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    El “traidor” tupamaro Héctor Amodio dice que Wilson Ferreira, Trabal y  Fernández Huidobro tramaron un golpe “peruanista”

    El ex dirigente del Movimiento de Liberación Nacional (MLN-Tupamaros) Héctor Amodio Pérez sostuvo en un libro que el caudillo blanco Wilson Ferreira Aldunate fue “un ambicioso y un oportunista” que mantuvo vínculos con la organización armada y con el ex director de inteligencia militar Ramón Trabal, para dar “un golpe bueno a la peruana” en octubre de 1972.

    En esas negociaciones habría participado, entre otros, el actual ministro de Defensa, Eleuterio Fernández Huidobro, quien meses antes habría propuesto la rendición incondicional del MLN pero que “no contó con que la esquizofrenia de (Julio) Marenales y (Raúl) Sendic (dos dirigentes históricos) estaba desorbitada”.

    Amodio acusó a Fernández Huidobro de pasar información al enemigo y de entregar a Ferreira “una copia falsa” de un manuscrito que había confeccionado durante su “internación” en el batallón Florida a partir del 23 de mayo de 1972.

    Las afirmaciones controvertidas y de difícil confirmación realizadas por el ex tupamaro forman parte de una larga entrevista incluida en el libro “Palabra de Amodio. La otra historia de los tupamaros”. Una primera entrevista había sido publicada en octubre de 2013 por el periodista Gabriel Pereyra en “El Observador”.

    La nueva publicación, que lleva la firma del investigador y ex secretario de la bancada parlamentaria democristiana Jorge L. Marius, fue editado esta semana por Ediciones de la Plaza, editorial vinculada a “El País”.

    Amodio, definido como traidor por el MLN-Tupamaros y desaparecido de la vida pública entre 1973 y 2013, sostuvo también en el libro: “Con Trabal discutimos acerca de las posibilidades teóricas de un ‘golpe bueno’ que asumiera algunas de las reivindicaciones del MLN-T planteadas cuando las conversaciones por la tregua y que acarrearía una amnistía para los presos sin delitos de sangre, amnistía que nos evitaría abandonar el Uruguay y formar parte de un gran acuerdo nacional en el que participarían políticos de todas las tendencias que no estuvieran implicados en ilícitos, ex integrantes del MLN-T y en el que él actuaría como gestor de buena voluntad”.

    Un golpe “a la peruana” implicaba en aquella época, el derrocamiento de un gobierno por militares antiestadounidenses.

    Amodio habló acerca del plan contragolpe, un esquema organizado por el general Liber Seregni, algunos militares de su confianza, los tupamaros y partidos del Frente Amplio para evitar que se desconociera un eventual triunfo de la izquierda en las elecciones de 1971 y que habría incluido también a Ferreira. “Hoy conozco que dentro del plan estaba incluido el posible triunfo electoral de Wilson Ferreira Aldunate con el conocimiento por su parte” señaló.

    “Campaña de difamación”. 

    En el libro, Amodio intenta modificar la creencia generalizada de que logró evitar la tortura y negoció su libertad, y la de su entonces compañera Alicia Rey Morales, a cambio de traicionar a sus ex compañeros de lucha.

    Reconoció que había actuado como asesor del Ejército durante las negociaciones que tuvieron lugar en el batallón Florida y también que había estado presente, vestido con uniforme de soldado, durante la detención de Marenales, aunque aportó una versión diferente a la del viejo tupamaro: no estaba patrullando en busca de clandestinos, sino visitando a su madre enferma de flebitis.

    Acerca de las acusaciones de traición, Amodio admitió la colaboración con el Ejército, pero sostuvo que fue exagerada para convertirlo en “cabeza de turco” de los errores y otras delaciones que se produjeron en el MLN-Tupamaros. 

    También dijo que se salvó de la tortura gracias a una promesa que el entonces jefe de información del Florida, Carlos Calgagno, había hecho a su tía y que luego engañó al entonces teniente segundo Armando Méndez aprovechando la compartimentación que existía entre las unidades militares.

    Los juicios de una “rata de cloaca”. 

    A lo largo de la entrevista, que según un informe de inteligencia militar elevado a Fernández Huidobro sería presentada por el propio Amodio en Montevideo (Búsqueda Nº 1825), el ex tupamaro realiza valoraciones acerca de diferentes actores y situaciones de la década de 1970.

    Sendic “iba por la libre” y “su práctica desmentía las versiones acerca de la seguridad y la compartimentación” del movimiento, además de ser responsable, junto a Fernández Huidobro, de una “campaña de acoso y derribo” de la organización en 1972 y de negociaciones que incluían su propia entrega a los militares.

    Acerca del ex jefe de la Región Militar Nº 1 y hombre fuerte del Ejército Esteban Cristi, con quien pactó su salida del país, dijo que era “un estúpido y un ignorante” que lo trató de “rata de cloaca”.

    Opinó que el ex presidente José Mujica es honrado, pero no honesto, “porque se ha beneficiado de cosas que sabe que son falsas”.

    Acerca de Marenales, a quien considera autor de la versión original acerca de su traición, dijo que es “impulsivo y dueño de un amor propio exagerado” y un “esquemático individualista” incapaz de trabajar en equipo.

    El fundador del MLN-T Jorge Manera “aportó siempre sensatez y mesura, por lo que sirvió siempre para contener los impulsos a los que Sendic y Marenales eran proclives”.

    Al coronel Trabal lo calificó como “iluso” que “creyó que el peso de la oficialidad joven estaría de su lado y la cagó, porque en cuanto los viejos lo apretaron lo dejaron solo”.

    Acerca de la muerte de cinco militantes tupamaros en los alrededores de Soca, al otro día del asesinato de Trabal en 1974, sostuvo que “fue un aviso” ya que “tenían a los rehenes y a las rehenas”. Opinó que “el ‘Ñato’ (Fernández Huidobro) lo tiene que saber y seguro que se lo contó al comandante Facundo (Mujica) para convencerlo de que nos tenemos que llevar bien con los muchachos, para que no los deschaven y se caigan de los pedestales en los que se han subido”.

    El ex dirigente tupamaro consideró que la capacidad de la organización fue exagerada para justificar la represión y luego el golpe de Estado, detrás del cual estaba “el Departamento de Estado norteamericano. (...) no para derrotar al MLN-T que ya no existía, sino para imponer las medidas económicas de Milton Friedman, la famosa escuela de Chicago”.

    También valoró al que antes fue su enemigo: “No me cansaré de repetir todo lo que se ha magnificado la importancia de los servicios de inteligencia militar por lo menos hasta ese momento. Ni el mismo Trabal y por supuesto que ni Cristi ni (el entonces coronel Luis) Queirolo tenían idea de lo que era el MLN-T”.

    Precisamente uno de los aportes significativos de Amodio habría sido advertir a los militares acerca de la debilidad de la fuerza que tenían enfrente. Por eso y por los aportes operacionales para derrotar a lo que quedaba en pie fue calificado por un oficial de la época como “uno de los mejores generales que tuvo el Ejército”.

    Acerca de la caída de la “cárcel del pueblo”, donde había dos secuestrados por la guerrilla, dijo que “no fue obra” suya aunque reconoció haber participado en el operativo conducido por Cristi y el teniente coronel Carlos Legnani.

    “Reconozco que el MLN-T violó los derechos humanos pero honestamente creo que no hay punto de comparación entre uno y otro bando”, dijo Amodio.

    También aportó su versión acerca de otra de las acusaciones que pesan en su contra: haber revelado que el ex senador Enrique Erro, a quien los militares querían quitar los fueros parlamentarios y usaron como pretexto para el golpe de Estado, aportaba información a los tupamaros. Admitió que hacer esa declaración fue la última condición que impuso el general Cristi para dejarlos en libertad.