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    La guerra, la historia y una amapola

    A 75 años de la batalla del Río de la Plata

    Llegaron alemanes, británicos, neozelandeses y argentinos. Algunos vestían ropas veraniegas y sombreros para cubrirse del sol, otros el uniforme impecable con estrellas y galones que indicaba su pertenencia a alguna jerarquía de la Armada. Fue el sábado 13 cerca de las 15 horas, cuando el grupo se reunió en el puerto de Punta del Este. No eran turistas de visita en el balneario, sino hijos, nietos o amigos de ex combatientes de la batalla del Río de la Plata, que enfrentó en diciembre de 1939 al acorazado alemán Graf Spee con los buques británicos Ayax, Exeter y Achilles.

    Ese sábado, autoridades e invitados estaban a punto de embarcar hacia alta mar, a 11 millas de la Isla de Lobos, para rendirles homenaje a quienes fueron protagonistas de aquella batalla que comenzó en ese lugar a las 19 h, también un 13 de diciembre, hace 75 años. El enfrentamiento estuvo cargado de simbología para Uruguay por haber sido el único hecho bélico en aguas jurisdiccio­nales del país. Además, el final de la batalla con el hundimiento del Graf Spee el 17 de diciembre en la costa montevideana fue inolvidable para quienes presenciaron cómo el famoso acorazado primero explotaba y luego se hundía con su armamento, su telémetro para afinar la puntería, sus escudos de familia y su emblemática águila nazi adherida a la popa. Y toda la batalla se transformó en leyenda cuando, tres días después, su capitán Hans Langsdorff se suicidó con un disparo en la sien, después de asegurarse de que sus hombres estaban a salvo en Buenos Aires.

    Los homenajes por los 75 años de la batalla habían comenzado el viernes 12 con conferencias de historiadores en el Yacht Club, y continuaron con ceremonias en el Cementerio del Norte, donde están las sepulturas de los caídos en el Graf Spee, y en el Cementerio Inglés.

    Las actividades finalizaron la mañana del miércoles 17 en el Museo Naval, donde su director, el capitán de navío Héctor Yori, llevó adelante la ceremonia “Por la fraternidad, la paz y la unión de los pueblos”. En el acto se inauguró un monolito en recuerdo de la batalla y el Correo uruguayo lanzó un matasellos con la silueta del crucero Uruguay, el buque que se interpuso entre el Graf Spee y los barcos británicos para proteger la soberanía de las aguas nacionales.

    Con 77 años, Inge Langsdorff de Nedden, hija del capitán del Graf Spee, también participó de varias ceremonias y de la presentación de la tercera edición, ampliada y actualizada, del libro Graf Spee, de Wilhelmshaven al Río de la Plata, de Daniel Acosta y Lara y Federico Leicht. Con documentos, recortes de prensa y fotografías de época, la investigación aborda la historia del Graf Spee, destaca el profesionalismo del capitán Langsdorff que le valió el respeto de la comunidad marina, e incluye información reciente sobre el rescate del telémetro y el águila del acorazado.

    “Nos duele que Hans Langsdorff en Alemania nunca haya encontrado la justa aceptación que merecía. Por eso también estamos más que agradecidos a todas aquellas personas aquí en Uruguay y asimismo en Argentina que continúan rememorándolo afectuosamente con nosotros también en este aniversario”, escribió Inge Nedden en el prólogo del libro.

    En el ROU 04 General Artigas.

    La maniobra se llama “amadrinaje” y consiste en poner dos barcos en paralelo para que los pasajeros de uno suban al otro. El sábado 13, cerca de las 16 h, unos 50 invitados habían subido al Río Negro, un guardacostas encargado de llevarlos al ROU General Artigas, un buque de rescate y gran porte con un helipuerto para transportar un helicóptero.

    Después de algunas sacudidas y balanceos bruscos, se hizo el amadrinaje con éxito. A bordo del General Artigas, la tripulación y los invitados conversaron amigablemente y trataban de superar las dificultades con el idioma o con la historia que había tenido a sus familiares como enemigos.

    “Un evento como este es importante para pensar qué pasó antes y qué pasará en el futuro. La fraternidad que existe entre alemanes y británicos es mejor hoy que en aquel momento. Es incomprensible pensar una lucha de ese tamaño entre Alemania y Gran Bretaña. Hoy tenemos unión entre los pueblos, y los mismos valores”, le dijo a Búsqueda el capitán de navío Andy Hancock, agregado de Defensa de Gran Bretaña en Argentina, Paraguay y Uruguay.

    En Gran Bretaña hay aún seis veteranos de la batalla del Río de la Plata. “Los que pueden asisten a los actos”, dice Hancock en su español recientemente aprendido.

    Muchos hijos de los combatientes del Graf Spee nacieron en Argentina. Luego de la batalla, sus padres estuvieron en el Hotel Inmigrantes y después fueron distribuidos por diferentes provincias.

    Lidia Nolte nació en Córdoba en 1945. Su padre, Warner Nolte, en 1939 tenía 21 años y era marinero en el Graf Spee. Ella le cuenta a Búsqueda que su padre se salvó “de milagro” cuando las ráfagas de la batalla tiraron abajo la torre de mando donde estaba asignado con el telémetro. “Una ráfaga de artillería hirió a uno de sus compañeros y él bajó a ayudarlo, por eso se salvó”, comenta.

    “Como todos los que estuvieron en la guerra, él no hablaba mucho de la guerra, no más de lo que todo el mundo sabe. Lo que sí contaba eran las curiosidades que había visto cuando recién llegó a Argentina. En el Hotel Inmigrantes había un matrimonio con una pipa grande a la que le agregaban algo. Primero fumaba él, después ella y luego le daban al niño pequeño. Mi padre estaba asombrado y no sabía qué era aquello que no largaba humo. La cosa es que la pipa era un mate, era la primera vez que veía uno”, recuerda.

    Werner Nolte murió a los 80 años en Argentina. “Somos cuatro hermanos y decidimos cremarlo. Tuvimos las cenizas guardadas hasta que en el 2008 fuimos a Montevideo y las desparramamos en el Río de la Plata, frente al Museo Oceanográfico”. Lidia es la primera vez que hace el viaje hacia la zona donde fue la batalla. “Es muy gratificante estar hoy acá. A mí lo que me apena es que a través del tiempo no nos hayamos dado cuenta de que la guerra tiene que terminar. Estamos con el espíritu de apoyar la paz”.

    Una historia similar tiene Enrique Rodolfo Dick, historiador, ingeniero y general retirado del Ejército argentino. Su padre también fue tripulante del Graf Spee y recuerda que en Uruguay habían quedado unos 60 heridos después de la batalla y cerca de 900 fueron a Argentina. “A unos 250 los enviaron a Córdoba y mi padre fue uno de ellos. Estuvo allí hasta que Argentina le declaró la guerra a Alemania, entonces pasó a ser prisionero de guerra”.

    Dick, que escribió el libro Tras la estela del Graf Spee, forma parte del Círculo de Camaradería de Buenos Aires, que organiza reuniones una vez por mes en el Club Alemán para recordar a los combatientes y recuperar la historia.

    “Todos me preguntan por qué no seguí la carrera naval. Sin embargo, navegué mucho en fragatas, submarinos, corbetas, barreminas. Conozco el mar y quiero mucho a la Armada, como quiero mucho al Ejército. Y mantengo la historia escribiendo libros”. El domingo 21 participará de otro homenaje en el cementerio alemán de Buenos Aires donde está sepultado Langsdorff. “Haremos un homenaje corto, sencillo y de bajo perfil, con unos 100 invitados. No recibimos mucho apoyo, para llegar acá tuvimos muchos meses de organización y todo cuesta dinero”.

    Honores y fuego de salva.

    En la amplia cubierta del General Artigas todo estaba listo para el homenaje. El cónsul alemán acreditado en Uruguay, Rodolfo Uhrin, el comodoro de Nueva Zelanda, Fred Keating, y el capitán de navío británico Hancock, dijeron sus discursos, donde se destacaban las palabras “paz” y “fraternidad”. Por último, el comandante de la flota uruguaya, Daniel Núñez, recordó el papel que jugó el torpedero Uruguay en la batalla del Río de la Plata. Sobre todo, reivindicó el papel del capitán de fragata Fernando Fuentes. “Solo unos pocos escritores lo han recogido en sus libros, pero es necesario entender el rol que jugó en la batalla al servicio de la soberanía del Estado uruguayo, hasta ese entonces no beligerante”.

    El crucero Uruguay estaba en un viaje de instrucción con alumnos de la Escuela Naval y recibió órdenes de dirigirse a la zona de combate. “A las 19 horas, o sea en este momento, en esta latitud y longitud, hace 75 años, el capitán de fragata Fuentes decide, ante la inminencia de un combate que se realizaría en aguas de jurisdicción uruguaya, colocar su nave entre las fuerzas de superficie enfrentadas”, recordó Núñez.

    El Graf Spee le envió una señal de peligro al crucero Uruguay, y este le contestó en el código internacional: “Veo sus banderas pero no puedo distinguirlas”. Núñez señaló que esa actitud sería reconocida por el capitán Langsdorff “como la única respuesta digna de un marino”.

    Luego de los discursos, con un minuto de silencio se rindió honor a los combatientes y desde una fragata con alumnos de la Escuela Naval, que había acompañado al buque General Artigas, se lanzó una salva. Siguió un momento de quietud, humo y silencio. Fue entonces que la hija de un tripulante neozelandés del Achilles tiró al mar una amapola de papel (poppy), un símbolo de paz que usan los aliados desde la I Guerra Mundial para recordar a los combatientes.

    Hacía frío en cubierta y de vuelta en el comedor del buque se compartió pizza, sandwiches y café. Todos querían olvidar la guerra, sin olvidar su propia historia.

    Vida Cultural
    2014-12-18T00:00:00