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El conductor de la ceremonia justifica, con su vozarrón, la llegada tarde de la homenajeada de la noche, Cecilia Roth. Dice que se está embelleciendo y a eso se debe la demora. Me parece mal. Debería preservar el misterio y no decir nada. El público de la Sala Cantegril aplaude, de todas formas, lo hace para todo. Para manifestar su impaciencia por el atraso de la función, para recibir a la actriz de Todo sobre mi madre y, finalmente, para reconocer que la película elegida para la noche (una sin Roth) gustó, al menos, para quienes se quedaron a verla.
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El 25° Festival Internacional de Cine de Punta del Este empezó el domingo pasado y continúa hasta el sábado 11, día en el que se exhibirán las películas ganadoras en cuatro categorías: Mejor película, Mejor director, Mejor documental y Voto del público. Un pasaje fugaz de Búsqueda por el inicio del festival, organizado por la Intendencia de Maldonado, dio cuenta de un fenómeno: el cine español está viviendo un momento sin igual. Y desde Uruguay ya se puede apreciarlo.
El primero en confirmarlo es Nacho Sánchez, actor español de 30 años en pleno auge profesional. Durante un recorrido por el Museo de Arte Contemporáneo Atchugarry (MACA), Sánchez, quien vino al festival a presentar la película Mantícora, por la que está nominado a los Premios Goya como actor protagónico, describió al último año de la cartelera española como “una locura”. Su película, dirigida por Carlos Vermut, se estrenó en España en diciembre, unos días antes del comienzo de la fiebre internacional por la secuela de Avatar. Fue el hueco que la compañía distribuidora encontró en un 2022 donde el cine español floreció con películas de peso autoral que introdujeron nuevas voces y cimentaron otras.
A la cabeza está Las bestias, lo último del director Rodrigo Sorogoyen. Nominada a 17 premios Goya —se entregan el sábado 11—, Las bestias fue la película escogida para inaugurar el Festival de Punta del Este. La decisión fue un acierto. No solo se alejó de las aperturas tradicionales del evento, que casi siempre opta por proyectar biografías dramáticas de artistas célebres o películas poco arriesgadas, sino que significó la llegada de uno de los mejores estrenos iberoamericanos que se verán en el año.
Suelo prejuzgar a las películas por sus afiches y el de Las bestias es tan bueno como lo que promete y entrega. Una montonera violenta de brazos puebla la imagen, dejando solo una apertura en el centro. Allí, una boca, en señal de dolor, busca respirar. Así se siente el suspenso construido por Sorogoyen: como una asfixia inevitable en la que el peligro se va acercando poco a poco a sus protagonistas y, por lo tanto, a nosotros, el público, al que también deja sin aire. Y cuando uno cree que ya se ha familiarizado con la propuesta de este thriller rural, la película se transforma por completo, vira su punto de vista y logra despertar, en su tratamiento sobre la desconfianza, interrogantes sobre el costo de la perseverancia.
En Las bestias hay dos bandos. Los protagonistas son Antoine y Olga (Denis Ménochet y Marina Foïs), un matrimonio francés que se ha instalado en la campiña gallega para cumplir su sueño: cosechar y vender sus verduras. El pueblo, sin embargo, está en decadencia y la vida de sus lugareños es prueba de ello. En particular, son los vecinos de Antoine y Olga, los hermanos Xan y Lorenzo (Luis Zahera y Diego Anido), quienes lentamente les harán saber que no son bienvenidos allí a largo plazo. Con la oferta de una empresa eólica que busca comprar las tierras del pueblo para instalar molinos (los eternos contrincantes de la ficción española), Antoine y Olga y Xan y Lorenzo se verán en las antípodas. La tensión entre ellos irá creciendo, al igual que la violencia.
En la función inaugural de Las bestias varios espectadores abandonaron la sala. No hay que culparlos, porque la angustia no es para cualquiera un domingo a la noche. A medida que las amenazas de los hermanos cobran mayor fuerza, también lo hace el impulso en nuestros protagonistas por no bajar los brazos. Sorogoyen transmite confianza con escenas de largos diálogos y un uso tenebroso de sus paisajes, pero logra impactar aún más en momentos donde elementos cotidianos se vuelven terroríficos de un segundo a otro. Hacía mucho que no veía tanto terror filmado dentro de autos, por ejemplo.
Las bestias no tiene un estreno aún agendado en Uruguay pero auguro que su pasaje por Punta del Este le favorecerá para lograrlo. Es posible, también, que el sábado se lleve varios premios Goya, si es que su competencia se lo permite.
Mantícora, por ejemplo, está nominada a Mejor guion original, al igual que Las bestias. Y si la película de Sorogoyen provocó retiradas en Punta del Este con sus nervios, lo nuevo de Carlos Vermut lo hizo, también, a través de la incomodidad de su premisa.
La sinopsis oficial es cuidadosa en revelar demasiado: “Julián es un exitoso diseñador de videojuegos que vive atormentado por un oscuro secreto”. Lo que esconde, y es entendible desde un punto de vista comercial, es que ese “oscuro secreto” es la atracción sexual que Julián, interpretado por Sánchez, siente por un niño.
En palabras de su director, Mantícora es una “historia sobre amor y monstruos en los tiempos modernos que habla de un monstruo real, de los que viven entre vosotros y que te puedes encontrar en el metro o en la cola de la panadería”. La película habla, según el cineasta, “de una necesidad de amar y ser amado”.
La pedofilia no es una temática que el cine explore en demasía y es entendible lo chocante que puede resultar tal empresa creativa. Como estudio de personaje, Mantícora se plantea abordar el caso de su protagonista como una crisis absoluta, que lo muestra primero como un héroe (Julián salva a un niño vecino de un incendio en el primer acto) y luego como un villano cuyos impulsos lo mortifican a la vez que lo mantienen al límite de la criminalidad.
Con la industria de videojuegos de trasfondo, Vermut, cuyas películas Diamond Flash y Magical Girl tuvieron estrenos puntuales en Uruguay en 2011 y 2014, se permite también explorar discusiones sobre la comercialización y banalización de la violencia. Ante la incorporación de nuevas tecnologías en dinámicas de trabajos remotos, también se permite ahondar en las consecuencias de una sociedad con individuos cada vez más aislados. Una escena en la que la cámara abandona a Julián para mostrar parte de su apartamento, donde no se ve nada más que su mobiliario estático, es una de las secuencias más abyectas que he experimentado dentro de una sala. Su ingenio está en trasladar un horror no visto directamente a la mente del espectador. Nos vuelve cómplices.
Sorprende, más aún, que gran parte de Mantícora sea también una película romántica. Con la aparición de Diana (Zoe Stein), la perversión del personaje de Sánchez se ve aplacada a medida que la historia va desentrañando otro tipo de impulsos oscuros en la contraparte femenina. En un año de grandes escenas finales dentro de las nominadas a los Oscar, la película de Vermut concluye con una imagen tan atormentada como dulce. Simplemente es de esas películas a las que hay que entregarse por completo, más allá de lo retorcido de su premisa.
Auguro que Las bestias puede llevarse el premio a la Mejor película del festival y Mantícora obtener una mención para su actor protagonista, quien además la presentó en Maldonado. Aún con ambas películas en mente, tampoco pude pensar en otra muestra reciente que habla de lo alto que el cine español está volando. Me refiero a Alcarrás, la segunda película de Carla Simón.
Alcarrás no participó del Festival de Punta del Este, pero sí puede verse en cines de Montevideo desde el jueves 2. Actualmente solo se exhibe en tres salas (Cinemateca, Life Alfabeta y la Sala B del Auditorio Nelly Goitiño) y en pocos horarios. La película de Simón, que con Verano 1993 tuvo en 2017 uno de los mejores debuts europeos recientes, es una maravilla que tampoco he podido sacar de mi mente.
Mantiene puntos en común con Las bestias, con el campo como el blanco del avance urbano, pero sobre todo reafirma que España está viendo los resultados de una nueva generación más audaz y poética detrás de cámaras.
El miércoles 8 se proyectó Cinco lobitos, de Alauda Ruiz de Azúa, que también compite por el Goya a Mejor película. También se pudo ver El cuarto pasajero, lo último de Álex de la Iglesia y hoy habrá oportunidad, a las 21.00, de ver Las paredes hablan, un nuevo documental del celebrado Carlos Saura. Estos títulos convivieron con una programación que también ofreció un panorama al cine latinoamericano más reciente (aunque siempre con un hincapié en lo trágico) pero que quedó eclipsada por una realidad: en Punta del Este, el cine español se las trajo y de qué manera.