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    La aprobación del matrimonio homosexual implicó un cambio histórico para comunistas y tupamaros, sectores con un pasado homofóbico

    El PCU tenía la influencia cubana y soviética y en el MLN “se justificaba” la “discriminación” porque “una organización que aspiraba a ser un ejército se define por su carácter masculino”, dijo el historiador Aldo Marchesi

    Hace pocas semanas toda la izquierda en bloque convirtió en ley el matrimonio homosexual. Pero hace 15, 20 o más años aún en filas del Partido Comunista (PCU) y del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T) proponer semejante idea era poco menos que una provocación. Antes, durante y al menos hasta entrado el nuevo siglo, para buena parte de los comunistas y de los tupamaros los homosexuales eran “enfermos”. Se los llegó asimilar a los “traidores” y a algunos les cerraron las puertas de ingreso porque “si caían en cana eran una muestra de debilidad”.

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    En el Partido Socialista (PS), colectividad fundacional de la izquierda uruguaya, varios dirigentes consultados recuerdan una postura mucho más tolerante hacia los militantes partidarios homosexuales. El dirigente Aldo Guerrini —uno de los cuadros de mayor predicamento por su bagaje teórico en la estructura partidaria— señaló que al menos desde 1967, cuando se integró al PS, “nunca hubo un veto a los homosexuales”, entre los que se contaban “destacados intelectuales”. “Había tolerancia, lo que no quiere decir que no hubieran los prejuicios típicos de la sociedad. Pero a nadie se le impidió desarrollarse en la vida partidaria”, aseguró.

    De todos modos, según supo Búsqueda, cuando el Frente Amplio organizó su Mesa Ejecutiva en Argentina, durante la dictadura (1973-1985), fue objetada la presencia de un conocido dirigente del PS por su condición de homosexual. El “veto” provino de otro dirigente socialista, confirmaron a Búsqueda protagonistas de ese hecho.

    El mes pasado Uruguay se transformó en el segundo país en América Latina que reconoció el matrimonio entre personas del mismo sexo. El primero había sido Argentina en 2010. Hasta ese momento hubo otros diez países que legislaron en la materia: España, Holanda, Bélgica, Canadá, Sudáfrica, Noruega, Suecia, Portugal, Islandia y Dinamarca. Además, existe este derecho en 11 estados de Estados Unidos (Delaware lo aprobó días atrás, Minnesota lo hizo el lunes 13 pero aún falta la aprobación del gobernador) en la capital de México y uno de los estados de ese país y en un estado de Brasil. Una semana atrás se transformó en ley en Francia.

    El artículo primero modifica el 83 del Código Civil: define el “matrimonio civil” como la “unión permanente, con arreglo a la ley, de dos personas de distinto o igual sexo”. Luego, en varios artículos se modifican distintas normas del Código Civil donde cambia las expresiones “marido” y “mujer” por “contrayente” y “cónyuge”. El presidente Mujica promulgó la ley el viernes 3.

    Comunistas.

    La negación se transformó de hecho en una de las principales respuestas al tema de la homosexualidad en filas comunistas. Así se consigna en el libro “Nos habíamos amado tanto” que escribieron en conjunto y presentaron en el 2012 los ex dirigentes del PCU Juan Pedro Ciganda, Federico Martínez y Fernando Olivari. Dirigente del Regional Cultura del PCU tras la salida de la dictadura, Olivari recordó un episodio que presenció en el Penal de Libertad mientras estuvo detenido durante la dictadura.

    “Un día estábamos en el Penal y llegó un compañero nuevo. Un tipazo. La peculiaridad era su aspecto marcadamente afeminado y siendo su condición de homosexual incuestionado por él mismo. La cosa no tuvo repercusión alguna en principio. Pero un día otro preso, un hombre del MLN, hizo un comentario sobre que el hombre en cuestión era ‘maricón”, anotó Olivari.

    De inmediato —recordó—“un joven comunista discutió con el tupamaro sobre el asunto pero no en los mejores términos. Como primera medida lo tapó de una trompada y aclaró que ‘en el Partido Comunista no hay maricones, compañero”. Concluyó en el libro que “quedaba claro que en el PCU, por definición, no podía haber homosexuales y si los había no los había porque eran afiliados”.

    La dirigente de Asamblea Uruguay y edila por Montevideo Graciela Villar tiene bien presente lo ocurrido cuando militaba en el PCU —era también una de las principales dirigente de la Federación Uruguaya de la Salud a la salida de la dictadura— y a un militante sindical le bloquearon el ingreso a su entonces partido.

    “Un compañero que militaba conmigo en el seccional Salud Privada, en el año 1987, me trajo la ficha completa de afiliación de su hermano, que era homosexual asumido, al Partido. Todos lo sabíamos. Lo respetábamos, era un gran tipo, un militante sindical de primera. Pero su afiliación fue rechazada por un organismo superior del Partido por su condición pública de homosexual. Ese fue el único fundamento”, recordó.

    Más de 25 años después, Villar recuerda lo “terrible” que fue para ella “decirle que no lo podía afiliar”.

    “No le dije tal cual la razón; me dio vergüenza ajena”, contó. Insistió en que ni sus compañeros ni ella pusieron reparo alguno en que ingresara al PCU. “Por el contrario —apuntó—. Pero para mi partido, que era una especie de iglesia, eso sí estuvo en cuestión”.

    En la actualidad Villar siente alivio de que se terminaron “los discursos hegemónicos y esas cuestiones que antes eran de ámbitos privados y se ocultaban y ahora, felizmente, pueden ser asuntos de naturaleza pública”.

    “Es mucho decir cuando se trata de establecer que mucha más gente tiene que tener garantizado el respeto a sus derechos”, remarcó.

    Consultas realizadas por Búsqueda entre dirigentes del Comité Central (CC) del PCU —antes de la ruptura de inicios de la década de 1990— así como entre integrantes de regionales y seccionales de Montevideo confirmaron que, en general, los militantes sospechados o con probada condición de homosexuales eran segregados. Y en varias reuniones orgánicas se los consideraba “enfermos” que requerían ser tratados. “En el caso de las mujeres lesbianas tenían como destino seguro las comisiones de mujeres”, recordó uno de esos integrantes del CC.

    Otros dirigentes de la Unión de la Juventud Comunista (UJC) de ese entonces dieron cuenta de cómo la homofobia era general en esa organización. En agosto de 1986 los jóvenes de un círculo —unidad básica— organizaron una fiesta en el Buceo, en ocasión de la entrega del carné partidario. Muchos jóvenes comenzaron a afiliar a la UJC a amigos y conocidos que habían invitado al evento montado en torno a un fogón. En determinado momento un joven rechazó la posibilidad de afiliar a la UJC a uno de los muchachos que estaba a punto de llenar la ficha de ingreso y que tenía por apodo “El Gacelo”. “Ese no se puede afiliar”, sentenció. Uno de los dirigentes, que entonces integraba el Comité Central (CC) de la UJC y que relató el hecho a Búsqueda porque lo presenció, preguntó la razón. “Porque es puto”, respondió uno de los jóvenes ante el silencio del resto. Otro de los integrantes del CC de la UJC presente requirió el argumento de esa afirmación. “Por que yo pasé la noche con él”, fue la respuesta.

    Un años después, otro dirigente de la UJC a nivel nacional concurrió a participar en la reorganización del círculo de un liceo ubicado en Malvín. En la reunión se designó a un joven como responsable de la Secretaría de Organización. Sin embargo, el elegido se excusó de asumir el cargo pese a que se consideraba que tenia capacidad política para ello. “Yo no puedo asumir porque tengo problemas, no puedo tomar responsabilidades”, explicó. El dirigente de la UJC tuvo un aparte con el joven, quien fundó su decisión de no tomar el cargo en su condición de homosexual. “Yo vengo de una familia comunista y para un revolucionario lo mío es una desviación”, le dijo al dirigente nacional que insistía en darle el cargo más allá de su opción sexual. Seis meses después ese militante liceal fue expulsado de la UJC “por puto”.

    Casi 30 años después algunos jóvenes comunistas de entonces, que cursaban estudios en la escuela de la construcción (IEC) de la UTU, no olvidan cómo un militante “ejemplar compañero, querido por todo el mundo, fundador del comité de base de su barrio y organizador de actividades”, fue estigmatizado por algunos “cuadros” intermedios de la UJC. Sus compañeros de la IEC lo defendían pero desde niveles superiores se insistía en que “era un tira”, es decir una persona infiltrada que reportaba a los servicios de Inteligencia. Los jóvenes chequearon por varios lados la información y no encontraron evidencia alguna de que eso fuera cierto. “No era tira, para nada, pero una compañera que estaba con un cargo por arriba del nuestro lo perseguía porque era homosexual”, relató un integrante del círculo de la UJC de la IEC en 1984.

    Tupamaros.

    Así como los comunistas ponían vetos, negaban y rechazaban a los homosexuales de una manera más o menos explícita, en el MLN se daba un fenómeno similar. Un jefe de una de las columnas guerrilleras en la década de 1970 contó a Búsqueda los motivos por los que un “destacado intelectual” pidió ingreso al MLN y le fue denegada la solicitud. “Reconocíamos su valentía y su disposición. Tenía todas las condiciones para ingresar pero, como se decía entonces, ‘era del otro cuadro’ y si lo agarraban era un síntoma de debilidad”, dijo.

    Ese mismo dirigente tupamaro reconoció días atrás que “ese fue un tiempo para vivir que no se puede juzgar en esos aspectos con los parámetros que hoy existen. Y por eso proyectos como el de matrimonio igualitario son de este tiempo y encabezados en su concreción por los jóvenes de este tiempo”. En las actuales filas de jóvenes integrantes del MLN se asume como un dato que “los viejos acompañan sin mucho entusiasmo esta movida y es comprensible”.

    Luego de la dictadura, en 1986, una reunión del Comité Central del MLN dedicó cerca de una hora de sus deliberaciones a discutir este único tema, relató a Búsqueda uno de los participantes. “Llegó orgánicamente desde una agrupación de base el dato de que un militante dijo que en el Comité Central había un compañero que era homosexual”, resumió este dirigente que ahora está alejado de la organización.

    “De manera unánime, hombres y mujeres que allí estábamos y sin fisuras de ningún tipo rechazamos el planteo. Era imposible siquiera que discutiéramos el tema porque de por sí entrañaba, en ese entonces, un síntoma de debilidad”, recordó. La “solución” adoptada pareció entonces la más normal para la época, y así la “indignación generada por el planteo determinó la expulsión del MLN de quien hizo el comentario original”, indicó el ahora ex dirigente tupamaro.

     Más aún, subrayó —a más de 25 años de ese episodio— que durante el debate “no hubo dudas, nadie las tuvo; el pecado era que pudiera haber un tupa puto”.

    Con la perspectiva del tiempo, el dirigente contó que tanto él, como casi todos los integrantes del CC, habían salido hace poco tiempo de prisión y que aquella decisión no hizo más que evidenciar “un reflejo cultural atávico y el típico machismo tupa”. “No se nos cruzaba por la cabeza dar ni discusiones de psicología o de valoración de opciones distintas”, acotó e ironizó: “Teníamos la racionalidad de la hinchada de Peñarol”.

    “Cuestión generacional”.

    Con 33 años de edad, el diputado del Movimiento de Participación Popular (MPP) e integrante del MLN Alejandro Sánchez reconoció los prejuicios existentes en la izquierda hacia los homosexuales, así como que “hay una cuestión generacional” que explica que fueran los jóvenes —los menores de 40 años— quienes promovieron la nueva ley. “La revolución era cosa de machos. Lo nuevo que está planteado es que la sexualidad se vive como opción, por encima del género. (...) Es bueno recordar al ‘Bebe’ (Raúl) Sendic, quien cuando salió de la cárcel una y otra vez dijo que de lo que se trataba era de tender puentes dentro de la sociedad; siempre”.

    Federico Graña, de 37 años, activista del colectivo “Ovejas Negras” que reivindica los derechos de los homosexuales, e integrante del Comité Central del PCU, recordó los años que llevó al interior de su partido convencer de que era pertinente impulsar el planteo “igualitario”.

    “Esto arranca con debates en la UJC desde el 2004, yo en ese momento tenía 26 años, era consejero en la Facultad de Humanidades como delegado estudiantil y todo el mundo sabía que yo vivía de mi orientación sexual. En ese momento —indica— se da una discusión ideológica interna, la UJC comienza a convocar a las marchas por la diversidad en el 2006 y se elaboran documentos que llegan al congreso del 2009 del Partido, donde se reconocen las prácticas del pasado y se las cataloga como error”.

    Fueron procesos similares los que se dieron en la Juventud Socialista, en la UJC, en la Juventud de la Vertiente Artiguista, del MPP y de la Corriente de Acción y Pensamiento-Libertad (CAP-L), “y empujaron al interior de cada uno de los partidos del Frente”, comentó.

    “Fue un debate profundo respecto a cómo analizar desde la transversalización de las contradicciones, cómo en algunos individuos varias contradicciones del sistema operan al mismo tiempo; de clase, de raza, de etnia, de orientación. Todo a la vez”, remarcó.

    Para el doctor en Historia Aldo Marchesi la aprobación de la ley de matrimonio homosexual supone “un cambio cultural enorme en el que puede ser también que la izquierda tuviera un capital previo para integrarlo. Más que izquierda incluso diría algunas vertientes del pensamiento progresista uruguayo, porque en esto están algunas figuras del Partido Colorado que evidencian esa visión”.

    Sostuvo que hay una nueva agenda y que “de a poco la izquierda uruguaya la va integrando. Si se quiere esquematizar, hay una agenda social que tiene que ver con los 60 y los 70 y otra con los 80 y los 90, a nivel universal mucho más cultural y que tiene que ver más con los derechos de género y los temas ambientales. Se habla de esto como la diferencia entre vieja izquierda y nueva izquierda. En Europa y Estados Unidos eso se dio y está llegando al Uruguay. De alguna manera se está revalorizando el pensamiento laico y progresista donde la influencia del Batllismo se toca con los actuales debates”.

    También dijo que “resulta bastante evidente que para la gente que estuvo más involucrada con los 60 hay temas como el matrimonio igualitario que particularmente no le interesa”.

    Luchaban, dijo Marchesi, por “la emancipación, la libertad y la justicia”. Y así ocurrió, agregó, con “el 68 uruguayo que tuvo que ver con la revolución social, mientras en Europa y en Estados Unidos tuvo que ver mucho con temas como la igualdad de género”.

    El historiador, quien es doctor en el Departamento de Historia de la New York University de Estados Unidos, puntualizó que “la idea del homosexual como sinónimo de debilidad era más notoria en el MLN y se justificaba en el sentido de que una organización que aspiraba a ser un ejército se define por su carácter masculino”.

    Se trataba de un tema de “prejuicios sociales y a medida que aumenta la polarización y que querían ser una organización política militar el tema de la homosexualidad los interpelaba”, explicó y añadió que hay estudios que revelan que “el discurso del macho es muy fuerte como valor asociado a la guerra y las mujeres, muchas veces para llegar a ser influyentes deben adaptarse con actitudes, discursos, es decir, masculinizarse. Y eso pasaba con los homosexuales que debían ocultar su identidad”.

    “El giro de época es enorme. Pero no es idéntica la situación en comunistas y tupamaros. En el caso de los comunistas tenía que ver con las propias experiencias del mundo socialista. En Cuba y en la Unión Soviética la reflexión sobre la homosexualidad y cómo concebirla era un tema de Estado”, aseveró.

      En setiembre del 2010 el ex dictador cubano Fidel Castro asumió en declaraciones al diario mejicano “La Jornada” su responsabilidad por la persecución que su gobierno emprendió hace cinco décadas contra los homosexuales, a los que entonces acusó de ser “contrarrevolucionarios”. “Si hay que asumir responsabilidad, asumo la mía”, declaró.

    Ahora, los cambios también parecen haber llegado al Río de la Plata. El domingo 24 de marzo en Buenos Aires, en la Plaza de Mayo, cuando “kirchnerismo” y “cristinismo” realizaron un acto por los 37 años del golpe de Estado en Argentina, unas 20 personas portaban orgullosos su pancarta: “Putos Peronistas”. Pero más allá de las nuevas leyes, en Uruguay muchos de quienes se manifiestan homosexuales cubren sus rostros en la marcha por el “día del orgullo gay”.

    El escenario fue descrito por el entonces director de Políticas Sociales del Ministerio de Desarrollo Social (Mides) Andrés Scagliola en diciembre del 2011. El jerarca llamó al semanario “Brecha” y dijo que tenía algo que anunciarle. Y en entrevista con sus periodistas declaró: “Soy uno entre cuatro hermanos, soy politólogo, soy frenteamplista de nacimiento, soy hincha de Nacional y del Barcelona, soy un retornado al país, soy director de Políticas Sociales del Mides y soy gay. Claro que es esto último, que dentro de 20 años seguramente no llamará la atención, lo que hoy la llama”.

    “Transformación profunda de valores en la sociedad”

    En Uruguay, al menos públicamente, parece no haber margen ya para que un aspirante a presidente de la República diga —como sucedió en Paraguay semanas atrás con el entonces candidato y luego presidente electo Horacio Cartes— que se pegaría “un tiro en las bolas” si su hijo le dijera que quiere casarse con otro hombre.

    Así incluso se desprende de la Encuesta de Valores, que realiza la consultora Equipos Mori, cuando se le pregunta a los uruguayos sobre su tolerancia a la homosexualidad.

    En 1996 el 45% de los uruguayos decía que la homosexualidad no se justificaba nunca mientras que ese indicador bajó a 18% en el 2006, porcentaje que se mantuvo en el 2011. A juicio del director de opinión pública de Equipos, el sociólogo Ignacio Zuasnábar, la variante registrada en ese tema en la sociedad uruguaya entre 1996 y el 2006 “constituye uno de los cambios más fuertes en materia de valores”.

    Esa modificación es “una tendencia mundial, que en Uruguay se ve reflejada de manera bastante fuerte —dijo— y tiene que ver en parte con un cambio intergeneracional y con cambios de opinión muy fuertes. Por otra parte estamos en la era de la libertad, donde hay cada vez mayor respeto a las decisiones individuales más allá de que esto no suponga que la homosexualidad se transforme en el nuevo paradigma predominante”.

    “El dato aquí es que un número significativamente mayor de gente entiende que el otro tiene libertad para tomar las decisiones que quiera en distintos planos, entre ellos en la vida sexual”, concluyó.

    En síntesis, para que la ley de matrimonio homosexual fuera aprobada “tuvo que haber una transformación profunda de valores de la sociedad uruguaya”, sostuvo.

    “No hay traidores ni homosexuales”

    Hay cosas que Graciela Villar comenta que recuerda “nítidamente”. El episodio en cuestión ocurrió entre el 17 y el 22 de diciembre de 1985 cuando el Partido Comunista del Uruguay (PCU) realizó su Conferencia Nacional, a menos de un año de que el gobierno del entonces presidente, Julio María Sanguinetti, legalizara esa colectividad del Frente Amplio.

    “En su informe (el entonces secretario general del PCU, Rodney) Arismendi dijo que en el Partido no hubo ni traidores ni homosexuales”, recordó esta semana la ahora dirigente montevideana de Asamblea Uruguay, Graciela Villar.

    “Pero teníamos traidores y homosexuales”, apuntó enseguida. “Tres compañeras intelectuales, lesbianas ellas, se levantaron y se fueron. Estaban sentadas delante mío y lo recuerdo bien”, remarcó.

    Villar reconoció que escuchó esa afirmación de Arismendi “con la misma naturalidad que la escuchó todo el mundo” y reconoció que “la asoció posteriormente”.

    “No lo decodifiqué en su momento porque además, si lo decía Arismendi, tenía razón. No teníamos una actitud cuestionadora, algo que en realidad fuimos incorporando sin darnos cuenta”, apuntó.

    También indicó que “no se habla de la sexualidad en el Penal de Libertad o en el Penal de Punta de Rieles” durante la dictadura (1973-1985). “Creo que de eso tampoco se va a hablar nunca —añadió—. Por otra parte, ¿quién es juez para juzgar lo que pasó?”.

    Villar dijo que un homosexual que asumiera públicamente su condición como hoy lo hace Federico Graña “era impensanble” en ese momento en el PCU.