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“Uruguay es prácticamente un país de servicios. Tenemos la educación en los niveles más bajos, tenemos la rigidez laboral de las más fuertes. Es obvio que Uruguay debe crecer hacia fuera, porque hacia adentro no tiene escala. ¿Qué podría hacer Uruguay para convencer a su pueblo, a sus trabajadores, a su gobierno —que está muy dividido— de lograr mercados externos? ¿Cómo hacer para que se den cuenta de que el mundo va para ahí?”. Sentado entre el público, el presidente de la Cámara Nacional de Comercio y Servicios, Carlos Perera, lanzó esa pregunta a un panel de economistas de organismos internacionales y un jerarca chileno que minutos antes, con cierto escepticismo, había alentado a los países de América Latina a encarar reformas estructurales: no hay chance de que prosperen si los políticos no logran respaldo social para llevarlas adelante.
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El tema de las reformas como método para impulsar el crecimiento económico en América Latina estaba planteado desde el título de la conferencia, organizada el martes 26 por el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Ministerio de Economía y el Banco Central. El público, no más de 100 personas, eran principalmente funcionarios del gobierno uruguayo, algún analista y un puñado de empresarios.
La reunión ocurrió pocos días después de que el FMI divulgara nuevas proyecciones sobre el crecimiento económico mundial, algo menores a causa de la decisión británica de dejar la Unión Europea. “Esperamos para la economía uruguaya una recuperación del crecimiento en los próximos años”, dijo a Búsqueda el director del Departamento del Hemisferio Occidental del organismo financiero, Alejandro Werner.
Diversificación.
En la apertura, el ministro de Economía, Danilo Astori, llamó a evitar caer en “discusiones superficiales y quizás peligrosas” acerca de la primarización de las exportaciones de América Latina porque, dijo, muchas veces se subestima el valor y conocimiento que contienen los productos. Señaló que con la negociación multilateral para liberar el comercio “absolutamente detenida”, los países deben apoyarse en la plataforma regional para lanzarse a buscar tratados con otras naciones y espacios, incluyendo megaacuerdos como el Transpacífico. Werner instó a “retomar el impulso de la integración” comercial y financiera.
El asunto de la diversificación fue uno de los temas centrales del primer panel. Los expositores, el uruguayo Enrique Iglesias (ex canciller del presidente Julio María Sanguinetti y ex presidente del Banco Interamericano de Desarrollo), los chilenos Andrés Velasco (Universidad de Columbia) y José de Gregorio (Universidad de Chile) y el brasileño Murilo Portugal (titular de la Federación de Bancos de Brasil) coincidieron, en general, en la necesidad de revertir la baja diversificación productiva y comercial.
“Necesitamos una integración regional más eficiente”, reclamó Velasco, ex ministro de Hacienda de Chile.
Iglesias afirmó una mayor diversificación “no es una opción, es imperativo”. Agregó que si bien hay “bolsones de innovación”, la región sigue muy dependiente de los commodities.
“Qué hacer lo sabemos; la cosa es cómo hacerlo. La cosa es más complicadita, porque ahí tenemos que pedirles permiso a la política, a la sociología y hasta a la suerte”, opinó. Luego, instó a reforzar la generación de confianza por parte de los gobernantes, porque frente a estos temas no se trata solo de la “elegancia de las aproximaciones técnicas” y se requiere respaldo social para las políticas.
De Gregorio sostuvo que una mayor diversificación “no es la bala de plata”, pero “por supuesto ayuda”. Y sugirió pensar además en el grado de sofisticación de lo que un país produce.
Portugal apuntó que diversificar no implica solamente incorporar nuevos productos sino hacerlos de manera más eficiente.
Reformas.
Antes del almuerzo, un segundo panel abordó las reformas estructurales, en particular la laboral. El disparador fue un análisis del FMI comentado por uno de sus técnicos, Romain Duval, quien observó que América Latina aplica altos impuestos al trabajo.
La reforma laboral es muy difícil, no solo en América Latina, reconoció Julian Messina, del Banco Interamericano de Desarrollo. Sugirió instrumentar formas “inteligentes” de contratación de trabajadores, con mecanismos que vayan aumentando la protección a medida que pasa el tiempo. “Tenemos que terminar con la discontinuidad laboral”, alegó.
También propuso aplicar niveles regulatorios más laxos, contemplando la “pequeñez de las empresas latinoamericanas” para que “no tengan que asumir costos tan altos que las lleven a la informalidad”.
El ministro de Finanzas de Chile, Alejandro Micco Aguayo, coincidió en que es necesario en la región encarar una tercera generación de reformas económicas. Una debe apuntar a dinamizar las exportaciones de servicios como una “respuesta desde la diversificación” a los commodities con precios bajos.
Luego, reflexionó: “las reformas del mercado laboral son muy difíciles de implementar en América Latina, especialmente por los gremios”. Y admitió que el intento que se hizo en Chile no tuvo mucho éxito.
Además, según Micco Aguayo, con “tanto escándalo“ y el problema de la corrupción en la región, se torna imperioso “regular de manera correcta la relación entre dinero y política”. Y remató: “Es difícil hablar de grandes reformas estructurales si uno no puede convencer. (…) Hay que hacer que la gente crea que el mercado es bueno. Si no, el futuro no será positivo“.
“La credibilidad es importante”, compartió Charles Enoch, del FMI.
Daniel Artana, del instituto FIEL de Argentina, dijo que en su país se observa un “problema de economía política” en torno a las reformas.
“Menos mal que los economistas no somos los únicos que erramos los pronósticos”, ironizó ya en la tarde uno de los asistentes al foro, mientras contemplaba por los ventanales del Hotel Sofitel Carrasco cómo los vientos algo fuertes ridiculizaban las alertas de los meteorólogos.