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    La canción y el poema

    Un día Vera Sienra le llevó un poema de Alfonsina Storni y le dijo: “Le tenés que poner música”. Entonces Colomba Biasco, amiga y admiradora de Vera, le hizo caso. De ese poema surgió la canción Alma desnuda y de uno de sus versos el título de su último disco Pétalos dispersos: Soy un alma desnuda en estos versos. / Alma desnuda que angustiada y sola va dejando / sus pétalos dispersos. Para Biasco esa es la canción preferida de su trabajo: “Es la columna vertebral, lo que define todo el trabajo. Es más lo que no se ve, y por eso me gusta”. Este disco íntimo fue concebido con un criterio de austeridad de recursos, como lo tiene la buena poesía. Acompañada de su guitarra y con una voz delicada, pero que va desplegando paulatinamente su potencia, Biasco canta composiciones propias y también poemas de Sienra, de Dina Díaz, de Constanza Farfalia, de Gastón Rodríguez. Y está rodeada de músicos que siguen su lógica despojada con arreglos sin grandes despliegues: Gustavo Di Landro, Gabriela Morgare, Carlos Gómez, Daniel Legazcue, Enzo Corte, Esteban Grille, Pablo Scarpa, Luis Ravizza, Juan Rodríguez y Daniel Petruchelli. Junto con todos ellos y a invitados especiales, el miércoles 28, en la Sala Zitarrosa a las 21 horas, Biasco presenta Pétalos dispersos con 13 músicos en escena. En esta entrevista con Búsqueda habla de su disco, su espectáculo y hace un repaso de su trayectoria.

    —Sos escribana, pero comenzaste muy joven en la música y el canto. ¿Cómo fueron esos orígenes?

    —Vengo de una familia en la que nadie es músico, ni siquiera en mi casa había una guitarra. Pero siempre mi deseo fue cantar, entonces empecé a insistir con que quería estudiar guitarra. A los 16 años tomé clases con Ariel Martínez, un profesor joven que enseñaba en La Casa de la Guitarra en 18 y Gaboto, donde también estaban Numa Moraes, Eduardo Larbanois, Fernando Yáñez, Popo Romano. Con mi amiga Verónica éramos las únicas mujeres. Después estudié con Esteban Klísich, Jorge Nocetti, Sara Duffau, pero inmediatamente, como es habitual, empecé a cantar en una banda de covers, en un pub de Pocitos que se llamaba La Iguana. Y ya inmediatamente a través de ese grupo empecé con otra banda con canciones propias. A su vez asistía al taller literario de Hugo Giovanetti en Carrasco, donde viví 30 años. De ese taller salió una banda que se llamó Banda Barroca, integrada por Diego Presa, Marcos Barcellos, del grupo Buceo Invisible, y Raúl Rodríguez. Ese taller fue el clic para empezar a leer, escribir canciones propias y a buscar canciones de otros.

    —¿Cuándo fue tu encuentro con Vera Sienra?

    —Después de Banda Barroca empecé un camino sola y saqué mi primer disco, Siete flores. Un día me invitaron a la presentación de un libro y me pidieron si podía cantar algo de Troilo y ahí conocía a Luciano Álvarez, que hacía tiempo quería hacer un espectáculo de tango. Al poco tiempo me convocó a integrar el grupo y ahí, en el 2005, conocí a Vera, a Jorge Di Pólito, a Gustavo Di Landro, a Guzmán Escardó y a Carlos da Silveira, que era el director musical. Cantamos 10 años juntos en el espectáculo que se llamó Desde el alma. Grabamos un CD e intervinimos en los proyectos que cada uno iba haciendo. Yo intervine en el disco de Vera Modos de hacer el fuego.  Ahora en Pétalos dispersos hay un tema de ella que se llama Tren.

    —¿Cómo definirías tus canciones?

    —Es una música de ciudad, con eso tan uruguayo de mezcla que no se sabe bien de dónde surge. Un corte más de trovador, como el de Vera, Cabrera, Darnauchans o Canoura. En mi caso, nunca llego a un género específico, pero sí a insinuarlo. La canción Espera podría ser un jazz y está esbozado, es una elección. Siempre digo que tengo el berretín de escribir, pero no me considero una escritora. Me gusta cuando se me ha definido como cantora con actitud poética.

    —Los arreglos musicales son mínimos, sin embargo, te rodeaste de una cantidad de músicos. ¿Cómo fue ese trabajo?

    —Cuando canto, trato de ponerme siempre al servicio de las letras. Por supuesto que la música es importante, pero la letra es lo que me guía, es el faro. Es una búsqueda particular, me parece que en una canción alcanza con una guitarra y una voz, incluso a veces solo con la voz. Por supuesto que todos los arreglos e instrumentos embellecen y mejoran una canción. Pero hay temas como Cancioncita (un poema de Dina Díaz) que se sostiene a capela. En este disco no hay ningún solo instrumental, salvo en Espera, en el que hay un pequeño pasaje musical del piano que no llega a ser un solo. Fue una elección, traté de ser sintética y austera en cuanto a los arreglos. Eso se mide a intuición, si sentía que la canción hasta ahí estaba bien, ahí se frenaba. Por suerte todos los músicos que participaron estaban en la misma frecuencia: la canción como el eje principal. Conté con la complicidad de todos.

    —Cuando componés, ¿pensás musicalmente los poemas?

    —En los que son en coautoría, como Viajes con Carlos Gómez y El aljibe con Daniel Petruchelli, aporté la letra y ellos la música. El aljibe lo escribí un domingo, a los pocos días me encontré con Petruchelli y le conté la historia de la letra, le encantó, se la llevó y a los tres días estaba la música. Yo no me hubiera imaginado esa música para esa canción. Pero cuando son poemas míos que musicalizo, como en Invitación y Espera, creo que es la letra la que va marcando la musicalidad, es la que propone un sonido, un ritmo. Cuando son poemas de otros, los leo muchas muchas veces, como me pasó con Lluvias, de Constanza Farfalia. Tenía un libro de poemas de ella y elegí ese. Lo leía reiteradamente hasta que en un momento encontré la pista.

    Fui a buscar aire. / Fui a buscar algo. / Fui a encontrarme con alguien. / Sin saber bien, pero fui (De la canción El aljibe).

    —Quienes no te conocen pueden pensar que Colomba Biasco es un nombre artístico, pero no lo es…

    —Es artístico por casualidad (se ríe), pero es mi nombre real y ancestral. Mi bisabuela, mi abuela, mi tía y yo nos llamamos Colomba, que significa “paloma” en italiano. Proviene del pueblo Atena Lucana de Italia, donde hay una santa, María Santísima de la Colomba, que según la creencia popular protegió al pueblo de un bombardeo en la II Guerra Mundial. Parece que el pueblo fue el único que sobrevivió. Todos los años, el 2 de julio salen en procesión con la virgen por todo el pueblo. Una prima me ha mandado videos. En 2018 fue a visitar el santuario y recién había compuesto y estaba grabando El aljibe, una canción que dediqué a mi abuela, a mi tía y a mí en homenaje a nuestro nombre. Cuando llegué al santuario, al que no había ido nunca, me encontré en el frente con terrible aljibe. Se ve que ahí hubo una conexión.

    —¿Cómo va a ser el espectáculo en la Zitarrosa?

    —Somos 13 músicos, todos los que participaron en el disco más invitados. Una de ellas es Sara Petrocelli (compositora y cantante de DescarBanda), que va a cantar, y voy a hacer una canción de ella, también estará como invitada Natalia Bolani, que va a cantar conmigo Viajes, y Gonzalo Rey, que fue guitarrista en mi primer disco y tengo con él una amistad de muchos años. La idea de decidir que estuvieran todos estos músicos y amigos y de hacerlo en la Zitarrosa, un escenario lindo y cómodo, es una forma de darles las gracias por todo el acompañamiento, las horas de grabación y los aportes. Es también poner la alegría en escena.