Para Piacenza, hay que “defender a muerte los principales mercados, como Venezuela, Brasil y Argelia”.
Por otra parte, ese funcionario enfatizó que la inserción internacional y las cuotas de exportación de carne y de láctos “son bienes públicos, no son de las empresas privadas”.
Lo que sigue es un resumen de la entrevista.
—¿Cúales son los principales objetivos de su gestión?
—El objetivo es mejorar la inserción internacional de las cadenas productivas de los principales rubros exportables del agro, que es la base de la economía. Conceptualmente insertamos cadenas y no son meros productos. Nuestra preocupación es de insertar las cadenas productivas con las cosas buenas y malas.
Tenemos ventajas competitivas muy claras en la fase primaria y cuando les agregamos la industrialización tenemos alguna dificultad, tal vez por algunos costos que son más altos, y eso forma parte de nuestra competitividad. Que no es solamente el tipo de cambio y eso todos lo han entendido.
Que las seis cadenas: cárnica, arroz, soja, lácteos, madera y pescados, entren a los mejores mercados dándoles las condiciones sanitarias y de acceso en materia de aranceles.
Los sectores lácteo y arrocero son los que hoy tienen más dificultades. La estatregia de desarrollo de las cadenas es hacia el mundo. El 95% del arroz producido en Uruguay se exporta; entonces es clave lo que pasa en el mercado internacional para asegurarle el acceso. Ese acceso termina en distribución y esto en salario, en ganancia de los productores y los empresarios.
Tenemos una relación público-privada que va madurando y tenemos que ir hacia objetivos comunes. Ahí tenemos que incorporar al sector trabajador. No solamente al empresario, también a los trabajadores, que juegan un rol muy importante en esto.Tienen que saber, participar y entender lo díficil que es el acceso a los mercados y mantenerlos. Eso se hace para preservar la fuerza de trabajo. Para pelear juntos, porque a veces problemas domésticos de relaciones entre empresarios y trabajadores pueden afectar un suministro o colocación de productos en el mundo. Especialmente en aquellas cadenas que exportan más de 60% de lo que se produce en el país.
Es por la defensa de los puestos de trabajo. Nuestro objetivo es la distribución de esa riqueza y ojalá que todos puedan ganar más, pero tenemos costos altos y hay que ver cómo maduramos esa discusión. Tampoco podemos simplificarla diciendo que somos caros en mano de obra, porque son salarios altos y tiramos la culpa a esos sueldos.
Tenemos que entender lo que pasa en el mundo y eso es comunicación e información y democratizar la información. Por eso el sector trabajador también tiene que tener bien claro estos procesos de inserción internacional, porque lo que se inserta es la cadena. Toda la base productiva, todo, en lo que somos espectacularmente competitivos y en lo que somos caros, la caminería rural, los fletes. Un pedacito de eso está en el precio del producto.
—¿El gobierno intenta mejorar el acceso de los productos en los mercados, pero al mismo tiempo pretende que los ingresos se distribuyan mejor en cada cadena?
—Exactamente. Entendemos que la inserción internacional de las cadenas y productos son bienes públicos, más allá que se usufructúe mediante negocios privados. Porque hay responsabilidades del Estado en mantener los mercados, desde el punto de vista sanitario, que es la primera barrera, y en aquellos destinos donde tenemos cuotas también son bienes públicos. Esas cuotas le pertenecen al país, porque pagó o negoció alguna otra cosa para tener esos cupos, que pueden ser de carne o de lácteos. Son bienes públicos, no son de empresas privadas.
En ese bien público, se entiende que el propio Estado y la maduración de las cadenas productivas hacen que se distribuya. Es un proceso histórico en desarrollo constante.
En el caso del arroz hay una interacción muy fuerte entre cultivadores y molinos que negocian el precio en función de los negocios de la industria. Tratan en una negociación privada de fijar el precio justo de distribución. En otras cadenas no está tan madura esa importancia y esa distribución desde el productor. Quizás sea en la carne, porque el productor de ganado a veces no tiene en claro todo el alimento y el producto que sale de ese animal, que termina vendiendo el frigorífico en aquellos mercados que el Estado contribuyó a abrirle a través de distinas negociaciones, que son costos que todos los ciudadanos pagan.
Por eso consideramos que son bienes públicos y que la propia maduración del relacionamiento de los privados de la cadena, tanto de empresarios como de trabajadores, evoluciona hacia una mejor distribución de la riqueza que se genera con las exportaciones.
—¿Qué gestiones realiza el MGAP para la colocación de los lácteos uruguayos en un momento de baja de precios y competencia creciente en los mercados?
—La lechería tiene un escenario bastante adverso. En el mercado lácteo hay dos productos que, a su vez, diferencian la producción industrial, que son la leche en polvo y los quesos. Si bien las exportaciones de lácteos están concentradas en cinco mercados, en el caso de los quesos hay una dependencia muy fuerte de Venezuela, por los precios que pagaba ese mercado que estaba separado de los valores internacionales. Y Conaprole, que tiene en la leche en polvo sus ventas más distribuidas, accediendo a seis mercados.
—¿La caída de esos negocios con Venezuela sirve de experiencia para evitar la concentración de las exportaciones?
—Sí. Hay que seguir pensando con el sector privado de cómo generamos mecanismos anticíclicos que operen, porque si las exportaciones están muy concentradas son mayores los riesgos. Entonces, cómo distribuir los riesgos de colocación de productos, más allá de la renta que tiente un mercado.
Generalmente, el sector privado exportador oscila en determinados mercados en función de los precios que pagan, porque así se mueve el mercado y son decisiones empresariales.
Muchas veces abandonan también algunos mercados y después tiene cierto costo volver o se pierde fidelidad como un proveedor constante.
Sin meternos en la política de la renta de cada mercado, habría que trabajar con el sector privado para ver cómo podríamos lograr esa fidelidad y mostrar a Uruguay como un proveedor seguro y firme de alimentos de altísima calidad.
La idea es ir diferenciándonos dentro del commodity.
—¿Qué tan importante es Venezuela para las exportaciones de lácteos?
—Venezuela es un cliente importador de lácteos sumamente importante. Los lácteos uruguayos tienen un peso en ese país que es muy difícil de encontrar en otro producto. Los quesos uruguayos tienen el 50% del mercado venezolano. Y en Brasil con la leche en polvo también hay una participación significativa junto con Argentina.
En una situación de retracción en el mercado internacional de lácteos, de precios en caída y de aumento de subsidios y cuotas de producción en Europa, tenemos que defender a muerte los principales mercados, como Venezuela, Brasil y Argelia. Hay que cuidar la relación comercial que tenemos con el mercado venezolano, que es particular en cuanto al intercambio de petróleo y alimentos.
—¿Cuando habla de cuidar ese mercado se refiere al mismo tema planteado por el vicepresidente Raúl Sendic, quien advirtió que hubo casos de empresas uruguayas que no cumplieron con los compromisos asumidos en sus negocios con Venezuela?
—Digo cuidar porque los principales exportadores de lácteos tienen los mismos problemas que los uruguayos y todos ven con cierto cariño a Venezuela.
En el mundo nadie está de brazos cruzados; por eso nos tenemos que mover y dar señales claras.
Se dice que Venezuela le compra lácteos a Nueva Zelanda y a Uruguay ya no. Pero hace tres o cuatro años los venezolanos les compraban mucho más lácteos a los neozelandeses.
Nueva Zelanda está siendo desplazada del mercado de lácteos de Venezuela por los productos uruguayos y brasileños.
Ese país caribeño ha sido tremendamente solidario con Uruguay. No podemos estar en ese mercado solamente cuando nos sirve y después cuando los precios bajan me voy. Hay que buscar alternativas.
En cuanto al tema del incumplimiento, el espíritu es asegurar el abastecimiento de los productos por parte de las empresas exportadoras. El Estado no puede vender pero sí, puede dar una señal clara a Venezuela de que esos productos que compra irán en tiempo y forma y con la calidad requerida. Lo que pasó y no fue en exportaciones de alimentos, fue en la calidad de otros productos y en cooperaciones de años anteriores.
Como país y Estado, más cuando se trata de alimentos, tenemos que dar las máximas certezas y seguridades de que los productos exportados son 100% confiables y certificados.
El gobierno uruguayo resolvió brindar una cooperación fuerte para aumentar y mejorar la producción de lácteos en Venezuela. Utilizando la institucionalidad pública y de las empresas privadas se armará un paquete de cooperación para ayudarlos a producir leche.
Es lo mínimo que podemos hacer como país productor de alimentos, con otro país como Venezuela, que manifestó su solidaridad con Uruguay y que necesita alcanzar su soberanía alimentaria.
Esto lo hablamos con el sector privado. Aumentarle la capacidad productiva a Venezuela está muy lejos de perder ese mercado. Ese país importa el 95% de lo que come. En leche debe andar por el 65%.
—¿Qué otros productos uruguayos pueden aumentar sus ventas en ese mercado?
—En arroz y en carne, aunque en este caso es distinto a los lácteos, porque las exportaciones cárnicas están dirigidas a mercados con precios más altos que son caros para los venezolanos.
Ahora pidieron comprar soja. Uruguay exporta arroz blanco y cáscara. El primero va directo al consumidor y el segundo es utilizado en un proceso industrial.
TLC
—Empresarios del agro local advierten la desventaja que tienen los productos uruguayos con Australia y Nueva Zelanda porque firmaron tratados de libre comercio con China. ¿Hasta dónde puede llegar el gobierno en la concreción de acuerdos de ese tipo?
—La Unidad de Asuntos Internacionales del Ministerio de Ganadería está lejos de decidir sobre firmar tratados de libre comercio o no. Es una decisión política con grandes dificultades que tiene nuestro país para llegar a firmar un TLC.
Ese es el escenario en el que tengo que trabajar los próximos cinco años y el más improbable. Vengo todos los días a la oficina con esa idea fuera de mi cabeza, porque es muy difícil. Aunque si hubiera que negociarlo estoy preparado.
Los TLC, en el análisis popular, se hacen con una liviandad muy grande. Se cree que la gente nos está esperando para darnos cuotas de productos. Esos acuerdos son caros y se pagan.
Capaz que políticamente se resuelve ir hacia ese tipo de tratados, pero Uruguay siempre tiene que sopesar y balancear los costos y beneficios. De arranque tenemos dificultades de preparación técnica. Cuando participé hace unos años de las negociaciones Mercosur-Unión Europea las mesas de negociación son feroces en algunos puntos. Con técnicos y delegaciones muy preparadas, mucha gimnasia y experiencia de países que tienen la cultura de negociar libre comercio.
Acá no tenemos experiencia y es una dificultad, en el caso que se llegue tendremos que preparar a los técnicos, eso no es una excusa. Si se da esa oportunidad, como nación tendremos que evaluar qué estamos dispuestos a ganar y a perder. Hay que discutir qué queremos pagar para ganar. Muchas veces eso se está jugando en el terreno del futuro, cuando se habla de propiedad intelectual, de los servicios y de tecnología.
—¿No se está perdiendo tiempo en estudiar esas alternativas comerciales? De hecho, hay reuniones concretas con la Unión Europea en ese sentido.
—Con la UE hay negociaciones avanzadas desde hace unos años. Es un acuerdo muy ambicioso y grande, si se considera la población que involucra al Mercosur y a ese bloque europeo. Hay capítulos bastante avanzados y ahí se requiere de decisiones políticas. En ese caso más que limitaciones técnicas, tenemos limitaciones políticas.
—¿El MGAP maneja alguna alternativa a los TLC para mejorar la inserción internacional de los productos uruguayos?
—Estamos trabajando en un modelo de inserción mediante la cooperación. La idea es aprovechar el prestigio de determinadas cadenas productivas en el mundo e ir a aquellos lugares que estén precisando desarrollo en esos sectores, ofreciéndoles esa cooperación.
Como por ejemplo se hizo con Venezuela. Todos los países que tengan algún recurso y complementación, como Kazajistán, Georgia, Azerbaiján, y otros.
En China precisamos tener una lupa mucho más grande de la que tenemos, que pase más allá de Aliexpress, que es el sitio chino de ventas por Internet.
África tiene una potencialidad muy grande. Nigeria y Angola, como productores de petróleo. El esquema a profundizar es el de intercambiar alimento por energía.
No estamos en condiciones de desaprovechar ninguna oportunidad.
La situación de las negociaciones internacionales muestra un sistema multilateral muerto y congelado en la Organización Mundial de Comercio, y la proliferación de acuerdos de libre comercio entre regiones que se mueven. Y nosotros quietos, medio bastante quietos, si lo analizamos en función de la velocidad con que se mueve el mundo. No sé si está bien o está mal.
—¿Eso se debe a la capacidad negociadora uruguaya o tiene que ver con el hecho de depender de las decisiones de otros países que integran el Mercosur?
—Planteado así puedo decir que para hacerlo afuera tenemos dificultades porque no podemos hacerlo fuera del bloque, pero Brasil es un mercado clave para Uruguay. No sé si lo que me da ese país nos lo va a dar otro. Hay que hacer la cuenta para ver si el costo de salir del Mercosur y negociar acuerdos de libre comercio con otros países es perder a Brasil. Ese país es clave en muchos sectores del agro uruguayo, como los lácteos y específicamente la leche en polvo.
Hay que mirar eso al revés también, porque ¿cuántos países quieren entrar con sus productos al mercado brasileño?
Nadie nos está esperando y tenemos que estar suficientemente despiertos con los pocos recursos que tenemos, pero que en algunos casos son muy buenos y reconocidos en el mundo.
Aranceles, cuotas y China
—¿Qué posibilidad hay de obtener una rebaja arancelaria en algunos mercados o la ampliación de cuotas de exportación de carne?
—Es más probable llegar a un buen resultado cuando tu demanda el otro la puede cumplir. El pedir el aumento de la cuota Hilton (6.300 toneladas), que otorga la UE, prácticamente no tiene margen, ni flexibilidad la otra parte para dártelo. Es muy difícil que unilateralmente te lo otorgue, porque jurídicamente no puede. Porque tiene reglamentaciones internas y esa cuota corresponde a una negociación sellada en la OMC. En el tema cuotas y aranceles es prácticamente no te digo imposible, pero es muy difícil obtener una mejora.
Pero sí hay otras posibilidades de acceder.
—¿Con el problema generado por la detección de grasa vacuna en mal estado en siete contenedores de cuatro frigoríficos exportados a China no se corrió demasiado riesgo, pensando que ese es el principal mercado para las exportaciones de carne vacuna?
—Sí, totalmente. Ahí también hay que estar más en sintonía fina con el sector privado. No nos metemos en los negocios particulares, pero sí tenemos que evaluar dónde están los riesgos y qué estamos dispuestos a hacer como país.
Cada vez que habilitamos un mercado es un bien público, es de todos, entonces hay que cuidarlo y ser responsables, más allá de que el usufructo de ese bien lo hace una empresa.
Lo que hizo el MGAP fue prohibir la exportación de grasa para darle seguridad al mercado.
Agro
2015-07-16T00:00:00
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