“Momentos clave”.
Aunque pasaron solo seis meses desde que se convirtió en el primer Papa de origen americano y jesuita, en la Iglesia uruguaya consideran que Francisco ha hecho gestos y dado mensajes que permiten ver algunas de las características que tendrá su gestión.
En el vuelo que lo llevaba de vuelta al Vaticano desde Brasil, el Papa aceptó responder a las preguntas de los periodistas que lo acompañaron en el viaje. En esa oportunidad dijo algo que en pocos minutos sería titular de todos los portales de noticias: “Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarlo?”.
Algunos de los consultados contrastaron esa afirmación con la posición que plantean distintos actores de la Iglesia cuando se les pregunta acerca de la homosexualidad, lo que no implica necesariamente un cambio doctrinario. Un laico, que por sus vínculos institucionales con la Iglesia pidió no ser identificado, comparó esa postura con la de Cotugno, quien en una entrevista con Búsqueda en agosto de 2003 comparó a la homosexualidad con una “enfermedad contagiosa”.
El papa Francisco “está asumiendo las consecuencias de estar en una sociedad pluralista, secularizada, no cristiana”, opinó el docente de Antropología Filosófica en la Universidad Católica y de Historia de las Ideas en la Universidad de la República Nelson Villarreal.
El académico, que fue seminarista pero no llegó a ordenarse sacerdote, sostuvo que la historia de la Iglesia se puede identificar en “momentos clave”. El primer quiebre es la caída en 1870 de los Estados Pontificios, después de lo cual el Papado queda como un referente espiritual pero con “la añoranza del poder terrenal”. Luego destacó el Concilio Vaticano II, ocurrido entre 1962 y 1965, un hito que marca un “salto” de 400 años y “la adaptación a la modernidad”.
“Si el Concilio Vaticano II fue una actualización de la institución a la modernidad y se centró en que lo esencial era el pueblo de Dios o la comunidad de la Iglesia dentro del mundo, con Juan Pablo II y Benedicto XVI viene una vuelta a la añoranza de la cristiandad”, añadió Villarreal. Los antecesores de Francisco “querían imponer la disciplina moral. No quiere decir que el nuevo Papa esté de acuerdo con la interrupción del embarazo, el matrimonio homosexual ni con otros temas que en la moral tradicional católica están resueltos, pero ahora cambia el eje, no se para desde la postura moralista teológico-dogmática sino del lugar pastoral: lo primero es aceptar a todos y después decir qué es lo correcto para la Iglesia Católica”.
Es en ese marco que, según Villarreal, debe entenderse la frase de Francisco en la conferencia de prensa al finalizar el viaje a Brasil.
Al respecto, el obispo de Tacuarembó, Julio Bonino, sostuvo que los papas Juan Pablo II, que estuvo 26 años en el cargo y Benedicto XVI, siete, tenían una idea de “restauración” antes que de aplicar “una nueva propuesta”. Francisco “lo que está impulsando es abrirse al formidable cambio de época que estamos viviendo y no añorando épocas pasadas”.
Para el obispo de Salto, Pablo Galimberti, la declaración sobre los homosexuales se explica en que el Papa ubica a la Iglesia “en una posición más dialogante y no solamente en una actitud magisterial”.
“Abro los ojos y veo que está así, que este interlocutor tiene esta inclinación, pero antes que eso es un ser humano como yo, por lo tanto tiene esa dignidad básica que tiene todo ciudadano me guste o no me guste, más allá del color, de la identidad, de su pertenencia. En ese sentido antepone esa condición de ‘seamos ciudadanos cercanos’ y no meramente habitantes de una ciudad agresiva, cerrada y encasillada en categorías”, afirmó.
Son “giros” que “parecen muy elementales” pero que “van a tener consecuencias fuertes”, dijo Villarreal, porque “no pararse en lo dogmático y teológico lleva a que el problema no es de la esencia sino de práctica, y eso vuelve a las fuentes del cristianismo que es la solidaridad con los pobres”.
Bonino cree que el desafío que tiene la Iglesia a nivel mundial de vivir en una sociedad secularizada es algo que la institución en Uruguay vive desde hace más de un siglo, por lo que “está mejor preparada” para afrontarlo.
“Uruguay nuevamente va a ser laboratorio de la Iglesia para experimentar cómo evangelizar en una sociedad secularizada”, opinó Villarreal.
Señales.
Una de las primeras cosas que hizo Bergoglio luego de ser electo Papa el 13 de marzo fue ir a pagar la cuenta del hotel en el que se hospedó durante el Cónclave que culminó con su designación. Ahora vive en una residencia con pocos lujos dentro del Vaticano y en su viaje a Brasil se trasladó en un vehículo sin ventanas laterales, cuando sus antecesores solían recorrer las ciudades encerrados entre vidrios blindados.
Según los obispos uruguayos consultados, Francisco “no ha parado” de brindar mensajes de hacia dónde quiere llevar a la Iglesia, ya sea mediante gestos como en los discursos que brinda dentro y fuera de la Iglesia.
“Que acá dentro va a haber lío va a haber, que acá en Rio va a haber lío va a haber, pero quiero lío en las diócesis, quiero que se salga afuera, quiero que la Iglesia salga a la calle, quiero que nos defendamos de todo lo que sea mundanidad, de lo que sea instalación, de lo que sea comodidad, de lo que sea clericalismo, de lo que sea estar encerrados en nosotros mismos, las parroquias, los colegios, las instituciones son para salir, si no salen se convierten en una ONG ¡y la Iglesia no puede ser una ONG!”, afirmó el Papa en uno de sus discursos en Brasil.
Ante obispos, sacerdotes y seminaristas, Francisco planteó que deben ser “servidores de la comunión y de la cultura del encuentro”. Y en seguida agregó: “Permítanme decir que debemos estar casi obsesionados en este sentido. No queremos ser presuntuosos imponiendo ‘nuestra verdad’”.
Para Galimberti, los mensajes “son breves, pero elocuentes”. En particular, destacó el planteo de que la Iglesia vaya “a las periferias”. En las sociedades actuales “se están reconfigurando los espacios, con barrios privados, centros, zonas inseguras donde los servicios no entran, tenemos áreas de consumo como los shopping”, dijo el obispo de Salto. “Están las periferias geográficas y las existenciales, las miserias que se ven en los que tienen que tomar decisiones en la enseñanza o en cuanto a la votación de leyes referentes a la salud, la marihuana, la vida”.
Los planteos de Francisco se verán reflejados en el rediseño de las “prioridades pastorales” que la Conferencia Episcopal del Uruguay (CEU) está elaborando de cara a su reunión de noviembre, explicó a Búsqueda el obispo de Melo y secretario general de la organización, Heriberto Bodeant.
El documento, sobre el que trabajan obispos, sacerdotes y laicos, incluirá medidas para “animar la vida pastoral” y fomentar “el encuentro entre la Iglesia” y la sociedad, añadió.
Seguir la línea trazada por el Papa, según Bonino, implica que la Iglesia debe asumir un “desafío misionero más radicalmente de lo que lo está haciendo hoy”.
“La puerta por la cual se entre a formar parte de la Iglesia tiene que adecuarse a las circunstancias actuales, que indican que la fe no es una herencia que se recibe sino una opción que se toma —continuó Bonino—. Y eso es un cambio radical. La iglesia ha tenido siempre la afluencia natural por tradición de acercarse a ella, y hoy día ese paradigma cambia y entonces hoy la Iglesia tiene que ser mucho más una presencia en lo geográfico existencial”.
Tanto Bodeant como Galimberti opinan que cada obispo en su diócesis “tiene que seguir su propio camino” y adaptar los cambios planteados por el Papa a las “particularidades” de la comunidad en la que se trabaja.
Sin embargo, Galimberti cree que en Uruguay “algunos párrocos siguen con una actitud autoritaria”, cuando en realidad deben tomar las decisiones “en comunidad” con los fieles de sus congregaciones. El obispo de Salto añadió que los cambios que se hagan, serán “graduales” y se tendrán que “ir desparramando de manera capilar”.
Cambios.
La llegada de Francisco, un cardenal de origen argentino, también repercutirá en la designación de las futuras autoridades eclesiales locales, coinciden en la Iglesia local.
“El Papa ha dado mensajes a la interna de la Iglesia uruguaya, como cuando destacó frente a todo el mundo el trabajo del padre Gonzalo Aemilius al frente del Liceo Jubilar”, opinó Villarreal.
El cambio más próximo se dará a partir de la salida de Cotugno del Arzobispado de Montevideo. Lo primero que tendrá que definir Francisco es si acepta la solicitud del involucrado, quien pretende quedarse un tiempo más, relataron los informantes.
En Montevideo hay versiones encontradas acerca de la continuidad del arzobispo. Entre los sacerdotes de la capital circula la versión de que el Papa rechazará ese pedido y que en un breve lapso de tiempo elegirá al sustituto. Sin embargo, en el Arzobispado aseguran que lo más probable es que Cotugno, que ocupa el cargo desde 1998, siga un tiempo más, precisaron las fuentes. En los hechos, el proceso de designación del sustituto puede llevar varios meses, todavía no comenzó y el nuncio apostólico Anselmo Guido Pecorari —representante del Vaticano en Uruguay— está de vacaciones en el extranjero.
En los distintos estamentos de la Iglesia la opinión mayoritaria es que el candidato más firme para arzobispo es el obispo de Mercedes, Carlos Collazzi, quien conoce al Papa desde hace tiempo porque coincidieron en la dirección del Celam. Collazzi fue el primer obispo uruguayo en reunirse con Francisco y luego mantuvo un aparte con el Papa en Rio de Janeiro.
Al igual que los dos anteriores arzobispos —Cotugno y José Gottardi—, Collazzi es salesiano. Tiene 65 años y es considerado un obispo “austero” y “sencillo”.
Otros que tendrían posibilidades de entrar en la terna —en menor medida que Collazzi— son Bodeant y el obispo de San José, Arturo Fajardo. Galimberti tiene el perfil, pero su edad (72) es un dato que lo deja prácticamente fuera de carrera, de acuerdo con las conversaciones que mantienen sacerdotes, laicos y algunos obispos.
Con Benedicto XVI al frente del Papado, en la Iglesia uruguaya consideraban que los candidatos para Montevideo eran el obispo de Canelones, Alberto Sanguinetti, y el titular de la Diócesis de Minas, Jaime Fuentes, el primer obispo uruguayo que pertenece al Opus Dei. Eso cambió con Francisco, aunque todavía mantienen chances.
“Eran número cantado en la línea de profundizar lo dogmático, disciplinar y lo teológico”, opinó Villarreal.
En el caso de Fuentes, algunos sacerdotes creen que el hecho de que carece de “experiencia pastoral” y que es del Opus Dei, una prelatura “conservadora” dentro de la Iglesia, puede jugarle en contra.
Bonino dijo que si bien es cierto que esos son los nombres que circulan en la Iglesia uruguaya en la carrera por el Arzobispado, no dejan de “ser especulaciones”. Francisco “ha estado preocupándose de definir el perfil del obispo de hoy” y eso, añadió, “seguramente” se verá reflejado en las designaciones que hará en el futuro.
Contratapa
2013-08-29T00:00:00
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