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    El tropiezo productivo de la colza: disminuyó el área y la relación insumo-producto genera desafíos al negocio

    A las adversidades de esta zafra se sumó una variable inesperada: el riesgo de contaminación transgénica para un cultivo que en Uruguay no tiene eventos aprobados; plantean la necesidad de reforzar controles en todas las etapas

    Este año la colza quedó varios escalones por debajo del trigo y la cebada a nivel productivo, con una baja fuerte de área, aun dentro de un amplio rango en las estimaciones de superficie que se terminó sembrando. Pasó de un récord de casi 350.000 hectáreas en 2022 a una superficie que los operadores privados calculan en un rango de entre 100.000 y 170.000, mientras que el gobierno la estima en 148.000 y el Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) en 135.000 hectáreas.

    “El número final no lo sabe nadie”, apuntó el gerente de Operaciones de IPB Seeds, Agustín Uteda. Con rendimientos que se estiman entre 1.600 y 1.800 kilos por hectárea, el volumen de producción sería la tercera parte que el año pasado, 200.000 toneladas o menos.

    En 2022 el combo fue perfecto: precios por las nubes, disparados por la sequía en Canadá y la guerra entre Rusia y Ucrania; una buena relación insumo- producto; óptimas ventanas de siembra; y resultados de las evaluaciones Crea que confirmaron que la mejor pareja era soja-canola, comentó Uteda.

    El cultivo, que venía ganando presencia aceleradamente, alcanzó así un techo en la zafra 2022/23. Generó ingresos de US$ 262 millones por la exportación de 436.510 toneladas a un precio promedio de US$ 600 por tonelada. Venía de 230.000 toneladas exportadas en 2021-2022 a precios más altos aún, US$ 737 por tonelada, un enorme diferencial respecto a otros granos.

    En la campaña actual “pasó algo diametralmente opuesto”, dijo Uteda. “Una sequía muy grande en el verano hizo que los problemas de carry de herbicidas fueran muy fuertes. La relación insumo-producto cambió, ya que los precios internacionales bajaron. Se alinearon todos los astros en contra del cultivo”, apuntó.

    La estimación de intención de siembra publicada por la Dirección de Información y Estadísticas Agropecuarias (Diea), del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) marca un piso de 117.386 hectáreas para colza y carinata, y un techo de 178.843 hectáreas.

    El director de Fadisol, Juan Foderé, hizo hincapié en las muy altas pérdidas de área registradas este año, vinculadas a problemas de insectos, hormigas y bicho bolita, y luego por las fuertes heladas. “Entendemos que el área inicial fue aproximadamente 150.000 hectáreas, pero creemos que debe haber hoy unas 100.000 hectáreas”, estimó. Desde el punto de vista productivo, sobre lo que queda de área, “podremos apostar a un promedio de 1,8 toneladas por hectárea”, sostuvo. Fadisol comenzó el 17 de octubre la cosecha de canola con destino a Chile, una alternativa comercial que se abrió en esta campaña.

    Más optimista en cuanto a superficie y rendimientos es el gerente de negocios de granos de Cargill Uruguay, Joaquín Basso, que estima un área de 170.000 hectáreas: “lo destacable es que las condiciones climáticas para la cosecha, que se hace un poco antes que el trigo y la cebada, van a estar dentro de lo óptimo, y probablemente nos encontremos con rendimientos que nos sorprendan. Para mí hoy hablar en el entorno de 280.000 toneladas de producción creo sería razonable”.

    El gerente general de Calmer y presidente de la Mesa Tecnológica de Oleaginosos, Roberto Verdera, consideró que al reducirse la expectativa de un buen resultado la siembra fue más selectiva, “en buenas chacras” y concentrada en los productores con más experiencia en el cultivo. “Lo primero que desaparece son las áreas marginales”, señaló.

    ¿Fue un espejismo?

    Para Foderé, el récord del año pasado fue una excepción estimulada centralmente por los precios. “No creemos que sea el área para Uruguay, sí creemos que el área a tomar para adelante es sobre las 120.000 a 150.000 hectáreas”, comentó.

    Uteda define a la canola primaveral como “uno de los tres grandes del invierno”, un cultivo que hacia adelante podrá oscilar en un área de entre 150.000 y 300.000 hectáreas. “Canolas invernales juegan otro papel, porque se cosechan mucho más tarde, no se casan tan bien con la colza de segunda, se casan bastante mejor con maíz; pero además requiere tener el campo disponible para sembrar en abril, para poder exprimir el potencial. Ahí tiene otros condimentos el área para crecer”, apuntó.

    Basso, de Cargill, sostiene que el cultivo “ha entrado en el esquema de rotación como producto diversificador de riesgo en la paleta de invierno”. Asume que va a tener fluctuaciones de área porque “depende del mercado de aceites básicamente, saliendo del esquema de los cereales que tienen otros fundamentos o drivers de mercado totalmente distintos, incluso hasta en la formación de precio son totalmente diferentes”.

    Llegar a las 900.000 hectáreas de cultivos de invierno entre canola, trigo y cebada sería “lo óptimo”, consideró. “Después va a estar ese juego la disputa del área, dependiendo de la coyuntura de cada grano cada año”, dentro de un ideal de área repartida en tres partes similares de 300.000 hectáreas cada una, dijo.

    Riesgo de transgénicos.

    A las condiciones productivas y de mercado en la campaña actual se sumó una variable inesperada: el riesgo de contaminación transgénica para un cultivo que en Uruguay no tiene eventos aprobados, y donde la decisión de la cadena de producción y del gobierno ha sido mantenerlo libre de Organismos Genéticamente Modificados (OGM) y explotar comercialmente ese diferencial.

    Los riesgos por aparición de nabolza, una maleza híbrida resistente al glifosato y otros herbicidas, y el rechazo de lotes de semillas importadas con trazas de material genéticamente modificado fueron señalados por el titular del MGAP, Fernando Mattos, durante la feria Expoactiva Nacional, realizada en marzo en Soriano.

    “Mantener el canal libre de OGM abre una cantidad de oportunidades comerciales y credibilidad del país, perder esa condición causaría un gran daño”, advirtió Mattos.

    La directora general de Bioseguridad e Inocuidad Alimentaria (Digebia), del MGAP, Virginia Guardia, precisó que fueron detectados “niveles muy bajos de circulación de gen transgénico” en granos de la cosecha 2022.

    “Eran trazas no cuantificables y de eventos transgénicos autorizados en Europa, a niveles que no comprometían la exportación”, dijo.

    Si bien esto no implica que Uruguay pierda el canal de libre de OGM, sí expuso la necesidad de reforzar los controles en todas las etapas productivas: análisis de semillas, manejo de malezas en chacras y análisis de granos luego de la cosecha. “Un paquete de medidas escalables en forma gradual y de acuerdo al nivel de riesgo”, señaló.

    Planteó que lo ideal es que la detección sea en el campo o en los silos, y que no lleguen trazas a las cargas para exportar.

    El director ejecutivo del Instituto Nacional de Semillas (Inase), Daniel Bayce, dijo que las crucíferas son “promiscuas” y “se cruzan con facilidad”.

    “Actualmente hay algunos reclamos de productores con el argumento de que compraron semilla de Lotus legal y en sus chacras está apareciendo este híbrido, con algo de colza”, relató.

    Esta es una nueva fuente de riesgo ya que la presencia del gen tolerante al glifosato en una pradera “puede contaminar por polinización al vecino”, explicó Guardia. También es necesario tener la precaución de no hacer colza encima de esa pradera en la próxima campaña.

    “Hay circulación del gen, plantas espontáneas resistentes a herbicidas; la colza no es transgénica, toda la que se siembra es libre de OGM, y la que se vaya a exportar se va a analizar”, resumió la directora de Digebia.

    Una ecuación muy justa.

    En mayo la Sociedad de Fomento de Valdense (Sofoval) calculaba un costo de US$ 714 por hectárea sembrada de colza y un precio de US$ 410 por tonelada. Con una productividad de 2.000 kilos dejaba un margen de US$ 106 por hectárea. El rendimiento de equilibrio estaba en el eje de 1.700 kilos.

    Desde entonces el precio bajó unos US$ 20 respecto a esa referencia. “Los costos varían para todos los cultivos, si se paga renta o no, pero ojalá se llegue a 1.800 kilos por hectárea, porque el rendimiento de equilibrio hoy está más cerca de 2.000 kilos”, estableció Verdera.

    El desempeño comercial depende de numerosas variables. “A principio de año veíamos cómo evolucionaban las políticas de biocombustibles en la mayoría de los países que están proponiendo aumentar sus mandatos de corte, cosa que en el contexto económico global no se ha terminado de concretar, y obviamente eso le quita bastante demanda a la producción global”, señaló Basso, de Cargill Uruguay.

    Por otro lado, el clima en Canadá y en Australia, los principales exportadores mundiales, define cosechas que según las estimaciones del USDA serán menores a las del año anterior: la producción de Australia caerá desde el récord de 8,3 millones de toneladas en la última zafra a 5,1 millones de toneladas en la actual. En Canadá se reduce la producción en casi 1 millón de toneladas, de 18,7 a 17,8 millones, con los stocks más bajos en una década.

    Europa, por su parte, tuvo una muy buena cosecha este año “entonces el mercado de oleaginosas –principalmente canola, girasol–, por lo que son las cosechas europeas, ha estado presionado a la baja”, dijo Basso.

    Su proyección es que “hoy estamos llegando a pisos” de precios y “probablemente veamos algún efecto de recuperación en las próximas semanas”.

    Con la Unión Europea y el Reino Unido como clientes casi excluyentes –más allá de las nuevas corrientes comerciales a Chile y otros destinos– “el otro factor importantísimo para Uruguay es el tipo de cambio”, advirtió el gerente de negocios de granos de Cargill Uruguay. “Pasamos de tener una relación euro/dólar de 1,2 dólares por euro en los años anteriores, a estar hoy casi a la par (1,06 dólares por euro). Y eso en el efecto precio de la canola en Uruguay son unos US$ 20 o US$ 30 menos por tonelada; es importante”, subrayó.

    Carinata

    En carinata se está haciendo un fuerte trabajo genético para acercar los ciclos hacia lo que son las canolas primaverales, para que sea una alternativa más en ese nicho, comentó el gerente de Operaciones de IPB Seeds, Agustín Uteda.

    “Pienso que en el futuro los potenciales de rendimiento de las carinatas van a aumentar, porque los programas de mejoramiento son nuevos y hay mejoras importantes en cuanto a potencial. Y en la medida que acortemos los ciclos y hagamos que se parezcan a los de una canola primaveral, el área va a crecer también, porque aparte los precios internacionales de carinata juegan un papel distinto y están bastante por encima de los de la canola”, sostuvo.