Una cajita de 40 cm que vale US$ 50.000. En inglés su nombre es Hardware Security Module (HSM) y sirve, entre otras cosas, para generar claves que luego permiten una mayor seguridad en todos los dominios de Internet.
Una cajita de 40 cm que vale US$ 50.000. En inglés su nombre es Hardware Security Module (HSM) y sirve, entre otras cosas, para generar claves que luego permiten una mayor seguridad en todos los dominios de Internet.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáUn grupo de siete personas. Cada uno con una llave de un cofre fort. Dos veces al año se reúnen en Washington DC, Estados Unidos, sacan sus llaves, abren los cofres y retiran una tarjeta inteligente. Esas tarjetas permiten que el HSM genere una serie de “firmas digitales” o claves que serán las usadas por los dominios para certificar que realmente cuando uno teclea “www.google.com.uy” está dirigiéndose a ese sitio web y no fue redirigido por un hacker hacia otro dominio.
Carlos Martínez es gerente de Tecnología de Lacnic, el Registro de Direcciones de Internet para América Latina y Caribe. El uruguayo tiene una de las siete llaves de Internet, responsable de generar firmas y claves que certifiquen la autenticidad de la mayoría de los sitios web del mundo. Si estas firmas fallaran, o dejaran de generarse, la web como la conocemos dejaría de funcionar normalmente, ya que no se podría acceder a muchos sitios.
Por su rol, Martínez sabe que nunca es “demasiada” seguridad. En diálogo con Búsqueda el experto informático dijo que es un “error” pensar que la gente va a dejar de usar Internet y sus funcionalidades mediante “alarmas” y “generando pánico”.
“La gente va a seguir usando Internet, y cada vez con mayor frecuencia y para más cosas. Es importante concientizarlos de las consecuencias que tiene ese uso y de la necesidad de tener precauciones, pero no podemos esperar que la gente deje de entrar a Facebook o no compre un modelo de heladera inteligente”, sostuvo.
Hace pocos meses el mundo fue sacudido con la noticia de un virus del tipo ransomware conocido como WannaCry y que secuestraba computadoras, liberándolas a cambio de dinero.
“La gente se sorprendió con el WannaCry porque tiene memoria corta. En 2003 hubo algo que se llamó SQL slammer y antes otros virus que tuvieron cien o mil veces más impacto y daño que este”, explicó Martínez.
Para el experto la forma en que se solucionó este virus “fue un caso de éxito”, ya que “se trabajó muy bien” y hubo “mucha cooperación y colaboración entre las organizaciones que trabajan en el tema de seguridad cibernética”.
Los ataques cibernéticos “seguirán existiendo” y en “mayor medida” en tanto la incidencia de Internet se extienda, explicó Martínez. El fenómeno llamado Internet de las cosas, en el que artefactos de diversa índole (desde lamparitas a heladeras) se conectan a Internet y tienen nuevas funcionalidades, implica “una serie de oportunidades pero también nuevos riesgos” de ciberseguridad.
“La Internet como la conocemos hoy está diseñada para comunicar personas y no maquinas. En el Internet de las cosas hablamos de que atrás del flujo informativo hay una maquina. Los aparatos ahora tienen la capacidad de interactuar con su entorno, hoy de forma pasiva, pero eso cambiará. En ese sentido hay que concientizar sin alarmar a la gente que en la medida en que se le den más propiedades y funciones a estos aparatos, hay que tomar más medidas de seguridad y precaución”, sostuvo.
“Hay que intentar enseñar a la gente sin generar pánico, que sean conscientes, por ejemplo, de que es casi imposible borrar las cosas que se publican en Internet, por lo tanto tené cuidado con lo que publiques”, agregó.
Según Martínez, hay que regular también a los productores de estos artefactos para que los mismos “cumplan estándares de calidad y seguridad”.
“Pero por sobre todo se precisa una concientización a través de la educación. Que la gente entienda los usos y abusos de la red y los posibles riesgos. Eso se tiene que enseñar desde chicos”, explicó.
Es precisamente la educación la clave que falta en Uruguay para aprovechar varias oportunidades que hoy ofrece Internet, sostuvo el especialista.
En Uruguay, el acceso y la conectividad a Internet es muy alta, superando incluso a varios países europeos. Ese es un elemento “necesario pero no suficiente”, dijo Martínez.
Entre las oportunidades latentes el experto destaca como la más relevante el teletrabajo: poder trabajar desde un dispositivo para cualquier lugar del mundo.
“Es algo buenísimo para el país, tenemos una oportunidad histórica y no entiendo cómo no lo promocionamos más. El teletrabajo tiene una serie de ventajas básicas: no te genera tráfico, no desgasta las calles, genera ingreso de divisas, combate el desempleo. Es un negocio redondo”, sostuvo.
“Para que eso sea viable no alcanza con tener conectividad, como la que tenemos en Uruguay, la gente tiene que tener un nivel de educación, habilidades, estar formada para ese ámbito”, advirtió.
Señaló que “para aprovechar realmente” este tipo de facilidades que da la red “se precisa una educación orientada a ese mundo”.
“Precisamos manejar idiomas, precisamos determinados servicios para poder facturar y cobrar. A pesar de todo lo que se ha luchado en Uruguay sobre ese tema, no es tan fácil para gente de contextos vulnerables acceder a servicios bancarios, por ejemplo”, dijo Martínez.
El experto entiende que el país “tiene una división interna muy importante” en términos educativos: “Hubo una generación que tuvo una educación pública muy buena, yo hice todos mis estudios en el sistema público, pero desde hace unos años hay un grupo muy importante de personas que no han tenido esa suerte”.
Y es esa gente de contextos más vulnerables la que está “impedida” por “falta de educación” de “capitalizar un montón de oportunidades que en realidad las tienen en el teclado”.
“Eso es lo que está faltando en Uruguay. En Lacnic estamos promocionando un proyecto en Haití donde uno de los aspectos era la capacitación de mujeres jóvenes para hacer teletrabajo. Eso significa darles las cosas que les faltan, y que en muchos casos no es el acceso a Internet, es cómo redactar correspondencia, cómo comunicarse, cómo facturar o promocionarse”, añadió.