Desde el SUL transmiten una visión “optimista” sobre el futuro del rubro, por cambios favorables en la producción, por la demanda de lanas finas en ciertos mercados y el posible repunte de las exportaciones de carne ovina
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl mapa de las regiones agropecuarias de Uruguay muestra un evidente repliegue de la ganadería ovejera, especialmente en la zona norte, al comparar el área que ocupaba esa actividad productiva en 1990, en 2000 y en 2011, como se puede ver en la infografía, correspondiente al Anuario de la Dirección de Estadísticas Agropecuarias (Diea).
La guerra comercial entre Estados Unidos (EEUU) y China, la pandemia Covid, la invasión rusa a Ucrania, entre otros factores, incidieron en la caída de la demanda y de los precios de las lanas uruguayas en los últimos años.
A esos factores que golpearon al sector ovino local se les sumaron otros vinculados al impacto negativo de la reciente sequía, la falta de una mayor productividad en los predios, los ataques de perros y predadores a las majadas y la competencia de los demás rubros.
Hoy en los galpones de los productores ovejeros hay unos 40 millones de kilos de lanas acumulados, debido a esos y otros problemas que afectan la comercialización de uno de los tradicionales rubros del agro uruguayo.
Sobre estos aspectos del estado de situación del sector, Agro de Búsqueda realizó algunas consultas y recabó datos que muestran la evolución de algunos de los principales indicadores.
Uno de ellos es que el stock de ovinos se desplomó, al pasar de algo más de 20 millones de cabezas a fines de los ochenta a cerca de 6 millones en los años recientes, según registros del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP). Indican que hasta 2013 la majada era de 8,1 millones, en 2014 bajó a 7,4 millones, en 2015 pasó a 6,6 millones, en 2016 y en 2017 se mantuvo en unos 6,5 millones, pero luego volvió a bajar, quedando en 6,2 millones en 2021.
Y en el sector ovino algunos vaticinan que se caerá por debajo de la barrera de los 6 millones de cabezas en este año, al tiempo que advierten la posibilidad de contar con una mayor especialización y mejor genética en razas y productos, tanto lana como carne, aunque esto suceda con menor cantidad de animales.
Al ser consultado sobre la evolución del negocio ovino en las últimas décadas, el gerente del Secretariado Uruguayo de la Lana (SUL), Romeo Volonté, realizó un repaso histórico de lo que ocurrió en el mundo y que llevó a una disminución del stock ovejero en Australia, en Nueva Zelanda y en Uruguay, y a una “complicación” de la producción lanera.
La caída de la Unión Soviética, la baja del “stock regulador” en el mercado australiano, lo que tuvo un impacto “fuerte” en los precios y “agravó” la situación, con “la irrupción de productos sintéticos en lugar del uso de la lana, lo que generó una “crisis muy grande”, dijo el ejecutivo.
Paralelamente, Volonté comentó que en la pecuaria uruguaya surgieron “alternativas productivas como la propia ganadería de vacunos, con mayor desarrollo, mejor acceso a los mercados y mejores valores, pero también apareció la forestación”. Señaló que “muchas de las tierras donde hay plantaciones forestales eran los campos donde estaban los ovinos, que fueron desplazados”.
“Además, la agricultura tiene un impacto (en la situación del ovino) por el uso de esa tierra”, afirmó.
Basándose en que en los últimos siete años la cantidad de ovinos en Uruguay prácticamente varió entorno a los 6 millones, el gerente del SUL advirtió que “se detuvo la caída”. Al tener una “mayor relevancia la carne ovina, que amortiguó esa caída, especialmente en sistemas productivos de lanas gruesas y medias, que en esos casos no se recuperaron los precios como sí ocurrió con las lanas finas”.
También valoró que “es un stock más productivo, porque produce lana de menor micronaje y de mayor valor, que está mejor presentada, porque hubo una evolución en el acondicionamiento y en las certificaciones en bienestar animal y medioambiental”.
Se refirió a que es necesario “remontarse a la Primera Guerra Mundial” para ver “un impacto” similar al de los “últimos tres años en el mercado internacional de la lana”.
Uruguay produce unos 25 millones de kilos de lanas al año y “en una zafra habitual todo lo que se producía se exportaba, pero desde 2019 se empezó a trancar la comercialización”, y “los productores lo veían como algo coyuntural”, recordó.
Agregó que “después China, que es el principal motor, estuvo en una situación de pandemia hasta febrero de este año, y el productor decidió que a los precios del mercado no le convenía vender, lo que generó el sobrestock”.
El gerente del SUL admitió el “desánimo” en el productor por los problemas, como la sequía, y la probabilidad de que “el stock caiga de la barrera psicológica de los 6 millones”.
Pese a las diferentes vicisitudes que atravesó el rubro ovino, principalmente el negocio lanero, Volonté enfatizó su visión “optimista” respecto a lo que sucederá con esta actividad por algunos de los aspectos que mencionó sobre ciertos cambios favorables en la producción local, por la demanda de lanas finas en ciertos mercados y por el posible repunte de las exportaciones de carne ovina.
Resaltó que este año la expectativa es que haya una “buena capacidad de producir corderos”, y “el desafío será que se salven muchos de esos corderos, que en la mayoría de los casos se debe al cuidado que le da el productor en la comida, el abrigo y la tecnología”.
En un contexto de sequía y de ajuste de carga en los campos, en lo que va de 2023, del 1 de enero al 10 de junio, el número de ovinos faenados llegó a casi 700.000, con un incremento de 36% en comparación a igual período del año pasado, según datos del Instituto Nacional de Carnes (Inac).
Indican que la faena de ovinos en el mercado local en 2022 fue de casi 1,4 millones, igual cantidad prácticamente se registró en 2021. En tanto, el ingreso promedio por carne ovina exportada en el acumulado anual es de US$ 3.885 por tonelada, lo que significa una caída de 25% respecto a 2022.
El monto de las exportaciones de carne ovina en 2020 fue US$ 25 millones, aumentó significativamente a US$ 61 millones en 2021 y posteriormente tuvo un leve ajuste a la baja, con US$ 56 millones en 2022, según Inac.
Muestra que el volumen de esos negocios de colocación en los mercados externos aumentó 50% en lo que va de 2023, en comparación a igual período del año pasado, con un total de 12.200 toneladas, de las cuales 8.300 toneladas fueron exportadas a China, que registró un incremento de 95% al contrastar ambos años.
Con una mirada académica y cercana al campo ovino, el ex docente de Facultad de Agronomía y actual consultor privado, Gianni Bianchi, habló con Agro de Búsqueda sobre algunos temas del sector. Bianchi fue profesor agregado grado 4 del curso de Ovinos y lanas en la Estación Experimental Mario Cassinoni (Paysandú) hasta 2015.
Al “hablar de promedios, aunque parezca mentira en los indicadores productivos, la producción ovina no ha cambiado mucho” entre los noventa y lo que es hoy, dijo.
Recordó que “la lana era la vedette, si bien la lana fina siempre se pagó más que la gruesa”, y “la industria la pagaba en base a medidas subjetivas” en aquellos años. “La lana tenía un peso importante en la balanza de pagos” y “la carne era un subproducto de animales adultos básicamente”, acotó.
Al referirse a la diferencia en los requerimientos de gestión, de ambiente y de alimentación entre la lana y la carne, el consultor señaló que “a la oveja se le destina el peor campo y el peor potrero, en esas condiciones producía y daba plata, porque el costo era muy bajo y la lana valía y tenía demanda”.
Históricamente la raza predominante era la Corriedale, luego la raza Merino Australiano fue creciendo, aparecieron otras, como Texel, Ideal, entre otras, y la Corriedale bajó aunque sigue siendo la raza mayoritaria de Uruguay, comentó.
Dijo: “es increíble que la Corriedale es originaria de Nueva Zelanda pero tenes que recorrer todo ese país para encontrar un animal puro (de esa raza), y acá nos jactamos durante 20 años de que teníamos la cabaña Corriedale más grande del mundo”.
Para Bianchi, el stock ovino no volverá a los máximos históricos porque “el agro cambió, pero sí puede aumentar rápidamente los niveles de producción”. “Sé que las señales de la industria no son las mejores” para lograr eso, cuestionó.
Comparó que en el caso de las lanas, depende de las razas y varias características, para definir un precio, “pero en la carne ovina cualquier cordero vale lo mismo, y si es borrego vale lo mismo también”.
Se mostró crítico respecto a lo que son los relatos de algunos actores del sector ovino, principalmente de instituciones vinculadas al rubro, y a lo que son los datos de la realidad del negocio ovino.
A modo de ejemplo, se refirió a que hoy el mercado chino prefiere la compra de carne ovina de cordero de Nueva Zelanda o de Australia, en lugar de la de Uruguay, como lo señalaron operadores uruguayos del sector cárnico, que recientemente fueron a China.
“La percepción que hay en China es que el cordero uruguayo es de peor calidad, porque es de mucho mayor edad” que el de esos otros países de Oceanía, señaló. Y planteó la interrogante, “¿por qué todos los jerarcas de cualquier institución del país dicen que el cordero uruguayo no tiene nada que envidiarle en calidad al de Nueva Zelanda o de Australia?”. Eso “es una mentira”, porque “lo demostramos en 2008” mediante estudios científicos respecto a que “los corderos de razas carniceras crecen más rápido, tienen mejor terminación, tiene mejor conformación de carcazas”, entre otros atributos, afirmó.
Criticó también que “los frigoríficos Las Piedras y San Jacinto, que en conjunto faenan seis de cada 10 ovinos, no están dando señales claras”.
Respecto a la falta de una mayor productividad, el consultor aludió a los resultados de una encuesta ganadera del MGAP de 2018.
“La revisión de machos y hembras, previo al servicio y la selección de hembras a encarnerar por medio de la evaluación de su condición corporal parecen ser prácticas bastante generalizadas que, además, no muestran una asociación muy fuerte con el tamaño de los establecimientos”, señaló.
Indicó que “en cambio, el diagnóstico de gestación y la inseminación artificial son técnicas de baja adopción en explotaciones de tamaño medio a grande, e inexistentes en explotaciones de menor tamaño”.