La participación y condiciones en las que hombres y mujeres acceden al mercado laboral han sido históricamente desiguales, aunque los datos reflejan incipientes cambios en años y décadas más recientes.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáPor un lado, desde 2007 las mujeres salen más a trabajar fuera del hogar. La feminización de la fuerza laboral formal aportante al Banco de Previsión Social (BPS) fue de 48,7% en 2021, un aumento de tres puntos porcentuales respecto al 2004 (45,1%), según datos consignados en un análisis publicado recientemente por ese instituto previsional. El año pasado —en promedio—, la cantidad de hombres que aportó fue de 726.300, mientras que hubo 688.000 puestos de mujeres.
Los salarios tendieron a emparejarse en los sectores que aportan al BPS como “caja de industria y comercio”; desde 2004 hubo una reducción de cinco puntos porcentuales en la diferencia de remuneraciones entre géneros debido a que las mujeres han tenido aumentos “algo superiores” al de los hombres, explica el informe. En 2021 ellas cobraban al mes el 76% de lo que ganan los hombres ($ 36.097 y $ 47.724, en promedio).
Otra investigación llegó a un dato similar. La desigualdad salarial por género en Uruguay se redujo en los últimos 30 años, aunque persisten “diferencias significativas” a favor de ellos. Además, la caída no fue constante: tuvo una reducción de nueve puntos porcentuales entre 1990 y 1999, virtualmente se estancó (bajó uno) entre el 2000 y 2009 y volvió a disminuir nueve puntos en los años posteriores, concluye Julieta Zurbrigg, consultora de la oficina de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) en Montevideo. Es decir que una mujer promedio ganaba un 37% menos que un varón con las mismas características en los 90 frente a una diferencia de 19% existente en 2018.
Para el cálculo de las brechas del ingreso laboral por hora para los trabajadores de entre 25 y 59 años radicados en localidades de más de 5.000 habitantes usó datos de la Encuesta Continua de Hogares del Instituto Nacional de Estadística.
Por categorías de empleo, en todos los casos las diferencias cayeron, aunque con diferente intensidad. Por otro lado, durante todo el período analizado la desigualdad salarial por género resultó “significativamente menor” en el sector público, lo que Zurbrigg atribuye a que en esa área existe “mayor transparencia en la fijación de salarios y en los criterios de promoción, además de ofrecer oportunidades laborales que son más compatibles con la crianza”.
Un énfasis novedoso de su consultoría para la Cepal es el análisis más en profundidad a un período específico: la crisis que atravesó Uruguay en 2002. La brecha salarial de género tuvo una “caída significativa” alrededor de ese año y, en contraposición, se incrementó durante la recuperación económica posterior. “Entender a qué se debe este comportamiento resulta muy relevante dado que, si la reducción de la brecha viene acompañada por un empeoramiento de las condiciones laborales, esta caída de la brecha en la crisis no debería interpretarse como un avance en el sentido de la igualdad”, interpreta la economista. Es solo en los trabajadores de menor nivel educativo que se constata una caída de la brecha durante la crisis; para el resto la tendencia se ve inalterada en torno al 2002.
En cuanto al trabajo como “no dependiente” registrado en el BPS, el crecimiento del número de mujeres fue, al igual que entre los asalariados, mayor al de los hombres desde 2004, según el análisis publicado por ese instituto previsional. El año pasado cerró con cerca de 60.500 y 89.000, respectivamente.
En cambio, entre los monotributistas ellas superan en proporción a los varones, ya sea como patronas o como dependientes.