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    Gastar con eficiencia es un “desafío fenomenal”

    La “parte bonita de la historia” es que Uruguay “supo aprovechar bien” el ciclo de altos precios de las materias primas que se dio hace pocos años y que de la mano de una reforma tributaria y políticas específicas logró abatir la pobreza así como la desigualdad social. La otra parte del relato son los “problemas” y “desafíos” pendientes en cuanto a la gestión fiscal, lo que incluye hacer un manejo contracíclico del gasto y aplicar los recursos con mayor eficiencia.

    De hecho, para el subsecretario de Economía, Pablo Ferreri, ese último aspecto supone un “desafío fenomenal” que graficó con un ejemplo: “Uruguay mejoró en dos veces y media en términos reales su presupuesto en educación, pero no mejoró un solo lugar en las pruebas PISA”.

    El jerarca hizo esas reflexiones el jueves 23, en el marco del XXIX seminario regional de política fiscal organizado en Santiago de Chile por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal). Habló en la sesión titulada “Los desafíos de la política fiscal en las actuales coyunturas nacionales, regionales y globales”, en un panel integrado también por jerarcas del área económica de Chile, Costa Rica, Argentina y Brasil.

    Ferreri dijo que los gobiernos deben “propender a mayores niveles de desarrollo” pero con un enfoque de “equidad y cohesión social”. Agregó que, en ese sentido, los “desafíos” actuales “no son los mismos de algunos años atrás o de la década pasada. No es lo mismo enfrentarnos a este objetivo cuando teníamos elevados niveles de crecimiento, un boom de los commodities y un mundo que se abría cada vez más, que hacerlo en un momento de desaceleración económica para por lo menos la subregión en la que está inmerso Uruguay”.

    ¿Cómo puede la región sostener y ampliar los “importantes logros económicos y sociales” alcanzados en estas últimas décadas en este nuevo contexto?, interrogó enseguida. Para el subsecretario de Economía, una cuestión principal relacionada con eso es la “sustentabilidad de las políticas públicas”, lo cual —agregó— “tiene que ver con la forma y el volumen que aportan los ingresos” fiscales. También con el “combate a la pobreza y la desigualdad”, complementó.

    “Rendir más”

    Según Ferreri, “la política fiscal en América Latina puede y debe rendir más a la hora de generar mejores condiciones para el desarrollo, teniendo en cuenta que tiene que incentivar el crecimiento económico y generar condiciones de equidad social”. Eso, añadió, lleva a “pensar si son necesarias en América Latina reformas fiscales. Obviamente, la respuesta es que sí. Esto tiene que ver con reformas tanto del lado de los ingresos como del lado del gasto público”.

    Indicó, por un lado, que los gobiernos de la región “recaudan poco y probablemente recaudan mal. Los niveles de recaudación no están acordes con los niveles de desarrollo, y los sistemas tienen un sesgo regresivo, hacia los impuestos indirectos y no los directos, que nos permite amortiguar la prociclicidad de la recaudación y favorecer el combate a la desigualdad”.

    Según un informe elaborado por la Cepal, el Banco Interamericano de Desarrollo y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico presentado en ese seminario, los ingresos tributarios en América Latina y el Caribe aumentaron de 22,2% del Producto Bruto Interno (PBI) en 2014 a 22,8% en 2015, principalmente por mayor recaudación de impuestos sobre bienes y servicios.

    Ferreri dijo que en la región se escucha “hablar de reformas de primera, segunda, tercera generación” referidas a los sistemas tributarios “y, para ser sinceros, escuchamos menos, por no decir que escuchamos poco”, de cambios en cuanto al manejo de los recursos fiscales. E insistió: “Por lo general nuestros gobiernos están más enfocados en la mejora de la recaudación que en la mejora y la eficiencia del gasto público. Este es un desafío sustancial que tienen nuestros países y en particular el caso de Uruguay”.

    La reforma uruguaya

    El jerarca sostuvo que las reformas impositivas “deben tener algunas características” como el hecho de ser pensadas con un enfoque que colabore en el combate a la desigualdad poniendo el “peso recaudatorio en los sectores de mayores ingresos. Pero (los cambios) también tienen que ser sencillos, fáciles de cumplir”, ayudando además a la “innovación” y evitando “generar ciénagas donde queden atrapados quienes quieran producir un nuevo emprendimiento económico”.

    Después hizo un ra-cconto sobre la reforma de la Dirección General Impositiva y del sistema tributario. Dijo que a principios de la década pasada, Uruguay era “un país que recaudaba poco, que recaudaba muy mal y no tenía la mejor orientación posible del gasto público. Es de esa manera que acomete una reforma fiscal que tiene una expresión normativa en 2007” con propósitos de “equidad, eficiencia y capacidad de promover inversiones. (...) Por ello se eliminaron 14 impuestos, la mayoría de ellos muy ineficientes; Uruguay tenía impuestos cuyo costo administrativo era mayor a los ingresos que generaba, en lo que puede entenderse como la mejor definición de antiimpuesto”. También se implementó el Impuesto a las Rentas de las Personas Físicas, recordó.

    “Del lado del gasto también hubo una suerte de reforma fiscal que se fue haciendo con el tiempo y significó una reorientación” de los recursos, relató. “Hoy día, el 75% del gasto público en Uruguay es social. En 1998 era aproximadamente 15% del PBI, en 2007 era 19% y hoy día son 27%”, dijo, y acotó que el 75% de dicho gasto social está siendo destinado a los dos quintiles más pobres de la sociedad. Ello, sumado al hecho de que Uruguay “supo aprovechar bien” el ciclo de altos precios de los commodities, permitió abatir la pobreza de 40% en 2003 a cerca de 10% de la población, y al mismo tiempo bajar la desigualdad de ingresos, afirmó Ferreri.

    “Esta es la parte bonita de la historia”, dijo, como cierre de un primer capítulo de su exposición y para pasar a hablar sobre los “desafíos” futuros.

    “Uruguay no ha tenido un sesgo muy fuerte hacia la contraciclicidad del gasto. Eso es algo que el país debe mejorar”, reconoció. Alegó que es “difícil ser contracíclico cuando uno tiene 40% de pobreza y tiene que solucionar problemas básicos de una parte muy importante de la población. Pero sin duda, hacia delante, uno de los desafíos principales de Uruguay es este. Y en esto hemos estado trabajando”.

    Apuntó que actualmente “la evolución del gasto público viene muy morigerada” dado que “hoy el déficit fiscal es un elemento central de la política fiscal en Uruguay, no solamente por una cuestión técnica sino pensando en el aspecto social”. E insistió en el concepto de la sostenibilidad de las políticas, para que los progresos sociales no sean “simplemente un parche”.

    “Desde el lado del gasto público hemos hecho mucho para disminuir la pobreza” y la universalización de servicios como la educación o la asistencia médica, dijo el subsecretario. “La universalización de los servicios colabora en el combate a la pobreza. Ahora, cuando los servicios son de mala calidad, no colaboran en el combate a la desigualdad. Por lo tanto, un desafío fenomenal que tiene por delante Uruguay —y creo que en eso no estamos solos— tiene que ver con generar servicios públicos de calidad que contribuyan a reducir la desigualdad. Educación pública, salud de calidad, un régimen de pensiones de calidad, van a colaborar con la disminución de la desigualdad. Esto tiene que ver con eficiencia y mucho mejor gestión; no solamente se necesita más dinero para hacerlo. Uruguay mejoró en dos veces y media en términos reales su presupuesto en educación, pero no mejoró un solo lugar en las pruebas PISA, por poner un ejemplo”, señaló.

    Además, para el jerarca, si los servicios públicos son de calidad se genera una “legitimidad” en el cobro de impuestos.