— ¿Qué grado de cumplimiento a las normas establecidas por la OIE tiene Uruguay?
— En manejo, en cuanto a predios, todavía estamos lejos, de la mitad para abajo. En otras áreas, como capacitación, difusión o infraestructura, estamos de la mitad para arriba.
— ¿Cuáles son los beneficios para el productor?
— El beneficio que va a tener el productor es que va a dejar de perder, que no es poca cosa. Si me pregunta si va a ganar más, tal vez le diga que no, pero no va a perder tanto, ni él, ni el país.
—¿Dónde se constata la pérdida por la no aplicación de normas de bienestar animal?
— Por ejemplo, en la castración. Se debe hacer no más allá de los tres meses, cuando en general no es tan cruenta, el ternero no pierde tanta sangre y las muertes posiblemente sean menores que si se castran animales muy grandes.
Es cierto que hay mucha experiencia en el país, y que la gente de campo castra muy bien, eso es verdad, pero hay datos que indican que hay un retroceso cuando se castra un animal grande, porque obviamente le duele mucho, pierde peso por unos cuantos días (aunque después los recupera), y además, en el mundo no está bien visto que se realicen este tipo de prácticas. El consumidor no lo quiere.
En Europa se faenan animales enteros, pero acá eso sería impensable; entonces debemos hacerlo de la mejor manera posible, aplicar siempre el sentido común y lo mismo sucede con el descorne. La idea es trabajar con animales sin cuernos, porque estos dañan a los otros animales y al operario. Son un riesgo enorme en las plantas frigoríficas y esto nos lo comentan todos los días. Hay una falsa creencia de que los animales con cuernos tienen mejor conformación o terminación, y eso no es así. La OIE señala que hay que tratar de criar animales sin cuernos, o de lo contrario quitárselos en las primeras etapas de vida, cuando es un toquito apenas, y sacarle un centímetro de cuero alrededor, para evitar que después crezca un cuerno deformado.
En el relevamiento de 2003 había un 85 % de los camiones que llegaban a frigoríficos con animales astados, y ahora la percepción es que se ha reducido un poco, pero sin embargo permanentemente estamos recibiendo comentarios de nuestros colegas en los frigoríficos que nos dicen que realmente no saben qué hacer con esos animales, y los camioneros lo mismo.
Se podrá decir que estamos lejos de ese consumidor exquisito que quiere saber exactamente cómo fue criado ese animal que le da la carne que llega a su mesa, pero la verdad es que estamos lejos en kilómetros, pero no en acceso a los mercados. Uruguay es un país netamente productor y exportador a países muy exigentes y si queremos jugar en primera y seguir aumentando nuestras ventas a esos mercados, cada vez más vamos a tener que tener en cuenta este tipo de prácticas. No debe extrañarnos que en un futuro muy cercano, un consumidor alemán, holandés o inglés no quiera un producto cárnico proveniente de un animal, por ejemplo, que fue castrado a los 9 meses.
La industria no valoriza
— ¿Los importadores de carne uruguaya o de otras partes del mundo hoy se fijan en el grado de cumplimiento de las normas sobre bienestar animal que recomienda la OIE?
— Algunos sí. Las normas de la OIE no son obligatorias sino que son de adhesión voluntaria, pero hay muchos mercados que a su vez aplican normativas privadas basadas en ellas y eso es precisamente lo que busca la organización. Cadenas inglesas o europeas como Tesco y otras, que vienen a comprar a nuestras plantas, sí exigen y toman en cuenta los protocolos de bienestar animal y de certificaciones de que la castración no se haga más allá de los 3 meses de vida del animal, y esos productores, en general, son parte de la cartera de clientes que le venden en forma fija a determinada planta frigorífica.
La Dra. Temple Grandin siempre dice que en la medida en que los industriales entiendan esto y empiecen a trasladar a los productores aunque sea pocos centavos si se hacen determinadas cosas, ahí la cosa va a cambiar mucho.
La industria no lo valoriza, no solo en Uruguay, sino que no lo hace en casi ninguna parte del mundo. Aun así, aunque no se llegue a eso, de todas maneras al productor le sirve hacerlo porque pierde menos.
—¿Por qué hacerlo si no hay quien lo valorice?
—Trabajar a los animales tranquilamente, con banderas, sin perros, sin patadas, sin gritos, eso a la larga da animales que llegan bien a las plantas de faena, que no tienen contusiones, ni machucones que hay que limpiar, mutilando cortes de repente valiosísimos, y ahí pierden todos. Pierde el productor cuando le llega la liquidación con la mitad de lo que creía que le iba a venir, pierde la industria porque no puede colocar esos cortes y pierde el país.
—¿Un ganado bien tratado tiene una mejor conversión productiva?
—No tenemos una medición objetiva de eso, pero el sentido común indica que sí, que un animal estresado, correteado, asustado, no va a convertir tan bien como un animal tranquilo, bien manejado, en instalaciones sin agujeros, sin varejones que lo puedan lastimar, sin luces ni sombras de contraste, pero fundamentalmente sin perros mal entrenados que lo mordisqueen, sin gente que le peguen. El sentido común indica que un animal así va a convertir mejor y va a ganar más peso, sumado a que si llega al frigorífico sin hematomas, mucho mejor todavía.
No vamos lento; vamos seguro
—¿El sector ganadero va lento en la incorporación de estas prácticas?
—No creo que vayamos lento. Es un fenómeno claramente de cambio cultural, tenemos que modificar patrones de conducta y eso, en algunos casos, lleva cientos de años. Nosotros hemos logrado, en un plazo de 12 años, cambios muy significativos. Desde la primera auditoría a comienzos del 2000, donde se registró un 60 % de machucones, hemos mejorado mucho. Vamos por el interior, y desde la carretera vemos gente con banderas arreando animales, y la estructura y la parte edilicia de los frigoríficos han cambiado sustancialmente. Antes oíamos mugidos espantosos y ahora escuchamos el canto de los pájaros.
Si en 10 o 12 años hemos llegado casi a la mitad de la tabla, no vamos lento, pero sí vamos seguro. Los cambios que hemos hecho, llegaron para quedarse. Tanto el productor, como el peón rural, como el industrial que ha cambiado, se dio cuenta de que es mucho mejor, que trabaja mucho mejor, que tiene más rendimiento, que no trabaja tanto, que se cansa menos, que no se le rompen las instalaciones como antes, y ese no vuelve nunca más para atrás.
—¿Ud. sería partidaria de establecer la aplicación obligatoria de algunas de estas normas?
—Hay países que han pretendido aplicar obligatoriedades, elaborando reglamentaciones que no han podido después controlar ni han logrado que los actores tomen conciencia. Nosotros hemos preferido ir por la vía de la capacitación, de demostrar a todos los actores de la cadena por qué es mejor trabajar de determinada forma. Optamos primero por hacer un diagnóstico de la situación y después empezar a demostrar la realidad y las pérdidas económicas. Optamos por convencer.
Hay una ley de Bienestar Animal que se votó en 2009 y que se acabó de promulgar. Esa ley, que tiene un criterio muy mascota, posee un apartado que indica que todo lo que tiene que ver con animales de producción se lo deriva al MGAP. Y este, desde hace un tiempo viene regulando toda la actividad. Que muchas veces no se aplique no quiere decir que no está.
No estaría de acuerdo en entrometerme en el manejo de cada predio, porque para obligar debería tener tantos inspectores que es inviable. Me inclino más por capacitar y convencer.
Una vez que lo empiezan a hacer, se dan cuenta que es mucho mejor.
—Convencer puede ser el camino más largo, máxime si el productor no recibe un estímulo directo…
—Ha habido muchas mejoras, pero falta mucho. El productor no siempre tenía el hábito ni la conciencia de invertir en infraestructura, embarcaderos, tubos, etc., porque le parecía que era tirar la plata. Todavía dicen: “Total, si embarco una vez cada tanto, pongo unos varejones y listo”. Y muchas veces no se dan cuenta que cuidaron tres años ese animal, pagaron medicación, veterinario, en ocasiones el campo, hicieron pasturas, es una inversión brutal y no son conscientes de que el último día, las últimas 24 horas, pueden tirar por la borda el trabajo de 2 o 3 años. No había nada de conciencia en eso y hoy lentamente estamos empezando a ver que productores que embarcan un poco más seguido, están invirtiendo en mejores instalaciones y se ocupan de averiguar cómo hacerlo mejor.
En la medida en que Uruguay pueda seguir vendiendo como hasta ahora, a 130 mercados y a precios récord absoluto, sumado a un estatus sanitario muy bueno, a la trazabilidad y al antecedente de transparencia de este país, si le sumamos el plus de ser proactivos en los temas de bienestar animal, estar un paso adelante puede ser muy interesante para seguir compitiendo y ganar nuevos espacios en nichos exquisitos de consumidores.
Entonces, cuando me preguntan cuánto más gana el productor, no puedo contestar exacto, pero estoy segurísima de que en el global, agrega valor.
Conciencia de los consumidores
—¿Por qué el bienestar animal es una preocupación de la Organización Internacional de Epizootias?
—En el año 2001, todos los países miembros de la OIE en una asamblea mundial propusieron que se tomara el bienestar animal como parte del plan estratégico de la institución.
Esa preocupación tuvo su origen en los consumidores de los países europeos. En las décadas de los 60 y los 70, los consumidores no tenían idea de dónde venía lo que estaban comiendo. En la posguerra, Europa tuvo que multiplicar desesperadamente la producción de alimentos de origen animal y comenzó a intensificar. Apareció entonces un libro que marcó un antes y un después, Animal Machines, de la periodista inglesa Ruth Harrison. Ella plasmó allí lo que vio en una recorrida por establecimientos productores e industriales de pollos, cerdos y de vacunos en Inglaterra y que revelaba que para producir un churrasco se recurría a galpones enormes con cientos de miles de animales hacinados en condiciones espantosas. Ese libro se transformó en un best seller y los consumidores pusieron el grito en el cielo, a partir de lo cual se revirtió todo. Se creó un Consejo en Inglaterra que estableció determinadas normas y que dio origen a las famosas 5 libertades sobre las que ahora se apoya el bienestar animal: 1. Los animales no pueden pasar ni hambre ni sed, 2. no pueden estar sometidos ni a frío ni a calor extremo, 3. no pueden estar lastimados, 4. deben poder desarrollar su patrón de comportamiento libre y 5. no deben tener miedos ni angustias.
Los consumidores de esos países europeos son nuestros consumidores, al punto tal que la regulación europea aplica para los países miembros, pero también para los terceros países, por ejemplo, todo lo que tiene que ver con reglamentación en el sacrificio. La famosa ley de 1999 que comenzó a regir en 2013 en la Unión Europea, se empezó a aplicar exactamente a la misma vez acá.
La OIE fue receptiva a esas demandas de los consumidores y tomó el bienestar animal como propio y lo incluyó en sus planes estratégicos hasta ahora.
—¿Cómo está organizado institucionalmente el trabajo?
— En el año 1999, empezamos a trabajar en la Facultad de Veterinaria en el primer proyecto de Bienestar Animal que presentamos a INIA y nos lo aprobaron. Eso ameritó que se creara un programa específico y posteriormente la OIE nos reconociera y creara el Centro Colaborador de Bienestar Animal en conjunto con la Universidad de Valdivia en Chile, al que el año pasado se incorporó México. En el mundo hay nada más que tres centros creados, uno en Europa, otro en Oceanía y el tercero Uruguay-Chile. Era imposible cubrir toda América y propusimos incorporar a México a través de la Universidad Autónoma de México (Unam). Sin formar parte del centro colaborador está Brasil, que es como un continente, con el cual trabajamos mucho a través de la Universidad Estadual Paulista.
Por otro lado, el MGAP, muy consciente de la preocupación de la OIE, creó un grupo técnico de bienestar animal en 2003, conformado por la Facultad de Veterinaria, el INIA, Inac, las Cámaras de Frigoríficos, el Plan Agropecuario, la Dirección de Servicios Ganaderos (sanidad animal e industria) y la Academia Nacional de Veterinaria. Estamos incorporando a la Asociación Uruguaya de Transportistas de Haciendas (Autha) y había una propuesta de incluir a los consumidores. Los productores están representados por la vía de las instituciones, pero también existe la idea de que se incorpore un delegado de la Asociación Rural del Uruguay (ARU).
Quien dirige este grupo es el Dr. Ricardo Sienra, de la Unidad de Capacitación del MGAP y docente de la Facultad de Veterinaria. Esta comisión tiene un intercambio permanente de mails y nos reunimos cada 15 días.
Buenas prácticas de manejo en establecimientos ganaderos
Basadas en las normas de Bienestar Animal de la OIE, las Dras. Déborah César y Stella Maris Huertas, elaboraron varias cartillas en la que se establecen las principales recomendaciones a tener en cuenta para hacer un manejo adecuado del ganado y de esa manera evitar pérdidas económicas para el productor, para la industria y para el país.
Respecto al manejo de los animales destacan:
· Evitar el uso de palos, picanas eléctricas y ruidos excesivos.
· No trabajar con perros mal entrenados.
· En corrales y bretes trabajar de a pie o desde afuera.
· Asegurarse que los animales tengan libre acceso al agua.
· Evitar trabajar con el ganado a horas pico de calor o con tormentas eléctricas.
· Sobre las instalaciones (huevos, tubos, cepos):
· El diseño de estas estructuras debe ser el adecuado, de modo que facilite el avance de los animales en lugar de entorpecerlo.
· La orientación de las instalaciones debe ser de Norte a Sur.
· Las mangas deberían ser curvas con paredes cerradas.
· No deberán tener salientes ni objetos punzantes.
· El tamaño de las instalaciones deberá estar acorde con el número de animales a trabajar.
Sobre las prácticas de manejo (destete, castración, descorne, marcación):
· Son prácticas de manejo que producen dolor y estrés en los animales y por tanto se recomienda que no se realicen todas juntas.
· El destete es uno de los momentos de más estrés en la vida del ternero.
· El momento y la manera de realizarlo dependerá del estado de las madres y de los terneros y de la cantidad y calidad de las pasturas.
· La castración y el descorne deberán realizarse lo más temprano en la vida del animal (no más de 6 meses de edad), manteniendo medidas de higiene adecuadas para evitar infecciones en los animales y transmisión de enfermedades en el rodeo.
· Deben ser realizadas por personal adecuadamente capacitado.