994 y 1995. Tal efecto deviene de la existencia de rezagos en los cobros y pagos que realiza el sector público.

    En todos los países los tributos se recaudan con cierta demora, ya que es prácticamente imposible que determinados pagos se realicen al momento en que se devenga el hecho imponible. En ese entonces, el período de rezago variaba de uno a seis meses según la eficiencia recaudatoria y el tipo de estructura impositiva existente (como, por ejemplo, si hubiera o no anticipos). Cuanto mayor sea el rezago en el cobro —que a comienzos de los años 90 era de 30 días para los tributos recaudados por la Dirección General Impositiva—, más se beneficia el fisco de una política tendiente a eliminar la inflación.

    Según sus cálculos, la ganancia por el efecto Olivera-Tanzi hubiera sido de 1,22 puntos del PBI para 1994 y de 1,06 en 1995.

    Sin embargo, también hay un rezago en los gastos que hace el sector público, en particular en aquellos años por las reglas de indexación cuatrimestral de los salarios de los funcionarios estatales y de las pasividades. Ese retraso rondaba los 45 días. En un contexto de inflación nula como el planteado como escenario hipotético en la monografía, el efecto Olivera-Tanzi habría significado una pérdida fiscal de 1,49 y 1,30 puntos del Producto en 1994 y 1995, respectivamente. “Esta práctica indexatoria neutraliza totalmente la ganancia impositiva derivada de eliminar la inflación”, determinando una pérdida global de 0,27 puntos del PBI en el primero de esos años y de 0,24 en el segundo, sentencian Arbeleche y Bensión.

    Considerando eso, en un escenario de total estabilidad de precios (inflación nula), el déficit fiscal en 1994 habría sido equivalente a 5,62% del Producto.