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    Encuesta en el Pereira Rossell refleja consumo de alcohol de 63% durante el embarazo

    El relevamiento realizado en 2023 muestra un “gran aumento” respecto a sondeos anteriores que marcaban 35%; la recomendación médica es consumo cero durante ese período

    Ana se pasó tomando durante los primeros seis meses de su embarazo. Para la mujer y para el bebé en gestación no existe una dosis segura de alcohol durante ese tiempo. Desde el punto de vista médico, la única medida recomendada es cero. Ana, que entonces tenía 22 años, no tenía medida. Tomaba, sentía culpas, miedos y remordimientos por ella y por su hijo, y volvía a tomar. Tuvo controles, tuvo atención sanitaria, tuvo contención familiar, pero para una persona enferma –así se define– toda advertencia entra por una oreja y sale por la otra.

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    Recién dejó de tomar durante los últimos tres meses antes de parir, cuando el deterioro físico y emocional la hacían sacudirse entre temblores incontrolables, autoflagelaciones e ideas de suicidio. “Lo que más quería era a mi bebé, pero a pesar de eso no podía parar de tomar. Al final mi hijo nació bien, gracias a un… poder superior”, le cuenta a Búsqueda. Cuando nació, agrega, ella estaba “tan enferma” que no pudo amamantarlo y “creció a base de complementos”, agrega.

    Ana (cuyo nombre real fue modificado) tiene hoy 59 años y cumplirá 24 años limpia de alcohol en mayo. Su historia no es nueva, pero el problema del consumo de alcohol en el embarazo sigue tan vigente o más que cuando ella estaba a punto de ser madre. En 2023, seis de cada diez mujeres, exactamente 62,6%, declararon haber consumido alcohol durante la gestación en la principal maternidad del país, según la última investigación sobre Consumo de sustancias psicoactivas en embarazadas que se atienden en el Centro Hospitalario Pereira Rossell, a cuyos resultados accedió Búsqueda. Este trabajo, realizado por un grupo de estudiantes y docentes de la Facultad de Medicina de la Universidad de la República, coordinado por el neonatólogo Mario Moraes, refleja “un gran aumento” respecto a sondeos similares anteriores en la cantidad de mujeres que dijeron haber bebido alcohol en ese estado.

    Pese a que podía haber estado condenado desde el nacimiento e incluso antes a distintas patologías o trastornos, el hijo de Ana no tuvo complicaciones y creció sin problemas. El año pasado la hizo abuela. El “poder superior”, o lo que sea, estuvo de su lado, porque la evidencia científica avala la idea de que beber durante el embarazo, sin que sea remotamente necesario en los volúmenes de Ana, puede generar efectos peligrosos y duraderos en el feto y el futuro niño. El trastorno del espectro alcohólico fetal (TEAF) tiene una prevalencia estimada de 7,7 casos cada 1.000 individuos, según un estudio realizado por especialistas norteamericanos, europeos y australianos, publicados en 2023 en la revista Nature. Pese a ello, en Uruguay un alto porcentaje de mujeres reconoce haber bebido alcohol durante el embarazo.

    Efectos devastadores

    “Hoy se sabe científicamente que el alcohol es un teratógeno”, dice Moraes a Búsqueda. Esto refiere a cualquier sustancia capaz de alterar el desarrollo normal del embrión o del feto y producir malformaciones en el recién nacido. Como profesor e investigador del Departamento de Neonatología del Pereira Rossell, este médico observa que “muchas personas” desconocen los efectos que tiene el consumo de alcohol en el embarazo y que pueden ser “devastadores” para el feto y el bebé. Esa falta de conocimiento se relfleja también en otros campos.

    El alcohol es la droga más extendida en Uruguay: un 93% de la población entre 15 y 65 años la probó alguna vez en su vida y un 59% son bebedores habituales, según los últimos datos oficiales (de 2018, próximos a actualizarse). Además de estar legalizada desde siempre, hay una baja percepción del riesgo, mucha promoción para su consumo y el estatus de ser un lubricante social con el que no hay que meterse.

    “En este país llevó muchos años que la gente tomara conciencia del riesgo que era manejar borracho”, afirma a Búsqueda el sociólogo Héctor Suárez, coordinador del Observatorio Uruguayo de Drogas. Y agrega: “Es muy posible que antes, quince años atrás, no fueran mucho los médicos que informaran a las pacientes que no debían consumir alcohol en el embarazo”, agrega.

    No consumir alcohol en el embarazo equivale a cumplir una ley seca. No hay volumen de ingesta segura, subrayan los especialistas. Pero la percepción social del riesgo conspira en su contra, a todo nivel. Un spot televisivo de 2020 de una bodega de Canelones (De la Carolina), en plena pandemia, muestra a una mujer embarazada junto a su pareja brindando y celebrando con otras personas a través de Zoom, mientras canta Lucas Sugo de fondo. Para los expertos, este es un ejemplo de la fuerza de este “lubricante social”.

    Las consecuencias de beber alcohol en la gestación van desde que el niño padezca anomalías craneofaciales y neurológicas hasta un mayor riesgo de aborto, de bajo peso al nacer o de que sufra retrasos en su desarrollo intelectual y físico, con daños permanentes e irreversibles en distintos órganos y en el sistema nervioso central.

    Los sondeos periódicos que hace el Pereira Rossell sobre el consumo de sustancias psicoactivas durante el embarazo tienen como base el testimonio voluntario y confidencial de mujeres gestantes. La población objetivo del hospital –que es el centro de referencia público para Montevideo y área metropolitana en la asistencia de niños, mujeres y embarazadas– proviene de los sectores más vulnerables de la sociedad uruguaya. Por ello, los resultados de la encuesta no pueden ser extrapolados a la población general, indica Moraes.

    Sin embargo, el consumo de alcohol en la población de niveles socioeconómicos altos es del 85,8%, contra un 76,2% en el medio y un 71,3% en el bajo, según la última Encuesta Nacional de Drogas en la Población General, publicada por el Observatorio Uruguayo de Drogas en 2019 con datos de 2018. Según Suárez, para marzo habrán datos actualizados que, siguiendo la tendencia histórica, no reflejarían grandes diferencias.

    Además, la IX Encuesta sobre Consumo de Drogas en Estudiantes de Enseñanza Media, también publicada en 2022 por el Observatorio, arrojó que el 83,1% de los adolescentes de entre 13 y 17 años declaran haber consumido alcohol al menos alguna vez. Este consumo es mayor en las mujeres que en los varones, 85,9% a 80%.

    “Es probable que este nivel de consumo sea similar hasta que las mujeres tengan conciencia de estar embarazadas”, estima Moraes, quien advierte que la conducta mantenida durante la gestación tiene efectos negativos para la salud de la madre y sus hijos, incluyendo un aumento de la probabilidad de aparición del síndrome alcohólico fetal (SAF) y otras alteraciones incluidas en el espectro del TEAF, que a malformaciones físicas y orgánicas le suma complicaciones a nivel del sistema nervioso y dificultades en la adaptación social y en la conducta.

    Aumentos significativos

    Esta investigación fue realizada a partir de una encuesta a 214 mujeres que tuvieron su parto y puerperio inmediato en 2023 en el Pereira Rossell. No es la primera que realiza este grupo de trabajo coordinado por Moraes y creado en 2002 en la Facultad de Medicina para conocer la influencia de los factores socioambientales, como el alcohol, en el desarrollo infantil y la gestación. Ya se habían hecho otros sondeos similares en 2016 y 2020, aquí durante la pandemia del Covid 19.

    El aumento de la ingesta declarada de alcohol fue “muy significativo”: se pasó de 35,3% en 2016 (cuando participaron 257 mujeres) a 62,6% en 2023. En 2020, de un total de 305 encuestadas, solo 32 habían afirmado haber bebido alcohol estando embarazadas.

    “No podemos inferir que hay un aumento del consumo de alcohol durante la gestación porque siempre pueden existir sesgos de declaración, ya sea por olvido, negación u otras causas. Pero, como la encuesta es la misma y el tamaño de la muestra es representativo, esto nos permite observar cambios evolutivos en los hábitos de consumo de alcohol durante el embarazo y un cambio en la percepción de riesgo que permite mayor reconocimiento de dicho hábito”, explica Moraes.

    En Estados Unidos, el porcentaje de mujeres que consumen alcohol durante el embarazo ronda el 15%; en Brasil el último guarismo es similar al de este estudio en el Pereira Rossell: 63,5%.

    Los datos oficiales de 2018 dan cuenta de que en la población uruguaya el alcohol es la sustancia de mayor consumo, seguida por el tabaco y la marihuana. Entre los jóvenes y adolescentes, la bebida alcohólica más consumida en Uruguay es la cerveza, seguida de cerca por el vino, y de lejos por el fernet, según otra investigación académica.

    Uruguay ha implementado leyes que regulan el consumo de diversas sustancias psicoactivas con el objetivo de disminuir los problemas asociados. No obstante, el consumo de alcohol no está regulado en el país.

    Recomendado: cero

    Lo que toma la madre, toma el feto, puede resumirse. El espectro de alteraciones de alcohol fetal es amplio y grave. “Cualquier dosis de alcohol consumida en el embarazo puede tener efectos devastadores en el feto y en el recién nacido”, insiste Moraes. La exposición prenatal a esta sustancia es la principal causa “conocida y previsible”, remarcando esto último, de alteraciones permanentes en el desarrollo del sistema nervioso central.

    El SAF es el efecto más grave, asociado al retraso mental y del crecimiento. Este tiene consigo rasgos faciales distintintivos (ojos pequeños, nariz ancha y labios finos), deformidades de las articulaciones, extremidades y dedos, crecimiento físico lento, dificultades de la visión o problemas de audición, perímetro de la cabeza y tamaño del cerebro pequeños, así como malformaciones en el corazón, los huesos, los riñones o el sistema nervioso. Como una de cada 10 personas tiene los síntomas de SAF y existen múltiples manifestaciones, para Moraes el efecto que describe mejor las consecuencias del consumo de alcohol en el embarazo es el TEAF.

    Así y todo, varios expertos consideran que todavía está muy arraigada en la sociedad “la falsa creencia” de que una cerveza o una copa de vino pueden tener efectos beneficiosos sobre la salud, y que esa idea, “sin base científica alguna”, puede extenderse al embarazo.

    Es cierto que a mayor cantidad de alcohol consumido por la madre, mayor es el daño. Pero incluso dosis bajas de alcohol pueden producir malformaciones más leves, o favorecer la aparición de trastornos cognitivos o conductuales, como alteraciones del aprendizaje o hiperactividad, retoma Moraes. Ningún estudio demuestra que el consumo de alcohol en el embarazo sea seguro a bajas dosis, subraya. Es que un riesgo bajo no deja de ser un riesgo y las consecuencias de consumir alcohol durante el embarazo son potencialmente graves e irreversibles. “La única cantidad recomendada es cero”, concluye.

    Ciencia, Salud y Ambiente
    2024-01-31T17:59:00