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Es el concierto más ambicioso que ha encarado el grupo. “Nunca tocamos en un teatro tan grande, con la posibilidad de comunicarnos con tanta gente a través de una música que para nosotros es maravillosa y nos ha permitido crecer como músicos”, dice Edú Pitufo Lombardo, ilusionado con el concierto que el sexteto Mateo x 6, dedicado a versionar canciones de Eduardo Mateo, dará el miércoles 19 a las 21.30 h en el Auditorio Nacional del Sodre (con entradas en Red UTS y boletería de $ 300 a $ 700).
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Mateo x 6 fue una idea de Ney Peraza, guitarrista que venía de armar un cancionero de partituras para guitarra de las principales canciones de Mateo, editado por el Taller Uruguayo de Música Popular. El grupo debutó el 5 de agosto de 1993 en el Piccolo Stella, la pequeña sala bifrontal de La Gaviota para unos 90 espectadores, con Peraza, Jorge Schellemberg y Alberto “Mandrake” Wolf en guitarras, Popo Romano en bajo, Pitufo Lombardo en percusión y Juan Carlos Ferreira en batería. En el medio, alternaron en fechas puntuales los percusionistas Ariel Ameijenda y Wilson Negreira y el bajista Daniel Jacques. El ingreso de Martín Ibarburu por Ferreira detrás de los parches es el primer cambio en el plantel titular en 20 años.
Entrevistado por Búsqueda, Pitufo rememora los orígenes: “Ney hizo la convocatoria para integrar el sexteto. La mayoría integrábamos el Tump, donde dábamos clase y compartíamos muchas horas. Empezamos a trabajar sobre el repertorio y los arreglos que él había preparado y fuimos distribuyendo la instrumentación y las voces. Pocos años más tarde salió el libro ‘Razones locas’, vida y obra de Mateo, de Guilherme de Alencar Pinto, y se reeditó su discografía. La música de Mateo nunca fue muy difundida por los medios y entre todos contribuimos a revalorizar su figura, junto a otros autores que comenzaron a versionarlo en sus discos”.
Lombardo recuerda claramente el día que escuchó por primera vez a Mateo: “Lo conocí en 1983. Me regalaron un casete grabado, de un lado ‘Mateo solo bien se lame’ y del otro ‘Musicasión 4 y 1/2’. Yo tenía 17 años y ya me atraía mucho la percusión. Se habla mucho de Mateo como compositor y como guitarrista, pero se conoce menos que era un señor percusionista, y en ese disco toca todo. Percutía con una tabla casera que se había construido y con medio bongó, usando solo el cuerpo más agudo. Con eso hacía maravillas. Ese se transformó en un disco de cabecera para mí”.
Aunque no llegó a tocar nunca con Mateo, recuerda “unas lindas charlas” con él cuando “cayó de visita” en la grabación del disco “Enloquecidamente”, de Los que Iban Cantando, banda que Lombardo integró en su última etapa. De todos modos, una noche terminó suplantándolo en el escenario: “Mateo iba a tocar la percusión en un concierto de Mariana Ingold en el teatro El Tinglado en 1987, y a último momento no pudo tocar; no recuerdo bien qué le pasó, y Mariana me llamó de apuro a mí para encargarme la percusión. Justo en ese año fue el famoso “Mateo y Cabrera”, concierto que pude ver en La Barraca, no en la versión del disco, de El Notariado. Para mí era un gran honor suplantarlo, pero yo era un gurí y tenía un susto enorme... Finalmente salió todo bien”.
Otra noche en el 89, cuando aún no existían los teléfonos celulares, se perdió de tocar con él por pocos minutos: “Estábamos en unos talleres del Tump, y me fui en seguida luego de dar mi clase, porque tenía otro compromiso. Al otro día me enteré de que luego de verme, me estuvo buscando para que lo acompañara en su show, pero yo ya no estaba. Al poco tiempo se enfermó y falleció. No se me dio”.
Así condensa Lombardo la figura de Mateo y el por qué de su vigencia: “Fue tan innovador porque tenía un gran conocimiento de toda la música uruguaya y de muchos sonidos que aquí no llegaban fácilmente. Fue un adelantado que había oído mucha música antigua de Brasil y sobre todo de la India. Se habla mucho de Mateo como un gran bohemio, pero tuve la oportunidad de verlo en ensayos con Mariana Ingold y vi que era un tipo muy exigente y trabajador, además de ser un hombre de una gran sensibilidad, un amplio dominio armónico, compositivo, letrístico, un sentido de la polirritmia muy inteligente y dueño de una mano derecha fenomenal, de la cual muchos hemos aprendido. En mi música es tan importante como los Beatles; un gran maestro para la música uruguaya y del mundo, sin ninguna duda”.
“La mano que cambia todo”, acota Jorge Schellemberg, a su lado, recién llegado a la charla. “Jorge Galemire, Jaime Roos, Cabrera, Mandrake, Ney, Pitufo. Todos los nombres interesantes de la guitarra uruguaya tienen una referencia en la mano de Mateo”, explica el actual director de la Sala Zitarrosa, y se extiende: “Mateo cambió la forma de tocar el candombe en la guitarra. Antes, Los Olimareños o El Sabalero lo tocaban distinto, y Mateo metió el tambor repique en el toque” (lo ejemplifica vocalizando el ritmo).
Schellemberg cuenta que las expectativas iniciales del grupo se limitaban al ciclo del Stella. “A los pocos días nos llamaron para tocar en el boliche Laberinto y espontáneamente nos llevaron a Arteatro, luego a Katakimbé, un sótano enorme en la calle San Salvador, donde tocamos como cuatro meses. Al principio queríamos sacarnos las ganas de tocar esa música que nos hacía bien. La ausencia física de Eduardo hizo que mucha gente lo extrañara, y nosotros mantuvimos su repertorio vivo. Los primeros cinco años tocamos todo el tiempo. Reuníamos mucha más gente juntos que si sumábamos las convocatorias de cada uno por separado. Las carreras nuestras fueron evolucionando junto con el grupo, pero últimamente hemos tocado muy poco. Por eso ahora nos sacaremos las ganas a lo grande”.