A continuación, un resumen de la entrevista telefónica que Iglesias mantuvo con Búsqueda.
— El nuevo presidente de Estados Unidos, Donald Trump, tomó las primeras medidas de gobierno y van en línea con su discurso de la campaña electoral. ¿Qué opina al respecto?
—Se especuló bastante que una cosa es la campaña y otra cosa es la acción, pero está demostrando que realmente es fiel a sus ideas, porque las está poniendo en práctica y además el equipo que ha formado para asesorarlo es muy fiel a los principios que él sostiene. De manera que, aparentemente, está cumpliendo sus ideas de la campaña electoral.
—¿Eso es positivo o negativo?
—Voy a comenzar por decir que el fenómeno Trump es muy especial, es un fenómeno que marca otro punto más en el cambio de época en el que estamos involucrados. Es conocido que estamos cambiando la época por el impulso que ha tenido la tecnología y la globalización, y ahora se incorpora el fenómeno Trump como un evento adicional a ese cambio porque se trata del jefe de Estado de un país que tiene un peso muy importante en la vida económica, política y social del mundo. Estados Unidos es la primera potencia en muchos planos y eso hace que su jefe de Estado tenga un impacto muy fuerte en todos estos órdenes. De manera que el fenómeno Trump se agrega al cambio de época que marca el fin de toda una etapa que empezó en 1945 y que comienza ahora a tener nuevos perfiles. Entramos en una nueva época llena de incertidumbres y llena de inestabilidades en todos los planos; hay que prepararse para las sorpresas y ciertamente Trump fue una sorpresa porque nadie pensó que iba a ganar, ni siquiera él.
—¿A qué atribuye su victoria?
—Ganó un poco haciendo pie en los aspectos negativos de la globalización, que es la exclusión de vastos sectores de la sociedad que aumentan su nivel de ingresos y calidad de vida, pero no en tono con las aspiraciones que le da ver al vecino o en las propias aspiraciones que se fueron creando en la pista permanente del avance de la sociedad. Y en cierta forma esa gente que no ha podido alcanzar sus aspiraciones terminó asumiendo que el sueño americano de que tus hijos van a vivir mejor que tú, no es el caso para la mayoría de la sociedad. Lo que hizo Trump fue trabajar sobre la mente de esas personas prometiendo que América volverá a ser grande. Prometió recomponer ese sueño americano a esas masas que quedaron postergadas en el proceso de globalización, eso es lo que da lugar al fenómeno Trump como parte de los cambios que estamos viendo en el mundo.
—Ese discurso llevado a la práctica tendrá consecuencias a escala mundial. ¿Es una vuelta al proteccionismo?
—Es un cambio en muchos aspectos. Trump en este momento tiene el concepto, al menos en lo que dice, de que el mundo avanzó y se benefició por haberse apoyado en el gran mercado de Estados Unidos y que eso habría generado desempleo o poco avance en la sociedad norteamericana. Entonces, en su opinión lo primero que hay que hacer es poner un límite a eso, lo que se lograría con el proteccionismo, que es una enorme marcha atrás en todo lo que ha sido el largo avance en la sociedad mundial durante los últimos 70 años para abrir los mercados y que tuvo en Punta del Este, en la Ronda Uruguay, un punto muy importante porque ahí partió el camino para crear la Organización Mundial del Comercio. Es decir, el convencimiento que Trump tiene de que el mundo se aprovechó del mercado americano y que eso creó desempleo o bajos niveles de ingreso, él lo quiere cortar de alguna forma estableciendo el proteccionismo.
La otra cosa que él cree es que la seguridad mundial ha estado asegurada fundamentalmente por contribuciones de Estados Unidos, principalmente en Europa o en Asia, y por tanto es necesario que esta gente se comprometa con mayores contribuciones y presencia humana. Él tiene un concepto del aprovechamiento y de que Estados Unidos hizo un esfuerzo más grande que sus grandes socios y, por tanto, comienza a descreer de todo lo que es el multilateralismo. Entonces, una de las cosas detrás de su manera de ser y negociar, es descreer en los avances del diálogo y los acuerdos multilaterales. Como consecuencia, actúa directamente, mano a mano, como se corresponde además con la naturaleza de empresario que tiene y que, ciertamente, no la va a dejar en su actuación día a día como presidente.
—¿Pero qué opina usted de ese intento de aplicar medidas proteccionistas?
—Creo que el proteccionismo sería un enorme retroceso. Se la ha agarrado fundamentalmente con China y con México, cree que han abusado del mercado norteamericano y que hay que recomponer las relaciones estableciendo aranceles, barreras… no sabemos todavía cuál es la forma en la que pretende recomponer o recuperar un poco su capacidad de acción en esos campos.
—Ya ha tomado medidas concretas, como la salida del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por sus siglas en inglés) y la revisión del acuerdo con Canadá y México (conocido como Nafta).
—Con respecto a lo primero, creo que el TPP fue un esfuerzo muy importante de Obama para lograr enfrentar al avance de China. Creo que con esto Trump renuncia y está abriendo espacios nuevos a la economía china, especialmente en América del Sur. Creo que debería reflexionar mucho en qué significa esta posición y qué significa la recomposición de los espacios económicos que van a tener crecientemente un dominio de China. Y con respecto al Nafta hay varios componentes. Tanto México como Canadá están dispuestos a renegociar o a revisar lo que se puede hacer, cuando pasan unos años desde que se aplica un tratado eso no es una cosa tan extraordinaria. Lo que preocupa son algunas cosas que ha dicho, como la construcción del muro, que es un hecho muy negativo para las relaciones con México y con toda América Latina. Porque el muro no es algo que solo molesta a México sino que debería molestar a todos los latinoamericanos; todos somos mexicanos en esto. Hay que ver cómo evoluciona el tema, qué surge de las conversaciones, pues las perspectivas son por lo menos preocupantes.
—Usted decía que la decisión del TPP le había abierto espacio a China. ¿El discurso del líder chino Xi Jinping en el Foro Económico Mundial, en Davos, donde defendió el libre comercio, es una señal de que China está dispuesta a aprovechar es espacio que dejaría Estados Unidos?
—El discurso de China en Davos y el que dio antes en Perú muestran que al mismo tiempo que Estados Unidos está cerrando las puertas de la negociación multilateral, China parece tener intención de abrirlas, de ofrecer sus mercados a la exportación de los países que forman parte de esos acuerdos. Parece sorprendente que tengamos hoy a China defendiendo la apertura comercial; parece una contradicción de la historia pero es la realidad. En ese sentido, ganaría por preguntarse Estados Unidos qué papel van a jugar las relaciones interamericanas cuando el frente del Pacífico vea una posición tan proactiva de la potencia emergente y real que es China. Sería bueno que haya una reflexión política además de económica sobre el asunto.
—¿Cree que esto permitiría a China influir en zonas donde antes primaba Estados Unidos?
—Está cambiando la geografía internacional. La relación entre América Latina y Estados Unidos parece enfriarse y dejar el espacio a la influencia de la economía china. Es ya una influencia muy importante porque es un gran mercado, comprador de nuestras materias primas, exportador de sus productos, pero puede abrir también espacios nuevos por su enorme poder de consumo. Hay una revolución en todos los planos y esta revolución en el plano de los mercados es también muy importante.
Ahora, una de las cosas que va a descubrir el presidente de Estados Unidos es el fenómeno de la interconexión de la economía norteamericana en la economía mundial. Quiere decir que cuando empiece a examinar se va a dar cuenta de que buena parte del superávit que tiene China con Estados Unidos o que tiene México con Estados Unidos, lo forman exportaciones de Estados Unidos; es decir que el 40% de las exportaciones de México a Estados Unidos tienen componentes norteamericanos y por lo tanto ahí hay trabajo americano. Esa vinculación no ha sido debidamente ponderada cuando se juzgan relaciones a partir de cifras que esconden otras realidades. Cuando China tiene un superávit de 500 millones con Estados Unidos, hay 150 o 200 que son chinos, el resto tiene componentes de empresas norteamericanas establecidas en Taiwan, Singapur, etcétera. Esa interacción, que es un fenómeno nuevo, obliga a repensar el proteccionismo. ¿El proteccionismo de qué y de quién? Por eso digo que estamos en una revolución, que las cosas no son tan simples y que hay que ver cómo van evolucionando a medida que se descubren las raíces de los problemas y se ve cómo esa interconexión ha sido una de las grandes conquistas del mundo en los últimos 70 años; son cosas que tendrían que tener en cuenta las nuevas autoridades de Estados Unidos.
—¿Qué camino debe seguir Uruguay teniendo en cuenta el nuevo contexto?
—Si algo se ha hecho evidente es que Uruguay, un país pequeño, no tiene más remedio que estar abierto al mundo. Tenemos que abrirnos, tenemos que profundizar nuestra relación con América Latina, tenemos que seguir captando mercados y tenemos que vivir en esas nuevas realidades que nos superan, pero tenemos que ser muy conscientes.
—Uruguay impulsa una negociación bilateral con China para alcanzar un tratado de libre comercio. ¿Es un buen camino?
—La integración con China es el camino, preferiría que fuéramos todos juntos con el Mercosur. Más allá, creo que, de alguna forma, hace muy bien Uruguay en profundizar el diálogo porque eso además va a tener impacto entre los socios del Mercosur. Comprendo que los problemas que tienen Brasil y Argentina no son los nuestros, ellos tienen una gran industria interna que le costaría competir con China y eso los hace meditar dos veces sobre el ritmo de avance de la integración con ese país. Pero más tarde o más temprano nosotros tenemos que encontrar algún acuerdo individual o colectivo para vincularnos con ese gran mercado que aparece hoy día más abierto que nunca.
—El ministro Danilo Astori dijo que el Mercosur está en su peor momento. A juzgar por algunos discursos de gobernantes y opositores, no parece que la integración regional haya dado grandes resultados.
—Conozco los problemas, pero hay que seguir navegando con los vientos que tenemos. Más que nunca América Latina tiene que actuar con la mayor unidad que le permitan las fuerzas para poder tener un mayor impacto en estos momentos. La integración, si antes era importante, hoy es imprescindible. Tenemos que valorizar nuestros mercados, hacer lo que podamos entre nosotros para ser mejores para exportar mundialmente pero también para depender de nosotros y no estar permanentemente solo vinculados al plano internacional. América Latina debe aumentar su producción interna, su mercado interno y estar mucho más activa en el mercado internacional actuando conjuntamente. Hoy más que nunca soy partidario de la integración.
—Hace unos años los acuerdos entre varios países como el TPP eran vistos como el modelo a seguir. ¿Hay un cambio de paradigma?
—Hay que revisarlos en función de las nuevas realidades. Hay que ver cómo evolucionan las políticas en Estados Unidos y, sobre todo, cómo funciona la experiencia con México, que es muy importante para ver hasta dónde quieren llegar con el Nafta y a partir de ahí ver cuál será la política comercial a futuro. A mí me daría una enorme preocupación y pena que el edificio multilateral que se fue construyendo con tanto sacrificio y concesiones caiga. Creo que precisamos mantener ese diálogo como una forma de sobrevivir en un mundo más complejo. Esa debería ser nuestra posición en todos los planos.
—Esa apuesta a la multilateralidad va más allá de lo económico.
—Claro. Está involucrado el cambio climático, el papel del Consejo de Seguridad, está todo en juego en este momento. Es una nueva administración norteamericana que desconfía de los acuerdos multilaterales y prefiere hacer acuerdos bilaterales, pero ese no es el mundo que soñamos nosotros, sobre todo los países pequeños que siempre estuvimos pensando en el multilateralismo como una forma civilizada de llevar adelante el esfuerzo de crecimiento con equidad y justicia. Esta forma de bilateralizar todo a mí me genera grandes preocupaciones a futuro de todo el escenario internacional.
—¿El gobierno norteamericano puede traer nuevas sorpresas?
—Esta administración es una caja de sorpresas porque hasta ahora son las declaraciones y medidas tomadas por el presidente, pero hay todo un equipo poderoso que lo acompaña del que saldrán nuevas ideas y propuestas. Algunas de ellas podrían moderar las visiones del presidente, pero otras, profundizarlas. O sea que estamos ante un período de turbulencias importantes, hay que mantener el diálogo con los países de América Latina, con los vecinos, para ver por dónde van las cosas y cómo posicionarse. Pero en todo caso, el panorama que tenemos por delante es preocupante.
—¿La apuesta por el bilateralismo está relacionada con el auge de los nacionalismos que se da en varios países?
—Hay una especie de revolución de los nacionalismos en todos estos países y esos nacionalismos se basan en hechos concretos y en percepciones de la gente respecto a su posición relativa en la sociedad. En el fondo, en el caso de Trump creo que estamos ante un cambio en la forma de actuar, de enfrentar los problemas con el uso mucho más de la fuerza que del diálogo y la concertación, y eso es lo que realmente debería preocuparnos. Para eso, lo único que corresponde es seguir profundizando nuestras relaciones regionales, creo que es importante, más que nunca, actuar conjuntamente en estos campos.
—¿Se puede esperar otra sorpresa en Europa similar a la del Brexit?
—Bueno, veamos cómo se va a implementar el Brexit, que nadie sabe cómo se va a hacer. Hay elecciones en Francia muy confusas, elecciones en Holanda y en Alemania a fin de año; la democracia funciona y en esos movimientos que nos vienen de afuera más los que nos vienen de adentro, tenemos un montón de reacciones muy fuertes de populismos de izquierda y populismos de derecha que están cambiando el panorama político. Es muy difícil hacer anticipaciones y las sorpresas pueden venir, como vinieron en Estados Unidos. Entonces, me preocupa, habiendo estado toda la vida trabajando en organismos multilaterales, que ese mecanismo del diálogo, la concertación de posiciones sea sustituido por la fuerza o por los dictados del más poderoso. A esta altura de la vida todo eso me resulta bastante difícil de entender y de aceptar.