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    La fiesta inolvidable

    El caos reinó en el cumpleaños del hijo del director uruguayo de cine Carlos Morelli. Una lluvia, de esas incesantes, fue la responsable. El festejo debía suceder en el patio del edificio donde Morelli y familia residían en Berlín. Los invitados, y sus padres, se resguardaron en una sala de estar. “Las tensiones entre nosotros, los adultos, crecieron al deslizarse de una catástrofe a otra. Pero lo peor vino al final”, recuerda Morelli, mientras le abre la puerta al suspenso. “Tras la celebración descubrimos que nuestro hijo seguía jugando con un niño en su habitación. No podíamos contactar con sus padres y los nervios aumentaban sacando a relucir lo peor de nosotros”.

    Las citas pertenecen a las notas con las que el realizador acompaña su nueva película, El cumple. Morelli, director de la taquillera Mi Mundial (2017), convirtió aquella jornada familiar y cansina en Berlín en una dramatización atípica para un cineasta uruguayo: un relato paternal de misterio bajo una atmósfera noir, fantasmal pero acogedora, filmado completamente en Alemania con un equipo y elenco germánico. El cumple forma parte de la sección Panorama del Festival Cinematográfico Internacional del Uruguay de Cinemateca. Contará con una exhibición especial el sábado 5 a las 18.30 en Life 21, así como un estreno en salas a partir del próximo jueves 10 de diciembre.

    El vínculo de Morelli con Alemania tiene un origen académico. Becado por el Servicio Alemán de Intercambio Académico (DAAD, en sus siglas alemanas), Morelli y su familia dejaron México en 2008 en pleno comienzo de la guerra contra el narcotráfico impulsada por el gobierno de Felipe Calderón. Proyectos audiovisuales que empezaron a desarrollarse y una concubina germanoparlante fueron, de a poco, los motivos que permitieron que el director echara raíces en Berlín y potenciara allí su carrera como cineasta.

    A diferencia de la suya, la familia protagonista concebida por el director y guionista para El cumple atraviesa una reestructuración tensa. El cumpleañero en cuestión es Lukas, de siete años, un niño que disfruta de leer diarios y demuestra un ferviente entusiasmo por los elefantes. Sus padres, Matthias y Anna —Mark Waschke, visto en la serie Dark, y Anne Ratte-Polle—, están separados. El vínculo entre ambos es tenso, pero ante el aniversario del niño intentarán poner sus mejores caras. Especialmente Matthias, quien se encuentra bajo la presión de una entrega laboral inminente, un compromiso ineludible con un nuevo interés romántico y un reclamo de su expareja por sus recientes comportamientos de padre ausente. Al tener que hacerse cargo de un amigo de Lukas cuya madre parece olvidar tras la fiesta, la compostura de Matthias es puesta a prueba.

    Morelli, quien se encuentra al día de hoy en Uruguay, confiesa en diálogo con Búsqueda estar atravesando un momento agridulce. Su orgullo por la película se mantiene, según lo asegura del otro lado de la videoconferencia, pero junto con él también surgen las frustraciones de un año en el que el director esperaba acompañar la película en cines de alrededor de Alemania, así como en festivales internacionales. Si bien el estreno en salas comerciales de Montevideo le brinda al cierre del año una nota optimista, la espera por un hisopado en el que conocerá si podrá presentar El cumple de manera presencial se ha hecho larga desde su desembarco en Carrasco, cuando empezó el proceso de cuarentena personal.

    —Volvés a tratar una historia con un trasfondo familiar, como en Mi Mundial, aunque esta vez te concentraste en una paternidad frustrada y no en una niñez exitosa. ¿Tenés claro de dónde surgen estas preocupaciones?

    —Cuando nos mudamos a Berlín tuvimos un shock cultural como familia. En Berlín, madres y padres crían a sus hijos de una forma más equitativa que en Sudamérica o tal vez en México, de donde veníamos. Sobre todo comparándolo con cuando yo era niño, que mi padre se iba de mañana, volvía de noche y lo veía los sábados y los domingos. Como adulto no me terminó de cuadrar que la relación con mi viejo estaba incompleta. Cuando llegamos allá y me enfrento a esta situación, con otra forma de ser padre y otra forma de ser hijo, empiezo a vivirlo así. Cuando sucede esta anécdota del cumpleaños infantil, encontré el marco perfecto para caricaturizar, dramáticamente, mi propio viaje. Hay como un elemento biográfico pero es una gran fantasía.

    La ambientación, por momentos casi onírica de El cumple, es solo uno de los primeros atributos atípicos presentes en la película. Más notoria aún es la atemporalidad con la que se construyó la puesta en escena. El blanco y negro, trabajado desde un origen digital y con resultados exquisitos, induce al espectador a situar la película en un pasado indefinido. La idea, de todas formas, es rápidamente desmoronada en la escena inicial cuando el personaje de Matthias responde a una llamada mientras maneja camino a la escuela.

    —¿Cuál fue el desafío de poner en marcha la película sin vincularla a tu “uruguayez”?

    —Lo más interesante fue trabajar con los prejuicios de los alemanes en lo que respecta a un realizador foráneo filmando una película alemana. Los que financiaban la película no terminaban de entender si iban a financiar una película con una visión extranjera de la sociedad alemana, sobre el divorcio, las parejas, los hijos, o si era una historia uruguaya implantada en Alemania. Eso hizo construir un “no lugar” y una “no temporalidad” que tiene la película. Es el reflejo de un universo visual propio, de autor. La problemática de la no identidad, del no pertenecer, fue explotada a nivel creativo. Lo que propuse fue un universo paralelo.

    La película se concibió a la par de la escritura del libreto de Mi Mundial, la adaptación que el director hizo de la novela de Daniel Baldi. Morelli escribió un tratamiento de El cumple en español y la primera versión oficial del guion fue hecha en inglés. El apoyo financiero del proyecto, producido por Weydemann Bros, permitió que fuera traducido al alemán. El rodaje en la ciudad de Halle fue bilingüe con parte del equipo intercalando el inglés con el alemán. Como curiosidad, Morelli señala que el libreto de El cumple llegó a obtener un reconocimiento como Mejor guion. “Deberían haber premiado al traductor”, bromea antes de detallar su proceso de escritura: “Al no tener el significado de la palabra como primer elemento de comprensión, lo primero que percibía y analizaba era la rítmica, la sonoridad, la estructura de la palabra, la intencionalidad física”, apunta. “Hice una dirección más emocional, de percepción”.

    El cineasta describe a El cumple como una película de diálogos. No se equivoca. La gran mayoría de las escenas son sostenidas mediante tomas largas, donde la cámara rara vez interrumpe la grabación. Más que apelar al corte y a una edición que bien podría construir diálogos en una dinámica de plano/contraplano, Morelli, el director de fotografía Friede Clausz y la montajista Hannah Schwegel apelaron a escenas frenéticas y contemplativas sin interrupciones, convirtiendo al espectador en un testigo cercano o, más bien, en un invitado no anunciado al periplo de casi un día en la vida de Matthias.

    Más allá del predominio por el peso de la palabra como unidad narrativa, El cumple también es una película de construcción audiovisual detallista, sin miedo a ahondar en secuencias expresionistas imaginativas, climas y sonidos anclados en un suspenso tangible del cine negro. En esta construcción audiovisual, hay una diferencia notoria frente al debut más futbolero y cotidiano de la obra anterior de Morelli.

    Para quienes disfruten de encontrar referencias a un cine de antaño, el director y guionista asegura que el único guiño “realmente impuesto” es uno sonoro. En una escena donde el personaje del niño que extiende su estadía en lo de Matthias y Anne corre a un gato por una calle, creando una gran sombra sobre una pared, se pueden escuchar pasos extraídos de El tercer hombre, el clásico británico de Carol Reed con participación de Orson Welles. “Es el eco perfecto”, dice Morelli con suspicacia, antes de nombrar After Hours, una de las obras de Martin Scorsese con menor prestigio del que en verdad merece, como otra referencia clara para la película y su construcción de hechos encadenados en una noche.

    —¿Llegaron al proceso de montaje con la película que tenías en mente?

    —Fue un proceso larguísimo. Más de lo ideal. El problema no fue necesariamente la búsqueda de la película. Lo más complicado en el montaje fue encontrar el tono indicado de Matthias, el protagonista. Fue muy difícil, para escribir y para filmar, presentar un protagonista que tiene mala onda, que hace cosas malas, pero que debía generar una empatía que justifique seguirlo y comprometerse en su viaje y aprendizaje. En general, sentís rechazo rotundo por este tipo pero hay algo que te parece simpático en su torpeza. Suficiente como para acompañarlo en el viaje y entender esa transformación que tiene como padre.

    Mientras espera salir del aislamiento obligatorio para todos los uruguayos que regresan al país desde el exterior, Morelli se mantiene ocupado dando clases de manera remota y preparando sus próximos trabajos, que comenzaron como largometrajes pero se transformaron, pandemia mediante, en series. Imagina, mientras recalca el posicionamiento actual que el streaming ha logrado en la industria audiovisual mundial, que las exhibiciones que El cumple tenga en Uruguay probablemente sean “las últimas proyecciones (en salas de cine)” que tenga en su vida.

    —En tus futuros proyectos, ¿seguirás interesado en explorar las dinámicas familiares?

    —Siempre. Es la fuente de construcción dramática más interesante. Cuando estoy acá solo, como ahora, me quedo sin historias. Cuando estoy acompañado de mi familia, tengo apuntes para desarrollar. La familia es la unidad dramática esencial. Es lo más interesante de la convivencia. Sobre todo ahora, con la familia en la pandemia, las nuevas dinámicas que se proponen y cómo cada uno encuentra su lugar hasta construir este equipo o, digamos, destruirlo.