En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
* Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
¡Hola !
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
Los grandes escritores son recordados habitualmente por grandes obras. En el caso de Charles Dickens (Inglaterra, 1812-1870) esas obras son, básicamente, Los papeles póstumos del Club Pickwick (una enorme novela de aventuras), Oliver Twist, La casa lúgubre, David Copperfield o Grandes esperanzas, todas impregnadas de los intensos cambios y conflictos acaecidos en el siglo XIX, historias surcadas por un naturalismo que si bien no prescinde del humor y de la amabilidad (Dickens está considerado como el gran cristiano de la literatura anglosajona), es de un tono agridulce, en blanco y negro, que en gran parte tiene que ver con su propia vida, signada por una infancia miserable, un padre preso por deudas, un trabajo agotador en una fábrica de pomada para zapatos, luego como contable, etc., hasta alcanzar la celebridad como escritor.
¡Registrate gratis o inicia sesión!
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
Para leer al anochecer. Historias de fantasmas (Impedimenta, 236 páginas) nos presenta al Dickens menos conocido, el de los cuentos, y en especial, el de los cuentos fantásticos o sobrenaturales. Abundan las apariciones en caserones y los muertos que han llegado para revelar a los vivos —que por lo general es el observador-narrador— sus secretos, sus penurias o sus venganzas. Es cierto que en estas historias hay humedad decimonónica, como si el lector abriese un baúl con vestimentas familiares del bisabuelo y la bisabuela, pero también hay algunas perlas, como el breve y sumamente eficaz La visita del señor Testador (¿un fantasma, un borracho, un loco?), El juicio por asesinato (el asesinado se cuela en su propio juicio y hace comentarios) o El guardavías, que vuela a una velocidad digital al describir la intuición, la pesadilla premonitoria de un viejo guardavías que trabaja en una caseta aislada, lejos de todo, imágenes que lo atormentan y tienen que ver con un tren, con un muerto, con un accidente.