• Cotizaciones
    jueves 16 de enero de 2025

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, tu plan tendrá un precio promocional:
    $ Al año*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    En Búsqueda y Galería nos estamos renovando. Para mejorar tu experiencia te pedimos que actualices tus datos. Una vez que completes los datos, por los próximos tres meses tu plan tendrá un precio promocional:
    $ por 3 meses*
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá
    * A partir del cuarto mes por al mes. Podés cancelar el plan en el momento que lo desees
    stopper description + stopper description

    Tu aporte contribuye a la Búsqueda de la verdad

    Suscribite ahora y obtené acceso ilimitado a los contenidos de Búsqueda y Galería.

    Suscribite a Búsqueda
    DESDE

    UYU

    299

    /mes*

    * Podés cancelar el plan en el momento que lo desees

    ¡Hola !

    El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
    En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] o contactarte por WhatsApp acá

    La flor de mi secreto

    Primero están los grandes paisajes, el cielo abierto, las colinas al fondo. Luego están los personajes arrojados en semejante escenario, en este caso dos hermanos ganaderos, muy distintos uno del otro. O tal vez los personajes deben ir antes que los paisajes. En todo caso, esta dicotomía siempre caracterizó al western, un género mayoritariamente producido en los Estados Unidos y caro a su historia: el cowboy solitario y los cañones de piedra rojiza, el aventurero y el horizonte remoto, los buscadores de oro, las familias pioneras en la tierra prometida, los cazadores de recompensa, los forajidos, los indios, las guerras, el odio. Y claro, la ley del revólver.

    Pero no todas las películas de vaqueros tienen necesariamente que ir por el lado de las armas, como es el caso de El poder del perro (The Power of the Dog, 2021, en Netflix), de la neozelandesa Jane Campion, que es un western muy particular, un western… sexual.

    Los hermanos Burbank se dedican a trabajar la hacienda desde hace un cuarto de siglo. Phil (Benedict Cumberbatch) es el más turbulento y conflictivo, el que lleva la voz cantante, el patrón, el macho alfa. George (Jesse Plemons) es más callado, paciente y reflexivo. Ambos, igualmente, tienen personalidades oscuras, como todos los personajes de esta historia. Uno de los puntos fuertes de cualquier historia: que las caracterizaciones sean complejas, opacas en el buen sentido, misteriosas. Al final, el secreto de nuestras almas se esconde en el último cajón, el que está cerrado con llave.

    Cuando George decide casarse con Rose (Kirsten Dunst) y vivir con ella en el rancho familiar, comienzan los problemas, porque Phil no se lleva muy bien con la esposa de su hermano, que es una cocinera dulce, humilde, que toca el piano y también esconde con pudor su alcoholismo. Mejor dicho, no le gusta su hijo adolescente (Kodi Smit-McPhee), que es extremadamente sensible y hace flores de papel. Un “mariquita”, como dirán en la cantina los peones entre risas y bromas subidas de tono. Es una tierra de machos. Ser vaquero y marcar el ganado con un hierro caliente es para hombres hechos y derechos. No puede ir por ahí en una yerra o en un rodeo un afeminado que no sabe montar a caballo y ni siquiera usa botas.

    Estamos en 1924 en los Estados Unidos. Cada tanto algún Ford T se cuela en ese rancho enorme rodeado de montañas cuyo color y forma se confunden con el lomo de las vacas y los terneros, acierto que se debe al director de fotografía Ari Wegner. Si uno observa bien las colinas al atardecer, se puede adivinar el contorno de un perro.

    Lo que Campion —nacida en Wellington en 1954 y actualmente radicada en Sidney, Australia— hace magistralmente es proporcionar la información de modo dosificado, que cada diálogo y detalle sea preciso, escueto, y agregue una pieza más a un conflicto de complejos y asordinados pliegues. A medida que pasan las imágenes de ese paisaje imponente (se supone que es Utah, pero el rodaje fue en Nueva Zelanda), se van abriendo nuevas puertas en la vida interior de los protagonistas, perfectamente acompasados por la percusiva y enigmática música de Jonny Greenwood.

    Resulta significativo cómo un conflicto completamente ajeno al western —o al menos secundario o terciario— como es el desatado por las emociones y la sexualidad, es capaz de introducirse en este género, invadirlo poco a poco y brillar con luz propia. Hay algo aquí de Secreto en la montaña, pero mientras la película de Ang Lee se ubicaba directamente como un estudio frontal sobre los prejuicios, la de Campion se mantiene estilísticamente dentro de la estructura de las realizaciones del lejano Oeste y no le interesa exhibir nada en un primer plano. Más bien es un estado de las cosas, los rincones oscuros que siempre ocultaron los seres humanos y en este caso los hombres.

    Campion entró en el mundo del cine como una auténtica espectadora y diletante de tesoros en cinematecas. El primer título que le causó impacto fue Belle de Jour, y apenas era una niña cuando vio la película de Luis Buñuel. Luego vinieron las películas de Nicholas Roeg, Mujeres apasionadas de Ken Russell y Persona, de Ingmar Bergman. Entonces decidió estudiar bellas artes y dedicarse al cine. Y reparó en la narrativa de las imágenes y en su desglose en planos. Así ocurrió desde su primer largometraje, Sweetie (1989).

    A partir de una novela de Thomas Savage, la propia directora escribió el guion de El poder del perro. Pero olvidemos el guion: Campion ha dicho que apenas lo emplea como un punto de partida que luego muta de múltiples formas, y son esas formas lo importante, porque terminan siendo la narrativa de una película, una narrativa compuesta por planos más o menos iluminados en los que destacan actores.

    Quedémonos con los planos y los actores. Es tal la efectividad de Campion en cada encuadre, la soltura para captar figuras y el ritmo que imprime en cada secuencia, que nos ubica naturalmente en una obra de primerísimo nivel en la que brilla con soltura Cumberbatch, de una arrebatadora intensidad que no necesita más que levantar la voz para provocar miedo y cruzar miradas y silencios para generar profundidad en su personaje. El resto del elenco, con menos exposición en la pantalla, es igualmente soberbio. Además del sentido plástico, Campion sabe manejar a los intérpretes, cuándo darles indicaciones y cuándo dejarlos libres a su aire. Es el milagro de un arte colectivo: todo confluye, todo funciona y suena melodiosamente.

    Junto con First Cow, de Kelly Reichardt, El poder del perro es uno de los mejores westerns de los últimos tiempos. Increíble: revitalizar un género gobernado por la ley del revólver con la leche de una vaca ordeñada clandestinamente en el primer caso y los rincones oscuros de los vaqueros machos que no se bañan en el segundo.

    Jane Campion es una de las grandes cineastas de la actualidad y la primera mujer en obtener la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes por La lección de piano (1993), ambientada en las salvajes playas de Nueva Zelanda, donde se hacía casi imposible rodar por el viento. Luego de Retrato de una dama (1996), Humo sagrado (1999), En carne viva (2003) y Bright Star (2009), se dedicó a los cortos, a los documentales y a las series, destacando con el policial Top of the Lake (también en Netflix), hasta llegar a este nuevo largometraje para ver más de una vez y seguir descubriendo significados.