El jueves 7 de marzo llega a Uruguay la película nominada a los Oscar como Mejor película y Mejor película extranjera
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáNo hay exaltación tal como la que envuelve a las películas nominadas a los Premios Oscar. Se las presenta como obras cinematográficas a preservar, parte de una colección selecta con el peso suficiente para ser consideradas como el cine más importante del año. Rara vez lo son. En otras ocasiones, la Academia da en el clavo.
Zona de interés, la nueva película del director inglés Jonathan Glazer, se encuentra entre esos aciertos. Se estrena el próximo jueves 7 de marzo en cines uruguayos y lo hará con múltiples premios conquistados —tres Bafta fue lo último que ganó— y portando, con orgullo, elogios descomunales.
Steven Spielberg la llamó “la mejor película del Holocausto” que ha visto después de la suya, La lista de Schindler. El cineasta mexicano Alfonso Cuarón subió la apuesta. Dijo, frente al propio Glazer tras la proyección de la película en Londres a principios de mes, que es “la película más importante de este siglo, tanto desde el punto de vista del enfoque cinematográfico como de la complejidad de su tema”.
Los halagos, algo desmesurados, se entienden mejor en el contexto de la carrera por un Oscar. Sin embargo, no son del todo infundados: Zona de interés es una película abrumadora y sin duda una de las más extraordinarias de esta temporada.
Glazer ha contado que tenía la idea de una película como Zona de interés desde hace tiempo. La piedra angular del proyecto fue la novela homónima de Martin Amis (La zona de interés, Anagrama, 2014) y su juego de múltiples perspectivas entre funcionarios del ejército nazi. Glazer se alejó de los personajes planteados por Amis, pero siguió buscando una historia similar, en la que los protagonistas se rehúsan a aceptar, en parte, su realidad. Se aferran, en cambio, a la obnubilación y al idilio de una buena vida en los márgenes de un infierno.
La llamada “zona de interés” es la denominación utilizada por los nazis para referirse al área de 40 kilómetros cuadrados de las afueras de Oswiecim, Polonia, que rodea el campo de concentración de Auschwitz. La película nos conduce a ese escenario insospechado: al otro lado de los muros del campo de concentración se alza una impecable mansión de dos pisos. Un oasis de lujo impensable en el contexto del horror: jardín, piscina, invernáculo y otras comodidades conforman el escenario donde reside plácidamente la familia Höss. A la cabeza se encuentra Rudolf (Christian Friedel), uno de los comandantes más respetados del ejército de Adolf Hitler. El director desvía entonces su mirada de los oficiales en el campo para enfocarse en la vida íntima del comandante de Auschwitz y su esposa Hedwig (Sandra Hüller). La película explora su empeño en construir una vida idílica, una búsqueda de la normalidad que contrasta brutalmente con las atrocidades que se perpetran a pasos de su hogar.
Años de preparación precedieron al guion de Glazer, hoy contendiente al Oscar por su adaptación de la obra de Amis. Para su preparación contrató a investigadores que se sumergieron en el Museo de Auschwitz-Birkenau con el objetivo de revisar miles de testimonios de víctimas y sobrevivientes que mencionaran a Rudolf Höss, su esposa, Hedwig, o sus cinco hijos.
Un hallazgo fortuito entre estos relatos fue el de un jardinero judío, superviviente de la guerra. Su testimonio narraba un momento crucial: Hedwig reprendió a Rudolf por un inminente traslado familiar ordenado por el führer. Furiosa, le dijo que tendrían que sacarla a rastras de Auschwitz.
El director encontró en ese intercambio un punto neurálgico para la película. La mujer, acorralada por la amenaza de perder todo por lo que había bregado, personificaba parte de la tensión y el drama que anhelaba para su obra. A partir de ese núcleo, se fue gestando el desarrollo de la película.
“Se trata de un drama familiar sobre un hombre y su esposa. Son muy felices, tienen cinco hijos y viven en una hermosa casa. Ella es una apasionada jardinera paisajista y le gusta estar rodeada de naturaleza. Él tiene un trabajo importante y es muy bueno en lo que hace. Son una pareja perfecta. Pero entonces él recibe la noticia de que su empresa quiere trasladarlo a otra ciudad (…). Lo que olvidé decir es que él es el comandante nazi de Auschwitz. Ahí es donde la historia se convierte en algo sobre nosotros: en vernos a nosotros mismos en ella, o en tratar de vernos. Supongo que lo que más nos asusta es que podríamos ser ellos, que eran seres humanos”, explicó Glazer sobre la trama de su cuarto largometraje.
El enfoque de Zona de interés sobre el Holocausto, y en particular de los crímenes cometidos en Auschwitz, se aleja de la representación habitual en el cine. Glazer propone aquí una inquietante inmersión en la banalidad del mal bajo una meticulosa reconstrucción que explora lo opuesto: la exaltación de la cotidianidad en un entorno aberrante.
La película comienza con un pícnic idílico, con la familia Höss a metros de un río, en un registro similar al del cine documental en donde las acciones de las personas rara vez son interrumpidas por el montaje. Por el contrario, las cosas llevan tiempo, tanto el traslado de un lugar a otro como un paseo por la casa, la prueba de un vestido o la preparación de una comida.
Parte de la decisión de filmación de la película llevó a Glazer y su equipo a pegar pequeñas cámaras en este set. La elección permite una fluidez en el montaje casi invisible, como si el espectador se adelantara a cada movimiento en este hogar mostrado como un laberinto.
Con una puesta en escena en la que la cámara rara vez se acerca a los personajes, más bien mantiene una fría y marcada distancia, seremos testigos del día a día de los Höss mientras viven sus apacibles vidas. La distancia propuesta en el relato es una que el director remarca como parte de la identidad principal de la película. Su intención se acerca a la de un observador antropológico, alejado del dramatismo e interesado por la reproducción de lo que imagina fue real. En esa búsqueda es que además comienza a sentirse el otro gran hallazgo de la película: su utilización del sonido.
Así como el fuera de campo (todo aquello que está en el plano) es el elemento crucial que llevará al espectador a consternarse más por lo que no ve que por lo que ve, el sonido juega un papel fundamental en la película, en una experiencia sensorial perturbadora y compleja. De manera tenue, pero siempre presente, se oyen sonidos distantes de gritos, disparos y máquinas que generan una atmósfera de tensión constante y suspenso durante la película, que no supera las dos horas. El silencio absoluto que pueda provocar en la sala solo realzará más ese aspecto, también apoyado por las composiciones de Mica Levi en la banda de sonido.
Un párrafo aparte merece la actriz Sandra Hüller como Hedwig. Si bien es el ascenso militar de Rudolf lo que traza el destino de esta familia, es en ella que Glazer parece encontrar el personaje con el cual retratar mejor la represión de una persona en su lugar.
Hüller, que dio vida a una de las protagonistas más memorables de estos Premios Oscar con su protagónico en Anatomía de una caída, trabaja aquí otras dimensiones con su físico: su caminata firme y poco agraciada remarca la entereza y la negación de una mujer que ha construido su hogar de ensueño al lado de una pesadilla.
No parece haber en Glazer una intención de generar empatía, una emoción lejos de materializarse al escuchar las palabras que salen de un personaje como Hedwig, pero es con ella y la familia que el director logra hacernos cautivos del horror. Más que diluirse por su ausencia, esos actos se potencian en la mirada punzante de un cineasta que, en un clímax inolvidable, cuestiona el propio acto de reproducir, mediante la emulación, lo que esperamos no vuelva a ser reproducido jamás.
La película se estrenará apenas unos días antes de la ceremonia de los premios, que se entregan el domingo 10 en Los Ángeles y que tendrán un compromiso sin igual por parte del público uruguayo y su caballito de batalla: la película española La sociedad de la nieve sobre el accidente en los Andes en 1972.
La película de Glazer posee una gran ventaja: ha recibido cinco nominaciones a los premios en total. Acumulando nominaciones a Mejor sonido, Mejor guion adaptado y Mejor dirección, se enfrenta a dos desafíos: por un lado, compite por Mejor película extranjera contra La sociedad de la nieve; por otro, en la categoría Mejor película se mide a las nueve nominadas restantes, entre las que figuran hoy, como favoritas, Oppenheimer, Los que se quedan y Pobres criaturas.
La japonesa Drive my car enfrentó una contienda similar en 2022 y ganó el premio a Mejor película extranjera, aunque perdió el premio a Mejor película con CODA. Unos años antes, en 2020, la coreana Parasite sí lograría hacer historia y se llevaría las dos estatuillas: la de Mejor película y la de Mejor película extranjera.
¿Cómo logra una película inglesa como Zona de interés, con diálogos en alemán, competir en ambas categorías? Es sencillo. Según las reglas de la Academia, para ser elegible a Mejor película, debe haberse proyectado “con fines comerciales” en una sala de cine en algunas ciudades de Estados Unidos, como Los Ángeles o Nueva York, durante al menos siete días consecutivos. Hay otros requisitos, más complejos y aburridos.
No habría que descartar tan rápido el alcance y el poder de Netflix, que con la película de J.A. Bayona ha provocado un fenómeno cinematográfico mundial que aún no ha terminado. Sin embargo, A24, estudio y distribuidora que se ha encargado del lanzamiento de Zona de interés, tiene el último gran Oscar en su vitrina, gracias a la victoria de Todo en todas partes todo el tiempo. Quizás, Bayona y sus muchachos necesiten de un nuevo milagro para llevarse el suyo.