• Cotizaciones
    viernes 14 de marzo de 2025

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
    $ Al año*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
    $ por 3 meses*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * A partir del cuarto mes por al mes. Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
    stopper description + stopper description

    Tu aporte contribuye a la Búsqueda de la verdad

    Suscribite ahora y obtené acceso ilimitado a los contenidos de Búsqueda y Galería.

    Suscribite a Búsqueda
    DESDE

    UYU

    299

    /mes*

    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá

    Intriga internacional

    Producciones Kim Jong-Il presenta…, de Paul Fischer

    Corea del Norte es un gran set. Una jaula forjada en miedo e ilusión de prosperidad. Su capital Pyongyang se viste de urbe moderna y vigorosa ante la llegada de diplomáticos y los extranjeros que se acercan a la curiosidad de hacer turismo hipercontrolado por el Estado y ver cómo es eso de vivir en un país comunista. Hay un metro que se pone a andar especialmente para generar una imagen de progreso y orden frente a la mirada ajena, falsos puestos de frutas y verduras, góndolas de cartón con mercancías pintadas en supermercados atiborrados de productos fantasma. Hay colosales edificios gubernamentales de estilo brutalista, estatuas inmensas que rinden homenaje a los líderes de la nación, monumentos a los trabajadores, al Partido Obrero y a la ideología juche, obras de escala sobrehumana que reflejan el renacimiento de una ciudad convertida en escombros durante la Guerra de Corea (1950-1953) y que resurgió, majestuosa, como la más moderna utopía socialista.

    , regenerado3

    Tras este decorado grandilocuente se amontonan desastres. La supresión de las libertades de sus habitantes, que ganan menos de un dólar por mes, muertes por hambruna —el hambre llegó a ser “un deber patriótico”—, torturas, fusilamientos, secuestros, campos de trabajos forzados, lavado de cerebro colectivo y una atmósfera de paranoia propia de una distopía. También se esconden historias tan estrafalarias como tristes. Una de ellas es recreada en Producciones Kim Jong-Il presenta… La increíble historia verdadera de Corea del Norte y el secuestro más osado de la historia  (Turner, 2015) de Paul Fischer. Aunque se centra en un hecho puntual, una encendida trama de secuestros, extorsiones, en la que no falta la cinefilia y el romance, es un valioso documento sobre esa realidad paralela llamada República Popular Democrática de Corea.

    Secuestrador, productor y jefe.

    El interés por personalidades excéntricas y obsesivas —y enlazadas al cine— condujo a Fischer hacia un suceso acontecido en 1977-1978 y que se dio a conocer públicamente en 1986: el secuestro de la estrella de cine surcoreana Choi Eun-hee y de su esposo, el cineasta Shin Sang-ok, por orden de Kim Jong-Il, director de Artes Culturales del Departamento de Agitación y Propaganda, y posteriormente jefe de Estado. Esta asombrosa odisea ha sido retomada en el documental The Lovers & The Despot (2016), que recurre a material de archivo hasta ahora no visto intercalando entrevistas a muchos involucrados, entre ellos Madame Choi.

    Para llegar al secuestro, los años de reclusión, las cenas interminables con el Líder, las maratónicas sesiones de cine norcoreano, los frustrados intentos de fuga, el hambre, la prisión, la enfermedad, las torturas, el rodaje de Emisario sin retorno —la primera película norcoreana de Shin y, a la vez, un emocionante y contradictorio reencuentro con el cine—, toda la puesta en escena que tanto Choi como Shin debieron llevar adelante para mantenerse con vida hasta encontrar la mejor vía de escape, para llegar hasta allí, Fischer realiza una meticulosa exploración por la historia del Paraíso de los Trabajadores, y se acerca con detenimiento clínico a la figura del Querido Líder, Kim Jong-Il, progenitor del actual presidente Kim Jong-Un. La biografía oficial del padre de la criatura presenta elementos esenciales de los arquetipos mitológicos y de los relatos mesiánicos, todo elevado al cenit del delirio de un filme de fantasía y ciencia ficción de la más barata clase B. Una historia que fue diseñada y modificada a través de los años por el propio Jong-Il.

    Y quién era Jong-Il, ese excéntrico dictador que, como suele suceder con los de su especie, se convirtió en una caricatura grotesca de sí mismo, es lo que Producciones Kim Jong-Il… intenta responder, hasta donde puede, recurriendo a entrevistas, diarios personales, memorias, investigaciones y testimonios de desertores.

    Secuestro o deserción .

    Shin Sang-ok falleció en 2006 luego de infructuosos intentos por remontar una carrera en desgracia. En los últimos años de su vida produjo filmes en EEUU y Corea del Sur. En 1994 formó parte del jurado que premió a Tiempos violentos, de Tarantino. Pero antes, durante las décadas de 1960 y principios de 1970, fue un realizador versátil y exitoso en Corea del Sur. Adaptó a Maupassant, rodó melodramas, thrillers, filmes de horror, de artes marciales, dramas históricos, y no le temió al western. En los 60, después de dirigir títulos populares, creó su propio estudio, Shin Film, que en su momento cumbre empleó a más de 300 personas y produjo un promedio de 30 películas anuales. Introdujo en Corea del Sur a Sergio Leone y Sam Peckinpah, además de éxitos de Bruce Lee. Fan de Chaplin, Renoir y Rossellini y admirador de Confucio, amaba el cine (su autobiografía se titula Yo soy cine), y su obsesión por el arte cinematográfico lo asemejaba bastante a su secuestrador. De hecho, antes de la abducción, cuando Shin proyectaba relanzarse en Hollywood, estaba entusiasmado con adaptar First Blood, novela de David Morrell. No pudo hacerlo. Mientras estaba en Corea del Norte a otra gente también le pareció buena idea adaptar a Morrell y así surgió Rambo, curiosamente, uno de los filmes favoritos del dictador.   

    La estrella máxima de las películas de Shin siempre fue Madame Choi, que le sobrevive. Su historia personal es la de una heroína con una energía vital enorme. Antes de ser la musa de quien fue su esposo dos veces, se escapó de su hogar, se casó con un alcohólico y fue abusada por soldados de ambos bandos. Sobrevivió y se transformó en actriz y modelo. Enamoró a Shin y al pueblo surcoreano. Hasta que un escándalo de infidelidad terminó con la pareja. El contexto social y político del sur tampoco ayudó a los artistas. Choi y Shin estaban divorciados y su popularidad en declive cuando fueron secuestrados. Que ambos hayan perdido su fama en el sur es uno de los argumentos que esgrimen quienes sostienen que en realidad desertaron voluntariamente.

    Cine a la fuerza.

    La mayoría de las noticias que llegan desde Corea del Norte parecen responder a una lógica más extraña que la ficción. En el contexto caricaturesco de la autoproclamada Patria de los Socialistas, el cine fue una herramienta esencial para inculcar las “ideas correctas” y los valores más importantes de la nación: que el Líder Supremo, el creador de la ideología juche —una insólita, totalitaria doctrina política, filosófica y religiosa que abarca todos los aspectos de la vida de los norcoreanos—, era el ser más importante que haya existido en la historia de la humanidad. Que no había mayor honra que rendir lealtad hacia él y su familia. Y que no se conocía en el mundo una raza más valiosa que el pueblo coreano. Las salas de cine fueron grandes aliadas en el adoctrinamiento de una nación desgarrada, mayormente rural, una sociedad afectada por el analfabetismo y sumamente manejable. Terminada la Guerra de Corea, en 1953, la industria cinematográfica del país produjo versiones diferentes de una misma historia: la de obreros y granjeras ejemplares dando todo de sí en virtud de un fin superior. Tuvo que llegar el hijo de Il-Sung, Kim Jong-Il, un verdadero amante del cine, y asumir a los 25 años el cargo de director de Artes Culturales del Departamento de Agitación y Propaganda, para guiar la industria cultural del país.

    Jong-Il conocía el mundo por medio de dos fuentes: los informes del gobierno y las películas. Cinéfilo obsesivo, llevó adelante su primera operación como gestor cinematográfico, una actividad ilegal para cualquier otro ciudadano, y desarrolló una red de pirateo de títulos occidentales a la que llamó, influido por los filmes de James Bond, Operación Recurso Número 100. Produjo un filme épico y grandilocuente, Mar de sangre, basado en una opereta supuestamente escrita por su padre, y La chica de la flor, sobre un relato también atribuido a Il-Sung, que tras morir en 1994 recibió el título póstumo y honorífico de Presidente Eterno de la República. Publicó Del arte del cine, un tratado que incluye el concepto de “semilla”: “Así como el granjero elige y planta una buena semilla y cuida de ella para que dé buenos frutos, la semilla de una película debe elegirse con cuidado y hay que trabajar en su representación para que la obra alcance la excelencia”. En su faceta como teórico y director de los estudios de Pyongyang, impuso códigos visuales. Corea del Sur y Japón debían presentarse bajo lluvia, mientras que el Paraíso de los Trabajadores debía lucir soleado; los estadounidenses tendrían características físicas peculiares: barba excesiva, evidente falta de aseo o una cojera. El código también decretaba que, salvo en una película biográfica de 1982, el Líder Supremo jamás debía verse en pantalla, solo era mencionado.

    Sin ser director de cine, Jong-Il ansiaba tener el reconocimiento de Kurosawa, que por esos tiempos era el embajador del cine oriental en el mundo. Para tal fin, en 1977 concibió su plan maestro, basado en las películas de espías que tanto le gustaban. Organizó el secuestro —actividad frecuente del gobierno de Corea del Norte— de uno de sus cineastas favoritos, Shin Sang-ok. Primero se llevó a Madame Choi. Luego, a su ex esposo. Los mantuvo distanciados, sin saber el uno del otro, durante un tiempo prolongado. Los volvió a reunir para que hicieran lo que mejor sabían hacer. O los mandaba a “las montañas”, lo cual podía ser trabajos forzados o la tumba.

    Godzilla con conciencia social.

    Las producciones dirigidas por Shin para Jong-Il, Emisario sin retorno y su secuela, Huida, eran propaganda pura y dura aunque más cinematográficas que el grumo de filmes producidos anteriormente. Shin se atrevió al melodrama (Amor, amor, mi amor), la tragedia (Sal), el musical (La historia de Shim Chong, con criaturas fantásticas y escenas subacuáticas) y las artes marciales (Hong Kil-Dong, la primera de su género en Corea del Norte). Todas fueron un éxito. Pero la nación, y su líder, necesitaban algo arrollador. Y entonces nació Pulgasari, la respuesta norcoreana a Godzilla.

    Se convirtió en el título más famoso de Shin. Pulgasari: el devorador de hierro es hasta ahora la superproducción más costosa del cine norcoreano. El director tuvo a sus órdenes técnicos japoneses y contó con Kenpachiro Satsuma, el hombre debajo del traje de hule de El retorno de Godzilla. La respuesta juche al monstruo más famoso de la cultura nipona es una de esas películas que, de tan malas, son deliciosamente buenas. Está en YouTube, tanto con subtítulos en español como en inglés.

    Como el mito fundante de los miembros de la dinastía Kim, la trama de Pulgasari, el Godzilla con cuernos y conciencia social, es una contradictoria e incoherente mezcla de filme histórico, drama socialista, ciencia ficción y demencia. Está llena de color, explosiones y destrucción. La acción se desarrolla en la Edad Media, con granjeros oprimidos por un malvado emperador y un viejo herrero que, tras ser encarcelado por desobedecer al gobernador, construye con puré de arroz un pequeño muñeco. El herrero muere, su hija hereda el muñequito, y una noche, tejiendo frente a la luz de las velas, se pincha un dedo. Una gota de sangre cae sobre la figura de arroz, que inmediatamente cobra vida y se lanza a comer agujas. La hija del herrero y su hermano la adoptan como mascota, duermen con ella, pero la mascota tiene un apetito feroz por el metal y conforme más come, más grande, escamoso y musculoso se hace. Y como no para de devorar hierro, cierto día se convierte en aliado de los granjeros, comiéndose las espadas, las flechas y las armaduras de los soldados del emperador. Nada detiene a Pulgasari, ni siquiera los misiles (son misiles del siglo XIII). El asunto es que también va por las herramientas de los granjeros. Entonces la chica se esconde en una campana, engañando al coloso para que la coma, el monstruo no logra digerirla, se pone loco y se rompe en miles de pedazos. De los escombros emerge un pequeño Pulgasari, que chilla como un juguete de goma y que es absorbido por una luz que no viene de ninguna parte. La luz va hacia la joven, que yace entre las rocas, con lágrimas en los ojos. Fin.

    El éxito fue descomunal. El filme se exhibía a salas llenas. Fue clave para sellar la confianza que Shin y Choi esperaban de Jong-Il. Ahora ellos tenían un plan maestro. Con la excusa de abrir un estudio en Viena y presentar la producción norcoreana al mundo, lograron escapar a Occidente. No fue nada sencillo. Años después, cuando ya se había radicado en EEUU, se le preguntó a Shin si en Pulgasari había un trasunto de Kim Il-Sung. Él se limitó a decir: “Es una película de monstruos. No hay ideología”.