La ganadería bovina y ovina fue introducida al territorio que actualmente pertenece al Uruguay hace poco más de 400 años, “bastante” antes de la llamada revolución industrial, indicaron los técnicos en la presentación.
Señalaron que el ganado bovino se multiplicó “libremente” por algo más de un siglo, alcanzando el número de cabezas cercanas a las existentes en la actualidad. A partir de la segunda mitad del siglo XVIII comenzó a explotarse en forma “importante”, a la vez que su número se vio “sustancialmente alterado” durante todo el período de las revoluciones independentistas, con una población mínima sobre el final de la guerra grande (1851-1853), repasaron.
Consideraron que a partir de ese momento, “con altas y bajas, el rodeo nacional “se fue recuperando lentamente hasta alcanzar una relativa estabilidad, en las últimas décadas”.
Ante esta situación de “estabilidad”, en que “tanto las emisiones como la descomposición de CH4 presenta en la atmósfera tenderían a igualarse”, los investigadores plantearon que “la ganadería de carne y lana en el Uruguay mantendría una condición de metano neutral, en términos de las emisiones netas anuales de este gas”.
El equipo de técnicos del INIA comentó que desarrolla un proyecto en el que crea “una plataforma de modelos de simulación” para la ganadería, para “la estimación de resultados productivos y económicos”, considerando simultáneamente factores sociales y ambientales.
En este aspecto los modelos utilizan como base “muchos” de los trabajos de investigación sobre estrategias de respuesta y mitigación de los potenciales efectos del cambio climático, indicó. Lanfranco aclaró que “esta es una investigación que está en curso y quedan varios análisis por hacer todavía”.
“El problema que hemos identificado es que la discusión del cambio climático (CC) –cuya existencia no discutimos– y sus orígenes antropogénicos –tema no laudado por la ciencia, por más que muchos aseguren lo contrario, pero que tampoco es el foco de nuestro trabajo– buena parte de la comunidad global, sobre todo la política, ha planteado (Kyoto, París, entre otros ámbitos internacionales) y lo seguirá haciendo, una serie de medidas a ser suscritas por los países con el objetivo de reducir el nivel de calentamiento global del planeta”, dijo.
Advirtió que “gran parte de estas medidas apuntan a la disminución de las emisiones de los GEI que supuestamente causan un aumento en la temperatura media de la Tierra”.
Al inicio “el foco estaba puesto en el anhídrido carbónico o dióxido de carbono (CO2), como principal responsable del problema, sin embargo, hace casi una década se apuntó al metano como un importante contribuyente al calentamiento global”, destacó.

Enfatizó que esto “afecta directamente a la producción ganadera, desde el momento que los rumiantes liberan CH4, fundamentalmente a través de eructos, durante el proceso digestivo”.
“El problema es que cualquier acción mediante políticas que apunten a la reducción de emisiones de este gas, sin un justificativo científico serio y contundente, puede tener efectos negativos económicos y sociales insospechados sobre países como Uruguay, donde la ganadería representa un peso importante en la economía”, afirmó.
Efecto pernicioso
Uno de los principales mensajes en los que hizo hincapié el grupo de técnicos es que está “el riesgo de que la imposición, por parte de la comunidad internacional, de medidas políticas (barreras no arancelarias) y económicas (impuestos) de reducción de las emisiones de GEI que involucren al CH4 entérico de la ganadería uruguaya puede representar una carga importante, a la vez que injusta sobre el sistema de producción”.
“La investigación ha puesto en cuestionamiento algunas de las métricas utilizadas internacionalmente para comparar el potencial de calentamiento de gases de corta vida como el CH4 frente al CO2”, indicó Lanfranco.
Señaló que “varios investigadores han propuesto índices alternativos que al menos corrigen en algo el problema, al reconocer que el metano deja de contribuir al cambio climático al final de su vida útil”. El índice denominado Global Warming Potential (GWP) “no corrige el problema de la menor concentración de CH4 respecto al CO2 en la atmósfera, aunque ya hay otras métricas propuestas que toman en cuenta este aspecto”, acotó.
Se refirió a que la contribución del sector que agrupa a los subsectores del agro de Uruguay considera “una compensación en gran medida debido al CO2 capturado por la forestación, cuando los sistemas ganaderos de por sí ya han estado produciendo un balance negativo de CH4 entérico en las últimas décadas”.
En otro capítulo de la presentación realizada en el congreso regional, los investigadores aludieron a los documentos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por su sigla en inglés) conocidos con los títulos La larga sombra de la ganadería (2006) y Abordando el cambio climático a través de la ganadería (2013), que “a través de un instrumental metodológico muy discutible y genérico, inculparon sobre todo a los rumiantes como responsables importantes del calentamiento global”.
“Lo peor fue el efecto pernicioso del documental Cowspiracy (La conspiración de la vaca), dirigido a un público no especializado, producido, entre otros por el conocido actor Leonardo DiCaprio”, criticaron.
Y advirtieron que “aunque refutados todos (esos documentos) en gran medida por la ciencia, hicieron un gran daño a nivel global, del cual la ganadería mundial no se ha repuesto”.
En otros datos divulgados por el grupo técnico de INIA figuran algunos basados en un trabajo del investigador argentino Ernesto Viglizzo (2015) referidos a las emisiones de Brasil, Argentina y Uruguay en relación al mundo (global) y a los cuatro países o regiones de mayor emisión a nivel del planeta. Las emisiones de GEI de Uruguay representan 0,07% mundial, que 85% de las emisiones de nuestro sector agropecuario representa 85% de las emisiones totales del país, que en Uruguay las emisiones de CH4 son casi 83% de las emisiones del sector y que nuestras emisiones agropecuarias son 0,05% del total mundial, resaltaron.
Análisis y balance
El foco de la investigación de los técnicos está puesto en el ciclo del metano entérico, es decir, se produce a partir de CO2 que estaba previamente en el aire, que fue tomado por las pasturas y otros vegetales para, a través de la fotosíntesis o “ciclo de Calvin”, ser transformado en carbohidratos (tejido vegetal) el cual se alimentan los herbívoros rumiantes o no rumiantes, señaló Bruno Lanfranco a Agro de Búsqueda.
Dijo que en el caso de los rumiantes, fundamentalmente, parte de esos carbohidratos se pierden en forma de metano (eructos). Este CH4 permanece en la atmósfera, pero tiene una vida útil promedio de 10-15 años, luego de lo cual se transforma en CO2 (liberando también H2O) por oxidación (contacto con el O2 del aire), reiniciándose así nuevamente el ciclo, comentó.
Acotó que el CH4 está continuamente siendo emitido (+) y transformado (-), por lo cual debe calcularse la emisión neta en determinado período de tiempo.
“Con un stock ganadero estable durante décadas, con emisiones constantes, ¿por qué no podemos hablar de una variación de las emisiones netas de CH4 entérico cuyo promedio debería ser cercano a cero?”, planteó.
Ante un “flujo de emisiones constantes de, por ejemplo, un stock vacuno y ovino estable, sin mayores cambios”, el trabajo sugiere que “no habría una acumulación ni de CO2 ni de CH4 en la atmósfera”. “En términos generales, el nivel previo de CO2 no cambia porque el ganado emite CH4”, y “el CO2 es el que ya estaba”, argumentó.
En cuanto al metano, consideró que con un stock estable, que siempre emite lo mismo, en un año determinado se emite una cantidad X de CH4 mientras que al mismo tiempo una misma cantidad X del mismo gas desaparece de la atmósfera y vuelve a CO2. “Es decir, no se acumula, no aumenta la cantidad de CH4 año tras año”, sostiene.
Y afirma que “el CO2 que ya estaba en la atmósfera previamente (no fue producto de la actividad ganadera) sigue manteniendo un efecto potencial lineal de calentamiento”. “Sin embargo, al estar en equilibrio el flujo de CH4, no hay efecto adicional sobre la temperatura media global, no hay efecto de cambio climático”, asegura. Indica que “la ganadería es de esta forma ajena al problema, si es que existe”.
En el trabajo divulgado en el congreso regional, los investigadores mostraron que los resultados de las emisiones netas en toneladas de metano se superponen a las de la evolución del stock para el período 1908-2022. Y que las emisiones netas a veces (por períodos), están por encima de cero (positivas) y a veces por debajo (negativas).
“De mantenerse esta tendencia en el stock (estabilizarse en promedio, en las 13 millones de cabezas o algo más), las emisiones netas de CH4 tenderían a una media con valor o (cero) y una varianza constante”, sugirieron.
Plantearon que “las estimaciones la emisión anual de CH4 entérico de nuestra ganadería se ubican en alrededor de 550.000 toneladas, en promedio”. “De todos modos, lo que importa son las emisiones netas”, indicaron.
Por lo que, a modo de conclusión, los técnicos estimaron que “con un stock constante, si anualmente se emiten 550.000 o 600.000 toneladas, al mismo tiempo se estarán oxidando 550.000 o 600.000 toneladas, llevando a que la emisión y la transformación (destrucción) de CH4 año a año prácticamente se compense”.
Preocupación
Durante una entrevista publicada en la edición de Agro de Búsqueda del pasado 27 de abril, el director de Frigorífico Las Piedras, Alberto González, dijo que “la producción ganadera en el mundo está siendo amenazada por las emisiones de gas metano. Tenemos que trabajar mucho para demostrar que esa es la punta del iceberg, la vaca puede contaminar pero seguro que no es lo que más contamina”.
El industrial insistió en que “tendríamos que trabajar en investigación para demostrar que Uruguay es un país carbono neutro en producción de carne vacuna. No me cabe dudas de que así es, y creo que el gobierno debiera estar enfocado en trabajar en esa línea. Decirlo es fácil, demostrarlo es difícil, y deberíamos utilizar todos los recursos posibles para demostrarlo”.