El sueño del pibe: de la pelota a las partituras

escribe Javier Alfonso 
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Un tetris. Así se puede describir con precisión la génesis y el desarrollo del Conservatorio Sur, escuela de música fundada en 2017 que se ha convertido en la principal institución orientada a la enseñanza de música popular en todo el país. El músico Gustavo Montemurro y el emprendedor Keoma Carreño se conocen de toda la vida por ser vecinos de cuadra. Montemurro es tecladista, arreglador y productor. Y de los fundamentales en la escena local. Solo alcanza mencionar su presencia en las bandas de Jaime Roos y Ruben Rada a lo largo y ancho de las últimas tres décadas. De hecho, hace varios años que es el cerebro y corazón de toda la producción de Rada. Carreño, nacido en 1994 y bautizado con un nombre indígena centroamericano, es hijo del exfutbolista Daniel Carreño, dato central en esta historia, pues el actual director técnico de Montevideo Wanderers y campeón del mundo con Nacional en 1988 es el inversionista del proyecto. Inversionista y mecenas, porque su aporte permitió armar algo que, a nivel privado, no existía en el país.

Montemurro tenía la idea de fundar una escuela de música. Pero no una más. Quería algo que no existía en el medio local: una escuela integral de música popular que formara músicos, productores y técnicos. Keoma se entusiasmó con la idea. Hacía falta una casa grande, un plan académico completo y un plantel de docentes que abarcara un amplio espectro de la formación instrumental. Juntos le presentaron el proyecto a Daniel, quien dio el sí de inmediato, y comenzaron a pensar en grande. Para comenzar a armar el tetris, Monte convocó al bajista Nacho Mateu y al saxofonista Gonzalo Levín, ambos compositores, intérpretes y docentes con un frondoso currículum como sesionistas y también con sólida trayectoria solista, que incluye una media docena de discos como autores. Mateu es además coautor del reciente libro Los bajos del candombe.

Las piezas se fueron encastrando tanto a nivel estrictamente académico como en el rubro empresarial, a cargo de Keoma. Así fue que a mediados de 2017, en una casona de tres plantas situada en Rodó entre Blanes y Pablo de María, zona caliente en todas las áreas de la actividad montevideana, nació el Conservatorio Sur. Allí se imparten tres carreras: Músico Profesional, Productor Musical e Ingeniero de Sonido. En el organigrama, inspirado en conservatorios de renombre mundial vinculados al jazz como el Berklee College of Music (con sede central en Boston pero con subsedes en varias ciudades del mundo, entre ellas Buenos Aires), la dirección general está a cargo de Carreño y Montemurro, quien además dirige el Departamento de Producción y Tecnología. Levín conduce el Departamento de Materias Teóricas y Mateu el de Performance. Carreño es el responsable de la gestión empresarial y de que todo funcione puertas adentro, a nivel de servicios y de mantenimiento. El plantel docente es una verdadera selección de músicos uruguayos: además de los tres músicos directores, hay más de 40 reconocidos intérpretes y compositores como Nicolás Mora (guitarra), Martín Ibarburu (batería), Urbano Moraes (bajo, composición), Lucía Gatti (cello), Martín Ibarra (guitarra, composición), Carmen Pi (coro), Federico Lima (diseño de sonido), Andrés Arnicho (producción y piano), Gustavo Villalba (saxo) y Ximena Bedó y Silvina Gomez  (canto).

Foto: Nicolás Garrido / Búsqueda

La casa

En Uruguay hay muchas escuelas de música. En la órbita pública está la Escuela Universitaria de Música (Facultad de Artes) y las escuelas del Sodre (Canto lírico y Orquesta Juvenil), con fuerte énfasis en la formación clásica y erudita. También están las escuelas departamentales y la nueva escuela de jazz de la UTEC en Mercedes, gran logro impulsado por el movimiento Jazz a la Calle. En Montevideo hay decenas de institutos privados y muy buenas salas de ensayo y estudios de grabación. Pero al ingresar al Conservatorio Sur rompe los ojos que esta no es una escuela más. Está todo eso junto. La casa, de 450 metros cuadrados, una veintena de habitaciones y patio al fondo, perteneció originalmente al empresario industrial Pablo Ferrando, quien además de la emblemática óptica que funcionó durante décadas en la calle Sarandí, tenía a dos cuadras de allí su planta industrial de equipamiento médico, en la calle Chaná (hoy Mercado Ferrando). Montemurro y Carreño tenían casi cerrada la compra de otra casa en el Parque Batlle, pero cuando entraron a esta finca y vieron ese hermoso hall con escalera central, sus amplias habitaciones, sus pisos de pinotea y una constelación de vitrales en paredes y techos, fue amor a primera vista. Cerraron trato en pocas horas.

Entonces comenzó el proceso de reciclaje integral del edificio. Se recuperó toda la carpintería original, se restauraron los vitrales y se acondicionó a nuevo todo lo referente a albañilería e instalaciones eléctricas. Luego vino la etapa del equipamiento técnico. Se instaló un estudio de grabación modelo, de 75 metros cuadrados entre sus dos ambientes, sobre una estructura flotante para garantizar la total aislación acústica. Lo que en un estudio convencional es la cabina de grabaciones aquí es un salón de clases, con el gran ventanal que permite el contacto visual con los músicos en la sala, pero con la gran consola ubicada en el medio del salón (ver foto), con una gran pantalla al frente y una decena de pupitres alrededor para que los alumnos de las carreras de Producción Musical e Ingeniería de Sonido puedan presenciar al detalle el proceso técnico del registro sonoro. El equipamiento del estudio incluye los más altos estándares técnicos (microfonía digital y valvular, consolas, amplificadores y altavoces de alta fidelidad, todo de marcas de punta como Neumann y Avalon). En la casa hay cuatro pianos de cola, dos de ellos Steinway, la marca de mayor prestigio mundial en pianos de concierto. El edificio cuenta además con 10 salones de clase, todos con aislación acústica, dedicados a los cursos teóricos, a albergar los ensambles grupales y (los más pequeños) a las clases de instrumentos fijos (batería, guitarra, bajo, vientos y otros), además de un completo juego de instrumentos a disposición del alumnado.

Foto: Nicolás Garrido / Búsqueda

Buena cabeza

En diálogo con Búsqueda en un precioso salón de clases con grandes ventanales que dan al frente de la casa y un viejo pupitre de escuela restaurado a nuevo que le da un aire romántico al espacio, la cuarteta directiva del conservatorio contó la historia del emprendimiento. “La idea no es tan original. Había mucha gente con ganas de que hubiera algo así en Uruguay. El desafío era juntarse con la gente indicada y hacerlo”. Así resumió Keoma el inicio de esta historia. Por lo general los futbolistas que logran hacer la famosa “diferencia económica” invierten en bienes inmuebles o proyectos industriales, mediáticos o deportivos, pero no es tan usual que financien un emprendimiento cultural de este porte. Consultado para esta nota, Daniel Carreño contó que cuando su hijo y el músico le propusieron el proyecto, estaba pensando en invertir en un emprendimiento deportivo y de inmediato dio el sí: “Cuando Keoma y Monte me hicieron la propuesta, asocié el deporte con el arte. Pensé que podría ser una buena forma de retribuir en el arte algo de lo que me dio el deporte. Era un plan ambicioso, con buen cimiento, con una buena planificación. Se armó un buen equipo, que empezó de cero”. El exdelantero de Nacional contó que a medida que avanzaba la realización “estaba cada vez más seguro de que la inversión daría sus frutos” y que  sus exigencias “no pasaron por recibir una rápida retribución”, sino que el objetivo central fue que “el conservatorio durara mucho tiempo”. “Me gustaba la onda”, agrega Carreño, “porque este conservatorio es algo novedoso en el país y el proyecto implicaba alcanzar la mayor calidad en todos los rubros: en el programa, en la infraestructura, en los docentes y en el aprendizaje que lograría cada alumno”.

Foto: Nicolás Garrido / Búsqueda

Las carreras

El Conservatorio Sur tiene hoy unos 200 alumnos en sus tres carreras, que se dividen en unidades semestrales y cuya duración total varía entre dos y cuatro años (en la primera quincena de agosto se inicia un nuevo período de inscripciones). Un aspecto nada menor de la propuesta educativa: las dos carreras técnicas (Productor Musical e Ingeniero de Sonido) cuentan con formación en percepción y teoría musical y también acceden a un dominio básico de instrumentos como el piano y la guitarra. “Un productor y un técnico de sonido deben poseer una buena formación musical para ejercer su función en forma completa. Asimismo, la carrera de productor incluye una formación técnica media, obviamente no tan específica como la de ingeniero”, señaló Montemurro.

La carrera de Músico profesional, según explicaron sus responsables, tiene una fuerte impronta de las múltiples fusiones e hibridaciones que componen la música popular uruguaya, sin descuidar las raíces centrales como el jazz, el blues y varios géneros europeos que conforman el canon de la música occidental. “Ambas cosas son fundamentales”, enfatizó Montemurro. En tanto, Mateu y Levín destacaron que un músico formado en Uruguay debe tener un dominio de las manifestaciones locales que no podrá aprender mejor en ningún otro lugar del mundo.

Con estos criterios se diseñaron los ensambles, grupos reducidos que se van formando a medida que los alumnos avanzan en su formación, y que son el corazón de la carrera. Algunos de los ensambles del conservatorio son Folklore, a cargo del guitarrista Poly Rodríguez, Candombe (Juan Ibarra, baterista), Jazz (Juan Olivera, trompetista),  Jazz Contemporáneo (Manuel Contrera, pianista), Fusión (Nacho Labrada, pianista), Vientos y Base Rítmica (Levin), Funk (Andrés Arnicho), Rock y Blues (Juan Pablo Chapital, guitarrista), Murga (Pitufo Lombardo) y Canción Sudamericana (Hernán Peyrou, pianista).

La huella sonora del Conservatorio Sur comienza a oírse. En sus cuatro años de actividad, sus egresados van poblando la escena local. Aquella idea del Monte, diseñada por un tetris y cristalizada gracias a un mecenazgo que une la pelota y la partitura, ha resultado decisiva para mejorar la profesionalización de la música uruguaya.

Vida Cultural
2021-07-22T00:23:00