Bill Clinton ganó la campaña presidencial en Estados Unidos de 1992 con el eslogan “Es la economía, estúpido”. El sociólogo Gustavo de Armas prefiere una variante para Uruguay, donde el problema, asegura, “es el sistema educativo”. Su mal funcionamiento es el que explica los altos niveles de repetición y los bajos porcentajes de egreso de la educación media. No es por el nivel académico de los alumnos ni por el contexto social del que provienen, afirma De Armas, quien tiene una extensa trayectoria de análisis de la enseñanza uruguaya como especialista en políticas públicas de Unicef.
Basado en un documento de su autoría —Trayectorias educativas en Uruguay. Principales rasgos, tendencias y desafíos para las políticas públicas—, publicado por Unicef en diciembre de 2017, De Armas ha dado en las últimas semanas diversas charlas sobre el tema a pedido de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP). En esos encuentros, ante profesores de todo el país, explicó los conceptos que menciona en el documento y que profundizó en una entrevista con Búsqueda: los estudiantes uruguayos se destacan de sus pares de la región hasta los 15 años, pero sin embargo muchos de ellos luego no culminan el ciclo educativo, “una señal evidente” de que el problema es endógeno a la propia estructura de la enseñanza uruguaya, lo que deriva en situaciones “regresivas” como la demanda de clases particulares y una población dividida en tercios, en la cual muchos tienen y tendrán “grandes dificultades” para conseguir un empleo.
El problema es el sistema educativo.
“Si se toman índices de desarrollo infantil temprano, que miden a la población entre 0 y 3 años, Uruguay aparece al tope de América Latina, con un nivel adecuado de desarrollo para la edad”, sostiene De Armas. Esos índices son ratificados con pruebas de aprendizajes estandarizadas en la educación primaria (como las Terce, a cargo de la Unesco), que demuestran que los niños uruguayos “están al tope de la región” junto con los chilenos y detrás de los cubanos. También las debatidas pruebas PISA, aplicadas por la OCDE a adolescentes de educación media a los 15 años, posicionan “nuevamente a Uruguay al tope junto con los chilenos y por encima del promedio de la región”.
Entonces, ¿cómo se puede explicar que solo el 40% de esa cohorte terminará en el futuro la educación media superior? “El problema es el sistema educativo. Con indicadores tempranos que están por encima de la media de los países de la región, tenemos tasas de egreso por debajo de la media de los países de la región, y altos niveles de desafiliación, y eso solo se explica por el sistema educativo. Como la frase que decía ‘es la economía’, esto es lo mismo: es el sistema educativo”, responde De Armas.
Los estudiantes uruguayos se destacan de sus pares de la región hasta los 15 años, pero sin embargo muchos de ellos luego no culminan el ciclo educativo, “una señal evidente” de que el problema es endógeno a la propia estructura de la enseñanza uruguaya.
Al analizar los datos por nivel socioeconómico, en el quintil de mayores ingresos hay 20% que no logra completar la educación media superior, lo que deja en entredicho la influencia de factores socioeconómicos. “Es preocupante que en el quintil de más altos ingresos, donde no hay ningún factor social exógeno que opere como una restricción al acceso, permanencia y egreso de la educación media superior, uno de cada cinco no termine la educación media superior”.
“La mitad de quienes han abandonado educación media aluden a motivos educativos como causa de su desafiliación: ‘No me interesaba lo que estaba estudiando’, ‘quería aprender otras cosas’, ‘pensé que no me iba a servir’. La señal es evidente. Esto no se explica por pobreza o por la sociedad, sino por razones endógenas a un sistema educativo que no fue concebido para que todos estuvieran dentro”, opina el especialista.
“Revoluciones”.
El sistema educativo uruguayo ha experimentado una “revolución” en los últimos 30 años en términos de acceso a la educación para adolescentes y jóvenes —media y terciaria— que “a menudo pasa inadvertida o es de soslayo en los debates públicos” sobre el estado actual de la educación en el país, dice De Armas. Destaca la “significativa ampliación” del acceso a la educación formal en todos sus niveles, desde inicial o preescolar hasta terciaria, proceso que coincide con el período más extenso del régimen democrático en Uruguay.
Desde 1985 a la fecha, la matrícula de la educación terciaria se quintuplicó (pasó de 34.000 a 181.000 estudiantes), la de inicial se cuadriplicó (saltó de 42.000 a 182.000) y la de media se duplicó (creció de 168.000 a 349.000 alumnos), y todo con un moderado crecimiento de la población total del país, que pasó de 2,9 millones en 1980 a 3,4 millones, lo que representa un aumento menor al 20%.
Pese a ese enorme cambio, el sistema educativo no se modificó sustantivamente. Más allá de la falta de profesores en ciertas asignaturas y de la escasez de liceos, entre otras herramientas tradicionales se ha mantenido la repetición sin “fortalecer a algunas figuras dentro del centro educativo —docentes o coordinadores, mentores o tutores—, que den integralidad a una oferta fragmentada o dispersa de asignaturas”, critica.
El sistema educativo uruguayo ha experimentado una “revolución” en los últimos 30 años en términos de acceso a la educación para adolescentes y jóvenes —media y terciaria— que “a menudo pasa inadvertida o es de soslayo en los debates públicos” sobre el estado actual de la educación en el país, dice De Armas.
“Las evaluaciones de los programas como Maestros Comunitarios en Primaria o Compromiso Educativo en educación media dan cuenta de que si un estudiante de similar contexto social que otro asiste a estos programas, su probabilidad de promoción es mucho mayor que la del que no recibe apoyo”, argumenta De Armas en su reclamo de mayor acompañamiento a los estudiantes.
Presente en determinados liceos y centros de UTU del país, Compromiso Educativo ayuda a los estudiantes para que permanezcan y puedan potenciar sus trayectorias en el sistema educativo público, completando la educación media superior. Para De Armas, la necesidad de ese tipo de apoyos queda demostrada en la recurrencia de los alumnos a clases particulares, una práctica que se ha tornado usual en el país. A partir de datos de la última Encuesta Nacional de Adolescencia y Juventud, De Armas señala en el documento que la mitad de los encuestados que asistieron a educación media recurrieron en algún momento a clases particulares.
La gran mayoría de ellos tuvieron que pagar por las clases particulares, algo que, según De Armas, termina siendo “extremadamente regresivo”. Las familias destinaron aproximadamente US$ 22 millones durante 2013 (último año medido) para pagar clases de apoyo particulares —ya sea a instituciones, academias o individuos que ofrecen esos servicios—, lo que equivale al 2,4% de todo el gasto privado en educación. Esa cifra puede resultar mínima en comparación con el gasto público total en educación (entre 4,5% y 4,8% del PBI en los últimos años), “pero implica una cifra importante en términos absolutos y similar a los dineros que el Estado destina a políticas para prevenir el abandono del sistema”, señala la publicación de Unicef.
Así, el peso de las clases de apoyo pagadas por las familias o los estudiantes, dado el volumen económico en juego, plantea si ese tipo de sustento debería ser brindado universalmente por las propias instituciones educativas, como se hace en algunos centros con el programa Compromiso Educativo.
Uruguay partido en tercios.
“Para mí, ese es el dato más preocupante y es realmente alarmante”, dice De Armas sobre una “fotografía” en la que Uruguay aparece partido en tercios. “Es un dato que tenemos que asumir como sociedad, porque no solo tienen que ver con los adolescentes que están hoy dentro del sistema educativo, sino con los jóvenes y los adultos jóvenes”.
El dato publicado por De Armas en el documento de Unicef afirma que la población de jóvenes que nació a fines de los años 70 y comienzos de los 80 está dividida en tres grandes grupos no exactamente iguales.
Las familias destinaron aproximadamente US$ 22 millones durante 2013 (último año medido) para pagar clases de apoyo particulares —ya sea a instituciones, academias o individuos que ofrecen esos servicios—, lo que equivale al 2,4% de todo el gasto privado en educación.
El tercio menor en términos cuantitativos (un 30%) son jóvenes que no completaron ni siquiera la educación media básica. Casi todos terminaron sexto de escuela, pero abandonaron al poco tiempo de empezar las clases o ni siquiera se matricularon en primer año de liceo o acaso con suerte completaron segundo año. “Es una población con grandes problemas para encontrar empleo hoy y que tendrá enormes problemas para trabajar en el futuro. Si hoy a una persona que no terminó Ciclo Básico le cuesta presentarse a un trabajo, ni imaginar dentro de 30 años”, indica el sociólogo.
Un segundo tercio (28%) está compuesto por jóvenes que lograron terminar la educación media básica, pero no completar la educación media superior, el bachillerato, sea secundaria o técnico-profesional. Esta es una población que en un contexto de crecimiento económico seguramente logre insertarse en el mercado laboral con un empleo formal, “pero que en un contexto de crisis es muy vulnerable, y por lo tanto pasa a estar por debajo de la línea de pobreza”.
Y por último está el 42% que tiene el nivel de acreditación educativa comparable al que era en la década de los 50 o 60 haber terminado Primaria, es decir: terminar la educación básica o preterciaria, con un nivel de formación más apto para el mercado actual y del futuro.