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    La culpa es de los padres

    Gotham, la serie del Comisionado Gordon y los villanos de Batman

    Los policías se miran. El más joven le dice a su jefe que en esa ciudad “todo el mundo miente”. Sucede en el capítulo 7 de la segunda temporada de Gotham (Fox 2014), la serie sobre la infancia de Bruce Wayne (David Mazouz) y el inicio de los villanos más famosos. En realidad, la serie es sobre Ciudad Gótica. La ciudad decadente, corrupta, violenta, en manos de la delincuencia, incluso la Policía. Menos James Worthington “Jim” Gordon (Ben Mackenzie), el segundón y siempre correcto Comisionado Gordon de las historietas, el que prende la “batiseñal” en la azotea para llamar al hombre murciélago cuando todo parece perdido. Acá Gordon no prende nada, entre otras cosas porque Batman todavía no existe. Pero sobre todo, porque el personaje heroico es el propio policía, un joven detective recién llegado que empieza su carrera en medio del peor escenario. Es verdad. En esa ciudad todo el mundo miente y es violento y hace cualquier cosa por un poco de dinero y poder. No se salva ni Gordon. Es correcto, pero además, inteligente, valiente, casi un superhéroe. Pero miente, o, por lo menos, oculta información. En cierto momento, tiene que transar con un delincuente. Y lo hace, en función de un bien mayor. Le costará caro, mientras dure el silencio. El delincuente tendrá cierto poder sobre sus actos. Pero no se puede ganar en Gotham sin ensuciarse las manos. Se lo dicen todos. Principalmente Harvey Bullock (Donald Logue), su compañero más veterano, un vencido y condescendiente policía que solo quiere pasar lo mejor posible su estadía en el laburo. Le cae Gordon, nada menos, héroe de guerra, hijo de un reputado fiscal. La pareja funciona muy bien, hasta que la fuerza de carácter del nuevo provoca un cambio radical en el otro, un barbudo, borrachín, mujeriego y divertido personaje de sombrero.

    Contada así, Gotham no parece demasiado original ni diferente a otras series. Pero se puede contar de otra manera. Las mujeres son espectaculares. Pero no solo por su belleza física. Son inteligentes, sutiles, malvadas, fuertes. Hasta la novia de Gordon, que también guarda un secreto. Es rubia, rica, linda y dueña de una galería de arte. Vive en un departamento alucinante, al mejor estilo neoyorquino. Tiene dinero y ama a Gordon. Es la buena Barbara Kean (Erin Richards), nada menos. Pero no es la misma de la historieta. Fue lesbiana, novia de una policía de Crímenes Mayores que todavía la quiere. Barbara no le contó esto a Gordon, para qué. La otra cree que es tan corrupto como todos los demás y pretende desenmascararlo. La trama comienza a entreverarse. A Gotham la maneja Don Carmine Falcone, capo mafioso, veterano sabio, bandido de la vieja guardia. Para Falcone trabaja Fish Mooney (Jada Pinkett Smith). Y para Fish, nada menos que Oswald Cabblepot (Robin Lord Taylor), más conocido como el Pingüino por su forma de caminar. Joven sagaz, rengo, sádico, traidor y extremadamente ambicioso. El peor. Pero Fish manda. Una morocha espectacular, hija de una prostituta. De niña vio y sufrió cosas horribles. Juró que nunca un hombre estaría arriba suyo. Siempre abajo, física, laboral y humanamente. Regentea un cabaret con mano dura. Un día pierde y cae en manos de una organización que vende órganos. No duda en arrancarse un ojo con una cuchara. Le iban a sacar los dos y quedaría ciega. Tuerta no sirve para nada y al menos, puede ver con uno. Tan radical y salvaje, tan pragmática y decidida. Así es Fish, el único personaje creado especialmente para la serie, inexistente en la historieta creada en 1939 por Bob Kane y Bill Finger para DC Comics.

    Así de salvaje es Gotham, serie que bucea en el inicio del mal, de los malos, de los coloridos y brillantes villanos de Batman. Lo interesante es que aquí no son tan payasos ni coloridos; son seres humanos, jóvenes, forjados en un mundo caótico y demencial, en una sociedad enferma y extremadamente violenta. La serie refleja lo peor de una ciudad cercada por el crimen, derrotada, pero todavía humana, en el punto anterior a la debacle. Es una ciudad menos gótica que las de Tim Burton, menos modernosa que las de Christopher Nolan. Pero más violenta y creíble, más seria y verídica, lamentablemente cercana a la realidad.

    Todavía no aparece Batman. El primer capítulo de la serie está centrado en la muerte de los padres de Bruce Wayne. Salen los tres del teatro, felices. Bruce es un niño, casi adolescente. Lo curioso es que la serie empieza en los techos, unos minutos antes del crimen. Por allí anda una chica con vaqueros, campera con capucha negra y lentes de soldador en la cabeza. Es una imagen rara, una adolescente dulce, movediza, atlética, de rulos que le adornan la cara suave e inocentona. Va por los techos, se mueve en la noche como un gato. Y cae en la calle llena de gente, ruidosa, apurada. Roba una botella de leche y una billetera. Vuelve a las azoteas, cuenta el dinero y les da leche a los gatitos. Desde la oscuridad, es la única testigo del robo y asesinato. Es Selina Kayle (Camren Bicondova) segunda relación importante en la vida de Bruce, luego Gatúbela, eterno e imposible amor del héroe. El chico grita desesperadamente, llora. Hasta que llega Gordon y se sienta al lado y le dice que tiene que ser fuerte, que en ese momento todo le parece oscuro y terrible, pero existe una luz. Llega Alfred y se lo lleva. El jovencito es flaquito, frágil, está arrasado. Su mayordomo le dice que pase entre la gente sin mirar, con la cabeza en alto.

    Comienza a forjarse el héroe. Del dolor terrible, del ansia de venganza, de la impotencia. Como nace Hiedra (Clare Foley) de una niña golpeada por el padre, un bandido enorme que Bullock mata para salvar a Gordon. La madre está con un ojo negro por los golpes. Pero su hijita no puede aceptar la muerte como una liberación. O como nace el Acertijo (Cory Michael Smith) de un joven forense sabihondo, de lentes, compañero de Gordon. También golpeado por su padre que lo consideraba un imbécil. Trabaja en la comisaría, todos se burlan de sus adivinanzas. Se llama Edward Enygma y se enamora de una compañera de trabajo que al principio no le da corte. Tanto la ama que no soporta ver cómo el novio la maltrata, un fortachón policía corrupto. Un día explota y lo mata de una interminable serie de puñaladas. Bien muerto. Y lo corta en pedacitos para que de­saparezca. Desde ese momento, su personalidad se desdobla. Aparece otro, sin lentes, que lo encara y le dice que debe ser más listo, más arriesgado, más firme con el mundo. Se enfrentan, el malo lo atomiza, lo empuja a la peor de las opciones. “¿Qué está en ninguna parte pero en todas partes excepto cuando algo está?”, les escupe a los policías sobre la bala sin registro que mató a Thomas Wayne. “Nada”, le contesta Gordon. Ed lo mira fascinado. “Tenés que hacerte ver, estás mal”, liquida Bullock. Infancias terribles de las que crecen psicópatas. Pero no cualquier enfermo: nacen de allí los archienemigos del oscuro héroe de la noche.

    La serie es buena, se cuente como se cuente. Está notablemente actuada y el guión no pierde nunca la puntería ni decae. Los personajes son complejos, tan salvajes como queribles. En casi todos los casos, la humanidad los hace estar a punto de la redención. Parece que se salvan o que en cualquier momento pasan para el lado de los buenos. No sucede, por suerte. El caso de Gatúbela adolescente es notable; amiga de Bruce, lo visita regularmente, lo ayuda, lo besa y pretende cuidarlo o enseñarle las artimañas de la vida callejera. Parece que están enamorados. Aunque ella no puede con su condición y empuja por la ventana a un supuesto asesino. Esa es la línea que Bruce y Batman no cruzarán jamás. Huérfana, vive en la calle, se cría sola en un mundo complicado, sabe de chica casi todos los trucos y mira al mundo escondida en los techos. Hasta el Pingüino, el peor de todos, en una actuación memorable que hace olvidar todos los clichés antárticos. Tiene madre, la quiere y venera. Una vieja posesiva, loca, frívola, diabólica. Hasta cierto punto, uno entiende la actitud del criminal. A veces, da pena. Solo a veces. Pero basta para ver a los villanos como nunca se los vio. Y a Gotham, esa ciudad apetecible a pesar de todos los males, majestuosa, en parte glamorosa, en parte cruda. Por suerte está el bueno de Gordon que pelea solo contra todos los que vengan.

    Vida Cultural
    2015-11-12T00:00:00